Cada vez se repite con más frecuencia: una persona con cierta llegada o un colectivo ven cómo su página o usuario en una -mal llamada- red social es bloqueado. Las explicaciones suelen ser nulas y las razones se encuentran, no pocas veces, en una coordinación de los «reportes» de algo que ha publicado esa persona o colectivo. Por supuesto, en esas redes hay mil mensajes peores -en todos los sentidos- que nadie ha reportado o no lo suficiente para su bloqueo. Además, en algunas de estas plataformas, por lo que quieren ser, directamente impiden que se suba o publique determinados contenidos, lo cual hasta obliga a cambiar logotipo a algunos colectivos.
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Motivos para estar (o no) en las llamadas «redes sociales»
La semana pasada, tras mi rabieta, leí una interesante entrada en Guerra Eterna sobre Siria y la «actitud» de Facebook, no es de extrañar que FB «borre» ese tipo de contenido (previo toque de atención de gobiernos o multinacionales), no es de extrañar que los poderosos (gobiernos o grandes empresas) deseen con todas sus fuerzas que las voces oprimidas se canalicen por un medio centralizador (qué fácil es «cortar FB»* o pedir a FB que «borre» algo, sobre «cortar Internet» o pedir a otro tipo de proveedores que bloqueen) que, además, tiene muy claro que su objetivo no es ser el paladín de la justicia, su negocio y tema es otro (por ejemplo, si quieres mantener el anonimato ya atentas contra las condiciones de uso de FB, con lo que te pueden borrar la cuenta sin problemas). Me vinieron a la mente, también, los comentarios que hacen muchos sobre la cultura de la adhesión base de esas plataformas (entre ellos, David de Ugarte en el Poder de las Redes, Versvs cada vez que puede, y un librito sobre la Sociedad del Control donde también toca estos temas), lo cual imposibilita realmente la creación de alternativas; sumado recordé el artículo -que ya tiene muchos añitos- de la FIJL en El Fuelle nº 3, «¿Lucha? en Internet» (PDF, págs. 4 y 5)… ¿A qué viene todo esto?
Servicios centralizados y control
Otra vez me aprovecho de una columna de Marco Sifuentes (más conocido como ocraM o «el del Útero ese») como punto de partida para un artículo, y es en parte por una noticia de la que no tuve conocimiento hasta leer dicha columna, y aprovecho para meter cabe a los «servicios» de esta tan cacareada «web2.0». Al lío, lean el artículo de Sifuentes en Perú21 de este domingo: «No es censura pero se parece».