De fotos y otros

Hoy se repartió, con el diario Público, la primera entrega de Maestros de la Fotografía, coleccionable que hace libros de las mejores fotos de una variedad amplia de temáticas. El primer número es un monográfico de la Guerra Civil española (1936 – 1939) y tiene por portada aquella tomada por Endre Ernö Friedmann (más conocido como Robert Capa, seudónimo bajo el que también publicaba Gerta Pohorylle, su pareja, conocida como Gerda Taro), en la que se ve un miliciano republicano siendo abatido justo en ese momento, la foto se supone tomada en Córdoba en 1936, nomás comenzada la guerra. Es «la foto» de la Guerra Civil, y es «la foto» más cuestionada.

Quienes suelen leer este espacio conocen mi opinión sobre la fotografía, hace no mucho, mediados de noviembre, rellené un artículo entero para denunciar que la frase «Una imagen vale más que mil palabras» es una de esas grandes mentiras con las que se insiste para ver si se transforma en realidad. Para resumir mi postura citaré del artículo enlazado lo siguiente: «Las fotos, y siempre hablo de “por sí mismas”, no son ni objetivas ni honradas, son un medio más ya sea para informar o para desinformar, sirven para ambos objetivos con el mismo ímpetu y fuerza, (…) son lo que siempre fueron, miradas subjetivas que congelan un instante concreto (…), no muestran ni el pasado ni el futuro, y vive dios que no explican por qué se ha llegado a ese instante.»

En la genial novela El Pintor de Batallas (2006), el siempre polémico Arturo Pérez-Reverte lanza una puya justamente contra la foto del miliciano, no sin antes alabar un poco a Capa, como el último reportero gráfico de guerra honesto (no hay que olvidar que el propio Pérez Reverte se ganó los garbanzos durante muchísimos años como corresponsal de guerra), entre las reflexiones del protagonista, el retirado fotógrafo de guerra Faulques, reflexiona fugazmente sobre esa fotografía señalando que las perneras del mismo están impolutas. Limpias totalmente. ¿Qué clase de miliciano, en medio monte, en media guerra, en combate, tiene las rodillas limpias? se pregunta (no con esas palabras, no es literal).

Hace ya un tiempo, indeterminado e indeterminable, leí una pequeña nota en un periódico (de esos de papel, a saber cuál sería) que tras unos sesudos estudios se había llegado a la conclusión que la foto era real. No conozco dicho informe, no sé a qué se refieren con real, si a la fecha de la misma, a la identificación dada como cierta del miliciano valenciano anarquista, a que están en medio combate o qué… En todo caso, desde la historiografía revisionista (por llamarle de alguna forma) sobre la guerra civil (construida sobre una hipótesis ucrónica para defender el mal menor, esto es, cuarenta años de dictadura, cuando no el bien mayor, esto es, cuarenta años de dictadura) se suele usar esa fotografía como otro de los mitos más mantenidos por los republicanos que falsean la verdad (que no realidad o la historia, normalmente hablan de la verdad).

La imagen por sí es sospechosa, es demasiado buena, demasiado exacto el momento tomado, demasiado perfecto hasta el propio encuadre; pero ahí radica el talento (¿los talentos?) de un gran fotógrafo, que murió y vivió en la guerra (aunque tuvo años de reportero gráfico de artistas y arte), que «estuvo ahí» en muchos de los acontecimientos bélicos más importantes durante su corta vida (Guerra Civil española, Segunda Guerra Mundial -siendo muy famosas sus fotos en el Día D-, y la primera Guerra de Indochina, donde murió tras pisar una mina), aunque nada de esto quita la posibilidad de que haya sido una foto «posada» (como, según muchos, pasa con la foto de Raising the Flasg on Iwo Jima de Joe Rosenthal), ni tampoco la realidad de que estemos ante un miliciano en Córdoba.

¿Conclusión? Ninguna. ¿Consideraciones finales? Tampoco. Teniendo en cuenta mi oponión sobre la fotografía, se vuelve esta un buen ejemplo (como lo sería casi cualquier otra) de lo que ya opino. Viendo el libro de fotos sólo puedo pensar, además de las magníficas imágenes que contiene y la historia que supuestamente cuenta cada una, en que muchas de esas fotos hoy en día aparecerían pixeladas en la parte de los rostros de los niños que en ellas aparecen (en ese libro aparecen unos niños jugando a fusilar a unos fascistas, tomada en 1937 en Barcelona por Centelles, justo en una zona donde se ajustició a mucha gente; otra de Capa, de una niña refugiada en zona de tránsito huyendo de Barcelona en el 39), algunas directamente imposibles. También pienso en las constantes negativas e intentonas del gobierno de Israel en impedir la entrada de reporteros en Gaza, las ganas de controlar los flujos de información (gráficos y escritos) llevados a cabo por todo gobierno que se precie de tal, en que otras tantas fueron imposibles el 11 S (nada de cuerpos) o en las batallas con soldados estadounidenses abatidos (ataúdes cerrados sí, nada de cuerpos), donde las fotos de los muertos civiles suele correr a cargo de cooperantes voluntarios o reporteros que por suerte se encontraban por ahí, nada de medios oficiales u oficiosos, que bien siguen las órdenes de sus amos como nunca, o como siempre, según se vea…

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