Estados Unidos siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. Estados Unidos ha dejado claro que, simplemente, el Derecho Internacional Público le da exactamente igual. Estados Unidos, como Estado, es un país criminal. Históricamente se ha dedicado a destruir democracias por defender los intereses geopolíticos de su propio Estado o por favorecer a unas élites económicas (que son las que controlan su país), en otras palabras, no a favor del pueblo estadounidense, si no de unos pocos. Estados Unidos ha montado o participado en todo tipo de guerras, ha abierto frentes con mentiras y se ha saltado el Derecho Internacional siempre que ha podido, y es un país, para más inri, que tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSONU), lo que le da carta blanca un poco para hacer lo que le dé la gana. Además, nunca se ha cortado en apoyar regímenes genocidas (como el actual de Israel), acusar a la víctima de ser víctima (como con Ucrania), o votar en contra en la ONU de cosas tan básicas como la prohibición de las torturas. Mantiene, además, centros de tortura fuera de su territorio (Guantánamo sigue ahí, por poner solo el más conocido).
Desde agosto, Estados Unidos ha mandado la armada al caribe, y en aguas internacionales (o nacionales de otros Estados) está comportándose como un verdadero matón: ataca embarcaciones, secuestra navíos (oh, sorpresa, destruye unos pero los petroleros se los queda, ¡es un secuestro!, nada de «incautación»).
Trump ha sido señalado, en el pasado, como el único presidente de Estados Unidos en muchísimo tiempo que no iniciaba una guerra, de hecho, hasta ha recibido algún premio de paz por hacer lo contrario a lo que es la paz, y se ha indignado por no recibir el Nobel de la Paz, sin entrar en lo criticable que es dicho premio, lo cierto es que un presidente que manda a matar jamás debería recibirlo. Pero Trump también ha decidido que los intereses de los suyos (y los suyos no son las y los estadounidenses, si no las élites de su país y las de sus aliados) están por encima de todo, así cambió una serie de normas para dejar de sancionar a las empresas estadounidenses que, en el extranjero, fueran condenadas por corrupción (la explicación es sencilla: deben ganar, aunque infrinjan las normas de ese otro país), lo justificó desde la competitividad. Y desde la Seguridad (con mayúsculas) justifica todo lo demás, contando las operaciones militares en Yemen, en Irán o en Siria, por no decir de su apoyo a Israel.
Trump no se esconde, ha cambiado la Estrategia Nacional de Seguridad (la pública, la que se presenta al mundo de «esto es lo que digo que haré», PDF) y básicamente dice «soy el mejor y deben rendirme pleitesía» y «plata o plomo», repite lo del destino destino manifiesto y se pone por encima del bien y del mal. No quieren ser la policía del mundo, quieren ser la dictadura mundial.
No seamos inocentes, los Estados, en general, cometen todo tipo de crímenes, desde espionajes ilegales (y para eso están los servicios de inteligencia, sobre todo cuando actúan fuera de sus fronteras) hasta asesinatos. Pero, normalmente, los distintos Estados intentan «esconder» sus vergüenzas; Estados Unidos ha decidido hacerlas públicas, mostrarlas como parte de su grandeza, así, demostrando su desprecio por los derechos humanos y por el Derecho Internacional, compartió imágenes de cómo asesinaba a las tripulaciones de unos barcos acusados de ser narcotraficantes.
Ojo, se entiende «protegerse» de narcotraficantes, incluso se entiende lo que puede ser un «combate» durante un «arresto», pero simplemente bombardear una lancha o un barco es una ejecución extrajudicial en toda regla, sobre todo cuando demuestran que, si quieren, pueden realizar un abordaje y secuestro de un barco (ya llevan dos). ¿Hacía «falta» el asesinato? Por supuesto que no, simplemente es una demostración de poder sobre la que no rinden cuentas a nadie.
La armada de Estados Unidos, en este momento, es una armada corsaria, peor que eso, es el brazo armado de una criminalidad organizada por el propio Estado, que en los mares hacen y deshacen en zonas donde su actividad no puede ser la que ejecutan.
Por supuesto, en Estados Unidos pueden y deben realizar el régimen sancionador que estimen conveniente contra empresas o personas o Estados, pero la ejecución de dichas sanciones, además de proporcional, solo la pueden hacer en su propio territorio, no sobre otro Estado soberano; esto es, que Estados Unidos puede poner vetos a las compañías que negocien con determinadas petroleras o puede negarse a comerciar con determinados Estados o compañías, puede intentar arrestar, en su territorio, a quien estime conveniente, pero no puede secuestrar (y sabemos que lo ha hecho más veces) ni puede, por supuesto, bloquear otro país y abordar barcos o destruirlos sin ningún tipo de control.
Estados Unidos está amenazando otro país con invadirlo, cuando la situación de ese país es la misma desde hace mucho, ¿por qué ahora? Porque se han quitado la careta; ya han propiciado intentos de golpe de Estado y ya han ejecutado sanciones, pero les parece poco, y una vez que demuestran que pueden cometer crímenes y hacerlos públicos, y esto les beneficia políticamente, han decidido tirar para adelante con una actitud públicamente criminal. Y nadie hace nada.
La ONU, con el poder de veto de Estados Unidos, no puede hacer nada, pero se le está escapando lo básico de la diplomacia y simplemente demuestra que el matonismo está permitido a los países poderosos y que el Derecho Internacional Público y los derechos humanos más básicos simplemente son para los países que no pueden permitirse ser matones o genocidas.