«El presidente andaluz, Manuel Chaves, les ha comunicado que se instalarán cuatro empresas en la Bahía de Cádiz que absorberán los 1.600 empleos» reza la noticia. El problema de Delphi, de los trabajadores de Delphi, tiene un nombre sencillo: Capitalismo. En toda su crudeza, con el agregado de un incumplimiento y de una buena muestra de por qué el Estado no debe dedicarse a poner parches sobre un sistema que, a primera de cambio, devolverá el favor con una puñalada trapera. Delphi ya obtuvo de los andaluces lo que quería, dinero y mano de obra a buen precio. Ahora puede irse a otro lado y conseguir, más o menos, lo mismo, más beneficioso en conjunto, claro.
Es un buen momento, para los trabajadores de Delphi, de conseguir promesas de cumplimiento costoso, ya que, claro, son las elecciones locales, y no es plan de perder votos en muchas de esas ciudades que son feudo del PSOE.
La solución de Chaves es más de lo mismo. Harán acuerdos con algunas empresas, las cuales se beneficiarán de dichos acuerdos a más no poder y darán trabajo a los despedidos por Delphi (compañía que incumple un acuerdo de permanencia pero que no devuelve lo que sacó por firmar dicho acuerdo). Se reproduce, así pues, el mismo esquema que ha acabado en cuasi tragedia laboral, con 1600 afectados que han conseguido, gracias a la época (es necesario remarcarlo) que el problema se perpetúe al repetir el mismo esquema de negocio.
Pronto sabremos más, por ahora sólo nos dicen que hay acuerdo, por parte del gobierno andaluz, con cuatro empresas que darán continuidad a los 1600 empleos en Puerto Real, que no es poco. ¿Qué pasará cuando esas empresas decidan incumplir el acuerdo e irse? ¿Otra vez lo mismo? ¡Vaya cruz! En fin, típico parche coyuntural que no resuelve ningún problema, que simplemente trata de tapar el sol con el dedo y que aplaza, eso sí, la lucha en búsqueda de la solución.
Desde aquí, eso sí, aplaudo a la organización de los trabajadores de Delphi, han sabido hacer ruido en el momento oportuno, han sabido realizar actos que llaman mucho la atención a los medios para presionar a los políticos, han sabido jugar todas sus cartas de la forma más correcta para conseguir el mantenimiento de sus puestos. Lástima que no hayan querido ir un poco más lejos, lástima que no hayan ocupado la fábrica… Pero eso no les quita el mérito de su propio oportunismo ante una gran crisis (la mayor, en términos laborales, que podían sufrir).
Y no, la solución no es «dejar al mercado funcionar«, porque eso no resuelve nada, por no decir que es la base del actual conflicto. Estos temas, los que giran en torno a las Zonas Especiales para la Exportación, las deslocalizaciones y demás, nos recuerdan de forma simple y clara que es necesario globalizar la lucha por los derechos laborales en todos los lugares, para al menos saber que si se llevan una fábrica de un país «del primer mundo» a uno del «tercero», los que trabajarán en la nueva planta no serán poco más que esclavos al servicio de una multinacional de las del primer mundo.