Leo con cierto asombro la editorial de El Comercio, en la que se pide a la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), poco más, que desaparezca. No así, claro, pero es el fondo del asunto. Desaparecer o bajarse los pantalones, como se prefiera decir o entender. Ahora va a resultar que denunciar que en Perú las menguantes normas laborales no se cumplen es muestra de indolencia, va a resultar que es muestra de intolerancia no hablar con un gobierno que a primeras de cambio te insulta (hasta han pedido perdón y todo, disculpas aceptadas por la CGTP) y que someter a votación una decisión como participar en la pantomima del gobierno (Pacto Social le llaman) es un problema. Nos ha fastidiado mayo con las flores.
Para muchos, el Pacto Social, tal cual se ha planteado (formas, modos y duplicaciones de funciones con otras instituciones ya existentes) no es más que una burla por parte del gobierno hacia todos nosotros, y en la CGTP están valorando cómo ellos consideran dicho Pacto Social (y si lo ven como una oportunidad para mejorar las condiciones laborales de los peruanos, tragarán con todo y participarán, y sino, pues no).
¿Cómo habría reaccionado el Editor de El Comercio si hubiera sido acusado de traidor por opinar distinto? ¿Feliz? ¿Habría calificado la disculpa como un gesto generoso sobre unas «supuestas ofensas»? Hay que entender, además, que el epíteto de traidor fue otorgado a los miembros de la CGTP por no estar de acuerdo con el llamado «Tratado de Libre Comercio» (que para muchos colectivos es una traición en sí mismo). Cualquier diálogo con un gobierno que gusta de persecuciones mccarthistas es difícil, y si se explaya en los medios para insultar a un sindicato, que no espere nadie que ese sindicato va a perseguir las mesas de negociación multilaterales planteadas por el gobierno, tanto por coherencia como por dignidad de todos los miembros de dicho ente.
Es demagógica la declaración del editor de El Comercio cuando menta el salario mínimo al hacer referencia al Pacto Social y a la posible negativa de la CGTP de asistir al mismo, casi culpándoles de no querer negociar un salario que jamás será suficiente para nada (y no digamos ya para colgarle el cartelito de «digno»). Ahora claro: ¿Desde cuando hemos necesitado del Pacto Social para negociar, entre patrones, gobierno y sindicatos, un salario mínimo? El gobierno está creando un ente que pretende abarcar mucho y ganarse más simpatías que resultados, así pues, en vez de ampliar el Consejo Nacional del Trabajo para que estén representados ciertos sectores económicos y en su seno negociar el sueldo mínimo (habida cuenta que ya existe una estructura y participan muchas fuerzas político-económicas), se crea el Pacto Social con el cual este gobierno que ni a centro izquierda llega se limpie la cara y diga «nosotros sí nos preocupamos por el ‘tema social’, miren el Pacto y tal con pascual».
Hay un cargo que leo sin cesar sobre muchos opositores a los sindicatos, el tema «político», esto es, se les «acusa» de estar «ideologizados». ¡Lógico! Más aún, eso está en sus propios estatutos y declaraciones de principios. ¿Qué ente político no lo está? Por mi parte, jamás participaría en un sindicato que no estuviera en línea con mis ideas, y mucho menos en un sindicato que declarara que no tiene ideas, que no tiene ideología, un «deber ser» de las cosas. Para el simple cumplimiento de lo existente están los tribunales y la inspección de trabajo, los sindicatos deben ir más allá y plantear su modelo de sociedad, basado, por supuesto, en el tema social y laboral, que es donde principalmente se deben mover, ya que para ello se crean y mantienen. Los sindicatos, como los partidos, tienen una agenda política, y eso nos debe alegrar.
Me parece bien que El Editor considere que la CGTP debe cambiar sus axiomas, total, todo mundo es libre de opinar, al igual que a mí me encantaría que el APRA recuerde cuales debieran ser los suyos, que ya está bastante lejos de los mismos. También le pediría a El Editor que abandone esa idea que parece tener de un funcionamiento organicista de toda la sociedad, donde necesariamente deben estar los interlocutores metiéndose mano en las mismas instancias en todo caso, al margen de para qué ponen dichas instituciones. Que para eso nos ahorramos tonterías y traemos a nuestra pequeña democracia el sistema de sindicatos verticales y «solucionamos», de una vez por toda, eso de tener sindicatos reivindicativos con una agenda política e ideológica clara (mejor o peor ejecutada, eso es otra cosa).
Hay que recordar a El Editor que la CGTP ante todo, representa a sus afiliados (y no necesariamente son trabajadores formales, sea dicho), y luego, ella se considera representante de la clase trabajadora, y les da exactamente igual si son formales o informales (aunque ante el Estado sólo podrán representar a los formales, vemos que es más por un tema de disminuir cuantitativa y cualitativamente su poder -que no es mucho tampoco-), no olvidemos que el lema de la CGTP es «Por la Unidad proletaria», y dudo mucho que dentro de sus bases se hagan distinciones entre desempleados y empleados, miembros del sector público o privado, esclavos a jornada completa de grandes multinacionales o de una pequeña empresa familiar de un solo trabajador. No. CGTP pretende (que lo consiga es otro cantar) ser representante de todos los proletarios, y eso no se queda en los empleados formales.
Y, para acabar como lo hace la editorial, «en suma, es importante que» el gobierno perfile bien qué rayos será el Pacto Social, cuál es el alcance real y por qué rayos necesitamos una nueva instancia para solucionar una serie de entuertos que se deberían estar resolviendo en otras instancias (el sueldo mínimo acá viene bien) y que, además, se comience a repartir esa riqueza que llevamos creando durante, al menos, un decenio. Es increíble como todos (los de arriba, se entiende) a primera de cambio piden estabilidad económica y social y exigen, porque es lo que hacen, paciencia a los sectores sociales, ya les llegará su turno, dicen. Mientras tanto ellos viven bien gracias a un crecimiento sustentado por unos obreros que no llegan a fin de mes ni de casualidad. Así es bien fácil pedir estabilidad social, pedir que todo se calme para seguir creciendo. Pero de qué nos sirve ese crecimiento si todo se queda en un puñado de manos que, además, se empeñan en mostrarnos lo corruptos y cabrones que pueden llegar a ser.
Esos llamados a la paz social por el bien del país son, realmente, peticiones de rendición por el bien de la oligarquía.
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