No sé cómo comenzar esta nota… miren, ya la empecé. Bueno, a lo que iba, estos días he leído Imperio, de Orson Scott Card (por lo visto tiene una segunda parte y está en medio de lo que sería una obra multimedia, desde el inicio pensada con videojuegos, historietas y película; aunque hasta ahora solo los videojuegos se hayan hecho presente además del segundo de los libros). Esta obra tiene dos cosas curiosas, al menos en la publicación dentro de la colección de Nova (Ediciones B): cuenta con un prólogo que busca poner la curita antes de la herida y unas notas extras del autor donde «se explica» y hace una suerte de «llamamiento a la moderación».
En el libro se presenta el enfrentamiento entre los dos extremos y cómo cada cual controla una parte de la sociedad estadounidense; además, se muestran los mismos como radicalmente alejados entre sí mientras que ambos reclaman ser protectores del mismo texto (la Constitución) y todo ello dentro de la idea de «transición al imperio desde la república» de la forma en que Card piensa que pasó en Roma. Este futuro cercano está sustentado, además, en los temores que tiene el propio Card del desarrollo que puede tener una sociedad que él ve contaminada por el extremismo y fragmentada.
Ante los posibles prejuicios al leer una obra que se puede interpretar como de «extrema derecha», Barceló escribe una introducción justificando su publicación en Nova (a mí me hubiese gustado más saber por qué es Ciencia Ficción, la verdad -¿los mecas o decir que es un futuro cercano son suficientes?-): la sustenta en el llamamiento a la reflexión que tiene la propia obra, lo interesante que resulta casi cualquier cosa de Card, en atreverse a publicar algo así por parte del estadounidense (la verdad es que de esa misma época hay muchas obras en la derecha política) y otros elementos, contando la nota final que tiene el propio Card.
Lo primero que a mí me llama la atención del libro es la insistencia en llamar izquierda y extrema izquierda a los Demócratas estadounidenses: muy señores míos de Estados Unidos, sus demócratas, liberales ellos, no son de izquierda; mucho menos de extrema izquierda. Algunas ideas se mantienen tanto en la obra como en la nota del autor (se supone que la obra toma el punto de vista de los soldados para ser un poco más provocadora, pero en la nota vemos que son los del autor -bueno, y si le conocen, ya saben que son del autor) así se vierten apreciaciones del tipo de que la industria cultura estadounidense o sus medios son «uniformemente de izquierdas».
Tal vez en algunos temas sean muy tendentes a las posturas liberales o que los principales medios escritos en papel (ojo, esto significa: los que menos influyen en la conformación de la opinión pública; la TV les va muy por delante) sean más partidarios de los Demócratas que de los del partido Republicano.
Confunde Card, como suelen confundir muchos de los que llaman a la moderación, el partidismo (contando el me excluyen si no tengo el carné de partido) con la ideología y su propio punto de vista con el centro medio y razonable, esto es, al final caen en ese fanatismo que intentan combatir. ¿Un ejemplo? Se me ocurren varios: en el libro se deja claro que tanto demócratas como republicanos (los dos extremos representados en los dos personajes más brillantes entre los «buenos») que la «guerra contra el terror» se hizo «uniendo» y sin «crear odio»; mientras sí se destaca el racismo existente en Estados Unidos para con los negros, el odio creado contra lo musulmán se niega directamente. Esto es lógico si tenemos en cuenta que la opinión de los grandes medios es uniforme en este punto aunque pertenezcan a partidos diferentes. De hecho se valida la invasión a Iraq con las razones que sabemos (y ya en 2006, cuando salió el libro, se conocían falsas).
Card realiza una constante justificación al uso de la fuerza (y no solo en este libro) que es la tónica habitual en muchas obras producidas en ese Estados Unidos que él señala como copado por izquierdistas en el plano cultural (y no me refiero a cosas extremas como La Unidad, sino en la generalidad de esa ficción violentista existente, contando 24, obra de referencia para la elaboración de Imperio en cuanto a ritmo y demás, según dice el autor). Mientras que en otras se esfuerza por argumentar en favor del genocidio (o eso parece) en esta lo hace para que el ejército estadounidense quede increíblemente bien, cualquier crítica es porque no sabemos los demás lo que es estar en una guerra y, por supuesto, la moderación y proporcionalidad son la base de actuación, además de un patriotismo fuera de toda crítica.
Hablando de la «uniformidad de medios», Card menciona que los mismos básicamente están en la izquierda (bueno, lean Partido Demócrata) y favorecen estos puntos de vista. Esa uniformidad no existe. Puede ser que los medios sean muy partidistas, tal vez sea así, pero no necesariamente como menciona Card para el Partido Demócrata (mientras él escribía ese libro, los medios habían apoyado a Bush y tenían un claro consenso sobre las guerras emprendidas por este). Sobre ciertos temas hay un consenso (una visión) en Estados Unidos muy distinto al resto del mundo; puede que sobre otros (como impuestos, sanidad pública o no) haya una gran diferencia entre el NY Times o el Washington Post con respecto a Fox, pero en los demás, las diferencias no llegan a medio matiz. Sé que el autor estadounidense ha viajado bastante, ha vivido en un país como Brasil, con lo que no puedo entender que mencione las diferencias entre el extremo del Partido Republicano y el del Partido Demócrata como radicalmente distintas, cuando ambos parten de las mismas bases y fundamentos (de hecho, en el propio libro ambos defienden el mismo texto constitucional, con distintas interpretaciones, pero con mismos fundamentos, entre ellos el sistema económico y la democracia formal).
Esto me recuerda a cuando escucho en España que los medios de comunicación son básicamente de izquierdas y no objetivos (algo imposible), imparciales y moderados. Veo los medios y me encuentro con que la gran mayoría o son de derechas directamente o están controlados con la derecha (con lo cual ciertas críticas desaparecen y, además, introducen en sus páginas o programación elementos que distorsionan las posturas de la izquierda que el medio se supone defiende). ¿Quiénes suelen decir esto? Se lo he escuchado mucho a uno de los directores de uno de los diarios más de derechas (con lo cual ve la izquierda hasta en sus competidores de derechas y monárquicos) que hasta cuatro días antes de dirigir el medio era un conocido miembro de un partido que nunca ha dejado de apoyar. No es que sean moderados llamando a la moderación, es que son extremistas creyéndose moderados (los mismos que calificaban a Rodríguez Zapatero de «extrema izquierda» incluso después de lo que hizo en el 2010 y adelante). Esto es como en los Episodios Históricos de España de Cierva (ARC/EUDEMA) donde el historiador se pone a decir que él solo presenta hechos y no conclusiones, que él documenta el pasado, no hace política, cuando desde el saque (la introducción) te dice que las repúblicas acaban en guerra civil y que eso de andar buscando la tercera no puede acabar bien, que España o es Monarquía o no se entiende y que hace una elección nada sutil de hechos para dibujar malos y buenos.
En la serie The Newsroom se comienza criticando el error de lo que es la imparcialidad, como si esta fuera preguntar a los dos grandes partidos qué piensan sobre un tema determinado. Saben que no creo que exista la objetividad, ni que se deba perseguir como una utopía para que un medio informativo exista, pero para que algo sea información debe ser veraz. Para romper una lanza a su favor, tal vez por ahí vayan algunas críticas que hace Card a los medios (aunque no comparta su idea de uniformidad en el sentido que él la expone) cuando se queja de la falta de debate constructivo, cuando señala que los dos partidos (sus extremos) solo contaminan con el insulto fácil y polarizan (aunque acá hay que reconocer que ya somos mayorcitos todos), hace unos años ya comentaba en ese mismo sentido (aunque me refiero a los medios, creo que se puede aplicar «a todos»):
«(…) solo les pido que sean veraces en su contenido (I y II), que no manipulen a sabiendas (I, II, III, III y V) o mientan directamente (I, II, III, IV y V), vamos, que el periodismo no solo tiene que darnos un contenido más elaborado que el «comentario rabioso», sino que debe ganarse y tener esa integridad en dicho contenido elaborado (la manipulación requiere de elaboración).»
Otro ejemplo es el tema del matrimonio homosexual: en su sección explicativa, el autor estadounidense comenta cómo te tienen o por un bloque de ideas o por el otro, cuando eso no es necesariamente así (esto lo comparto); mencionando el «estatus legal de las parejas homosexuales» para, más adelante, mencionar que los demócratas «intentan usar la fuerza del Estado para imponer el matrimonio homosexual»; el autor es un conocido detractor del matrimonio homosexual, en realidad no es que se intente imponer por «la fuerza» nada, más bien es un cambio en la regulación del matrimonio (competencia del Estado, no te obligan a estar de acuerdo, como no te obligan a estar de acuerdo con el divorcio o la monogamia) que es competencia, justamente, del Estado. Moderación, así, significa u oponerse al matrimonio homosexual o, como mínimo, no dejar que el Estado lo apoye porque sino sería imposición.
También habla de la «religión atea» y lo hace para quejarse de los fundamentalistas religiosos, para poner en los extremos tanto a los fundamentalistas cristianos como a los que no creen en dios. No existe una «religión atea» (de hecho, el régimen nazi no era ateo, algo que él menciona). No voy a negar que existen visiones totalitaristas que van por la persecución religiosa (no fue el caso del nazismo en sentido estricto, era antisemita pero se apoyó y promovió determinadas ideas tanto cristianas como de otras religiones) pero, por los ejemplos, confunde el laicismo y el ateísmo con la eliminación de determinados grupos religiosos. No es, ni de casualidad, lo mismo.
Sí comparto con el autor una dura crítica al partidismo (que él confunde con la ideología), se queja de los boicots que ha sufrido «tanto por derecha como por izquierda» en conferencias, convenciones y demás; y en cómo el debate de ideas pasa a ser inexistente para confundirse con bandos que se insultan mutuamente. Esto, curiosamente, pasa mucho cuando los partidos son atrapalotodo que buscan representar amplios espectros políticos partiendo de las mismas bases y funcionar, a la vez, como una secta de creyentes; esto es, como lo que ocurre en los países con fuerte bipartidismo en que los dos grandes se diferencian realmente en poco (por más que Card piense lo contrario, el Partido Demócrata y el Republicano están mucho más cerca entre sí, incluso contando los extremos de los mismos, que el PSOE del PCPE).
Así que el «llamamiento al diálogo» y al escuchar al otro (porque a veces se confunde debate con el que cada quien grita su consigna y ahí queda), así como a poner constantemente en cuestión tu propio punto de vista (por las pruebas o razonamientos del otro) me parece más que correcto y lo comparto.
Ahora bien, el «justo medio» o la «moderación» no es enseñar al lado de la teoría de la evolución la teoría del diseño inteligente (de la que Card es partidario; aunque no es uno de los ejemplos que aparezca en el libro) o aceptar que cuando se hable de temas científicos se deba poner «peros» provenientes de fuera de la comunidad científica (aunque no lo crean, una crítica que se hace a los medios estadounidenses por parte de la más derecha en ese país es tener un «sesgo pro-científico»). Y no siempre la moderación es lo positivo (de hecho, el libro de Card, cuando habla de «guerra contra el terror», demuestra que el propio autor pone en suspenso la moderación en determinados temas en favor de una solución radical o una postura que no es de consenso, sino ideológica).
Es bastante habitual creer que uno es el moderado, el que está en el centro y dentro del propio «sentido común» cuando, además, se tiene una imagen mental negativa de los extremos. Pero no es así, esas personas están en tienen una ideología clara (puede ser mixta, fuera de esos paquetes partidistas) y creen que lo que ellos piensan es el «sentido común» (cuando este, directamente, no existe). No debemos confundir la apertura con una postura moderada, ni mucho menos, tampoco la tolerancia y el respeto con la moderación. Así que hago mío el llamamiento de Card a la apertura y el debate, pero niego que eso pase ni por la moderación ni por lo que él cree que son extremos enfrentados.