El presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, justifica el aumento desmesurado en el gasto militar en que ahora Estados Unidos pierde guerras cuando antes era una potencia invencible. Alega que es falta de recursos y una política blanda (ambos puntos, por lo demás, falsos). Vamos a comenzar con un dato importante: Estados Unidos casi siempre gana. Esta es una constante a lo largo de su historia, donde cabe matizar y analizar mucho, claro (qué tipo de conflictos afronta, cuándo entra en los mismos, su papel antes y después y cuáles son sus aliados), pero acá vamos a simplificar todo de forma grosera y simplista.
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Siria: Sin el CSNU, no; con el CSNU, imposible
(Tira de hace dos años para graficar una nota sobre Libia.)
Una de las razones de la ONU –de su creación– fue la de poner límite al uso de la fuerza entre los Estados. Evitar, en otras palabras, una tercera guerra mundial. Antes la Sociedad de Naciones –impulsada por Estados Unidos, que luego no participó– nació con similar propósito y la II GM demostró que la tarea, de partida, era difícil. Así, la Carta de las Naciones Unidas limita, y mucho, el posible uso de la fuerza; no lo excluye, crea una suerte de órgano policial encargado de que los delitos contra la humanidad, los grandes crímenes, puedan ser combatidos, y para ayudar a los Estados que se ven atacados a defenderse. Así se inventan el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU en adelante).
Pues bien, los países que ganaron la II Guerra Mundial no estaban dispuestos a perder ni una pizca de su poder, y el poder se demuestra mediante la guerra –más en su concepción del mundo–, así que decidieron –para guardar los trastos– que serían ellos los que controlarían el Consejo de Seguridad.