Determinados temas son transversales a cualquier país con economías más o menos capitalistas donde el Estado mete su mano en algunas cuestiones, como es el salario mínimo interprofesional (o remuneración mínima vital, como se llama en Perú). De hecho, esta entrada en parte se puede leer como una continuación de una escrita hace muchos años sobre otra realidad económica… pero la misma cuestión de fondo.
A lo que iba, en España llevamos un par de aumentos altos del SMI, primero a 900 € al mes en 14 pagas para 2019 (que supuso un incremento del 22,3 % del SMI existente) y, luego, para el año en curso, a 950 € (5,5 % de aumento).
Cuando se subió a 900 € se vaticinó, por las fuerzas contrarias al incremento, que traería paro y destrucción a la economía; no solo por lo fuerte que era la subida en sí misma (el SMI vigente en 2018 era de 735,9 € al mes en 14 pagas), sino por el precario estado de la economía que no podría competir con el aumento, lo que obligaría a cerrar todo tipo de establecimientos.
Acá se llega a una curiosa situación: por un lado se suele decir que son medidas populistas porque realmente el SMI no afecta a tanta gente (y cuyos aumentos ya no repercuten, como antes, en el resto de la masa salarial al haberse desindexado esa parte de la economía) y, por otro, se avisan de lo duro que será su efecto en la economía al hacerla menos competitiva en todos los frentes (¿cómo? si afecta a poca gente, debería influir poco… ¿no?).
Acá sí cabe hacer una pequeña precisión: con las dos subidas del SMI (sobre todo con la primera, la aplicada para 2019), muchas personas asalariadas pasaron de cobrar «según convenio» a ingresar el SMI, ¿por qué? Porque el convenio está por debajo. De hecho, la negociación colectiva anda muy parada y desde el inicio de la crisis es extremadamente prudente con las subidas salariales (otra cosa son compensaciones por otros lados, algo que ahora se pelea más; por ejemplo, más días laborables de vacaciones), y siempre se ha tomado como referencia el SMI para los grupos profesionales más bajos; en otras palabras, si el SMI era de 735,9, se podía estar negociando para determinados puestos con salarios brutos de 750-850 € al mes, con lo que, al colocarlo en 900 €, todos esos inmediatamente tienen que subir. Sin ir muy lejos, el convenio aplicado en mi trabajo quedó el nivel XIII por debajo de la subida de 2019 y, para el XII, estamos por debajo con la subida de este año. Conozco convenios que ya tienen más de la mitad de los grupos profesionales con el SMI (de hecho, uno conocido con 5 grupos el año pasado «aprobó» un aumento al SMI de 2 grupos enteros, que habían quedado muy por debajo; este año ya tiene otro grupo al que se le debe aplicar el SMI).
En una economía con salarios bajos, una subida del SMI empuja al alza los salarios pactados en los convenios colectivos.
Por otra parte, en España, a pesar de todo, se sigue «creando empleo», tal vez no ha sido tan positivo como lo previsto, pero sin la menor dudas son datos «positivos» (escuchar al líder de la oposición hablando de destrucción de empleo cuando, en números, hay creación -no excesiva, pero creación a fin de cuentas-, es de escucharlo y no creerlo). Según la EPA; hoy (bueno, 4to trimestre de 2019, último dato publicado y nos permite ver el efecto de TODO un año tras un aumento brutal de más del 22 % en el SMI) hay más personas trabajando (402 mil más); cierto que es un número menor que el año anterior (566 mil más entre 2018 y 2017 y 490 mil más entre el 17 y el 16), pero eso lo hemos visto siempre, mientras más sube la ocupación más difícil es mejorar el dato anterior.
En el desempleo pasa parecido, ha disminuido la cantidad de personas del «paro EPA», así, 112,4 salieron de la estadística del desempleo (este dato sí es sensiblemente peor que los de los años anteriores, donde el desempleo cayó en 462 mil y 471 mil). Esto también significa que la ocupación ha subido gracias a nuevas personas trabajadoras, que antes no contaban para el desempleo. La tasa de desempleo actual es de 13,78 % frente al 14,45 % del 4to trimestre de 2018.
La contabilidad nacional utiliza un concepto bastante interesante, que es el empleo equivalente a tiempo completo, no es tanto ver cuántas personas físicas trabajan sino todo el trabajo distribuido en una jornada completa a cuántas trabajadoras correspondería. España tiene poco trabajo a tiempo parcial (comparándolo con otros países), pero aún así el dato es interesante; además, distingue «ocupadas» de «asalariadas». Pues bien, fiándonos en ese dato, el 4to trimestre de 2019 tuvo un aumento de 369 mil personas ocupadas y 396 asalariados más (de hecho, este dato es mayor que la diferencia de asalariados entre el 2016 y el 2015; aunque en términos relativos fuera un mayor aumento el de 2016). Dos sectores perdieron ocupadas (agricultura e inmobiliario) y solo uno asalariadas (agricultura). El año fue especialmente malo para las cosechas y se ha juntado con temas como los aranceles estadounidenes; esto es, resulta difícilmente achacable únicamente al SMI (por más que un señor del mismo partido de gobierno soltara esa «bomba»).
En un año de aplicación del SMI a 900 € no se «destruyó» empleo, se mantuvo el alza en las contrataciones y la bajada del desempleo; podemos hablar de cuánto empleo se «dejó de crear» al no poder pagar el aumento, pero también de cuánto empleo se «creó» al aumentar el consumo (toda subida salarial implica un aumento de la demanda agregada, eso no es algo que digan los socialistas o comunistas, es una de las teorías liberales). Nada hace indicar que esta subida (mucho menor que la anterior, en todo caso) «rompa» la economía.
Una subida de los sueldos sí puede encarecer los productos, claro; pero es curioso cómo la clase empresarial se solivianta con los sueldos e impuestos pero no con otras subidas, incluso las que ellos mismos han ocasionado. También voy a recordar que los empresarios no «ofrecen» trabajos, los «demandan»; no podemos olvidar que el mercado de trabajo es de demanda derivada, esto es, depende de lo que se necesite para poder producir para el mercado de consumo; si una empresa necesita una trabajadora para producir un bien, contratará a esa persona y pondrá el precio al producto según sus costes totales (contando con el factor trabajo es uno de ellos); es cierto que si se supera un determinado precio, no habrá demanda para ese bien, pero también es cierto que si los consumidores no tienen ingresos, no habrá tampoco demanda.
Además, en la encuesta trimestral de coste laboral (con último dato publicado del 3er trimestre de 2019) podemos observar que la subida del coste laboral (que incluye salario y otros gastos vinculados, como las cotizaciones) fue de 2,2 % entre 2018 y 2019; pero es que el índice era solo 0,5 puntos superior al base (de 2016), estando dos sectores por debajo aún de los costes laborales que tenían hace unos años.
Una queja habitual con las subidas de salarios por decreto (vamos, como este SMI) es que no se ajusta a la productividad. Una de las grandes mentiras que nos están contando es que los sueldos dependen de esta productividad; no es así. Los sueldos dependen, en realidad, del poder de negociación de las partes. Actualmente, vemos que algunos de los países industrialmente más productivos no tienen los salarios más altos, así que por ahí no va el tema, por no decir que el mismo trabajo (literalmente) se paga distinto según el sector o lugar. Tampoco podemos obviar que la productividad es responsabilidad del empleador (que es quien pone el resto de los factores necesarios para la producción y quien organiza el trabajo), no de la persona empleada.
Pero nos encontramos con una «paradoja» (lo pongo entre comillas a sabiendas de que no lo es), donde quienes se quejan de «lo alto» que es el SMI a la par tienen sueldos varias veces superiores. Sus mayores retribuciones, cuando son quienes deciden las mismas, vienen justamente de pagar menores salarios al resto de personal (la mentada plusvalía); de hecho, durante toda la crisis las personas con altos salarios y las personas millonarias han aumentado por todo el mundo, la brecha salarial cada vez es mayor.
Es innegable que existen empresarios cuyo perfil es el de «chambeante», con ingresos muy ajustados, con algún mes en rojo y demás en que tal vez el negocio no pueda afrontar, tal cual está, el aumento (de menos de mil euros al año); y es lógico que recorte en horas de apertura y demás para ajustar todo lo que se pueda; lo que no se puede pretender es mantener un negocio que no rinde a costa de explotar a personas que no son las propietarias de dichos medios de producción. Una persona se puede autoexplotar, pero no puede explotar a otra.
El mercado laboral español tiene un problema muy grande, que se encuentra en el propio tejido productivo, temporal, precario, con poco valor agregado y demás; no tiene un «problema» por «salarios altos» ni el tema está en el SMI.
Por último, la subida del SMI es y seguirá siendo de justicia y conforme a los propios planteamientos de la UE (esa que tanto nos quieren vender para que aceptemos ciertas normas liberalizadoras en la economía), donde ya se está hablando de que debería ser al menos del 60 %, con lo que en el caso español debería ser algo más de mil euros al mes en 14 pagas.
Hola Txema, con mi hermano, hoy nos acordabamos de ti
Saludos de chile (Pablo, Catafracta) y Alemania (roberto, Lautaro)