
Pedro Sánchez consiguió sacar a Rajoy con una moción de censura, cuando el PP estaba en buena relación con el PNV, por una sentencia que destacaba cómo el PP se había beneficiado de la corrupción (no fue penalmente responsable como partido, pero sí civilmente, que no deja de tener su importancia; además, por temas legales, no podía serlo penalmente en ese caso). Ojo: una sentencia. No un proceso, que comenzó más de diez años antes. El PSOE metía la pata constantemente, entraba en contradicciones entre el discurso y la práctica o se frenaba una y otra vez a sí mismo y a sus socios de gobierno; en determinados temas, sorprendían sus virajes o su falta de acuerdo interno… nada de eso generaba tal rechazo como para tumbar a un gobierno al que sus socios consideraban que «obligaban a hacer cosas», para sí (como Junts) o para el conjunto de la ciudadanía (como Bildu o Podemos o, ya desde dentro, Sumar).
Pero resultó que quienes venían a solucionar la corrupción la tenían metida hasta el tuétano. ¿Sorpresas? Ninguna, es el PSOE, si no fue condenado en su día por financiación ilegal fue simplemente porque ese delito no existía como tal y con responsabilidad para los partidos. Pero, tras muchos años en el gobierno, no saltaba ninguna alarma importante; quizá porque las empresas involucradas en estos casos realmente grandes son las de siempre, las que corrompen al PSOE actual pero ayer lo hicieron con el PP y hace años con el PSOE anterior y así nos podemos ir remontando hasta la dictadura, a la luz de un crecimiento de esas constructoras bajo comisiones a políticos afines al régimen; y muchas de ellas se puede seguir su vínculo con los favores mucho más atrás, también en la República y en los distintos periodos monárquicos anteriores, esas familias que siguen controlando determinadas empresas, aunque hayan cambiado de nombre. Son las sospechosas habituales, las que la propia CNMC sancionó por haber alterado durante un cuarto de siglo los precios de las licitaciones de contratación pública (y porque no podía remontarse más).
Pero volvamos a la actualidad:
Los principales partidos de la oposición llevan años acusando al gobierno de múltiples delitos de corrupción, la mayoría de los cuales no tienen ni pies ni cabeza o son totalmente accesorios e insignificantes, incluso comenzaron a hablar de «corrupción política» para referirse a cuestiones que eran legales pero no les gustaban, simplemente para poder señalar que el gobierno era corrupto, sin encontrar un asidero real… hasta este caso Koldo (primero), Ábalos (como continuación) y Santos Cerdán (como colofón), un caso que venía de puro rebote de algo relativamente menor y muy particular (porque, aunque parece que sí hubo coimas y demás, estas no influyeron a que las mascarillas se pagaran a un precio similar a otras; a diferencia de otras mascarillas compradas por gobiernos del PP donde hubo comisiones millonarias y no está claro si «mordidas», pero sí un cierto y evidente tráfico de influencias donde se ha preferido mirar para otro lado, sí, te miro a ti, Madrid). Un caso que muestra una comportamiento continuo de corrupción. No un hecho particular, no una comisión de aprovechados (sobre todo porque estamos curados de espanto viendo lo que pasó con la contratación en Pandemia y que hoy está saliendo en prensa con gente en investigaciones penales), si no un comportamiento continuo.
El PSOE, por cómo se había producido su ascenso al poder y esa imagen de intachabilidad, puso el listón muy alto, al punto que uno de los primeros ministros que perdió fue, justamente, por tener el listón en la estratosfera, pero eso estaba bien, eso era el mínimo que se exigía para entender que las cosas no podían seguir siendo como siempre, que no podíamos continuar en las mismas lógicas de aprovechar le poder para enriquecerse…
Y el caso Koldo explota, explota como parece que nadie previó, porque la caída de Ábalos no sorprendió mucho, un comportamiento conocido errático, un secreto a voces, unos pequeños temas inexplicables, como fue su propia salida del gobierno (de la anterior legislatura) pero también su vuelta a las listas (¿favor se paga con favor?); hasta ahí se podía controlar, un ministerio como el que manejó es, posiblemente, el mejor lugar para que aflore la corrupción y medio que lo entendemos, es un vicio sistémico muy difícil de combatir.
Pero, de forma algo sorprendente, Santos Cerdán se ve implicado de lleno. Él al comienzo niega la mayor: no es su voz, son audios alterados o fabricados, pero hasta parece que él mismo ya no cree en su versión. Aunque insiste en que personalmente no se ha lucrado, que su patrimonio es el que era (incluso menos), ¿entonces a dónde fue el dinero? ¿Él simplemente «gestionaba» la corrupción ajena? Y acá es donde todas las sospechas caen sobre el partido, no por gusto hablamos de alguien que no formaba parte del gobierno, que no tenía poder ejecutivo pero se le ve controlando la trama de corrupción. Él, cuyo puesto era de Secretario de Organización del PSOE, que justamente sustituyó a José Luis Ábalos en ese puesto, él, una de las personas más cercanas a Sánchez, como lo era el propio Ábalos…
Dentro del entorno que puede apoyar al partido, los que ya llevan un tiempo peleados con el PSOE, piden elecciones, los que mantienen su apoyo, marcan una línea clara: que esto no sea un caso de financiación del partido. La diferencia es si el problema son «manzanas podridas» o «árbol podrido», no es lo mismo, una manzana se puede apartar y se aprovecha el resto, un árbol así hay que talarlo, acabar con él.
En cualquier caso, Sánchez ha quedado tocado y hundido, ya puede hacer lo que le dé la gana, las dos manzanas más podridas las llevaba en sus bolsillos, eran suyas y las ofreció al resto, tiene una clara responsabilidad política en todo esto; incluso aunque se determinara de forma fehaciente y clara que el PSOE no se ha beneficiado y que Sánchez fue engañado, lo cierto es que como líder ya no es referente de nada, fracasó su ojo, aunque se presente como víctima de un engaño, orquestado por dos personas que quiso y en las que confió, lo cierto es que el liderazgo también pasa por aceptar responsabilidades políticas de ese estilo: erró en la elección. Eso es lo mínimo sobre Sánchez.
El Partido Popular, por su lado, tiene un serio problema; ha estado los últimos años disparando a diestro y siniestro y fuera de sus propias filas encuentra muy pocos apoyos, en el parlamento, en realidad, solo tendría a Vox (por puro odio a Sánchez y el PSOE), a UPN (aliados casi gemelos del propio PP) y a Coalición Canarias (con quienes gobierna en Canarias), algo insuficiente para presentar una moción de censura. En la búsqueda de alianzas, el PP ha bajado mucho el listón de donde lo colocó para la investidura de hace dos años y hasta Junts valdría, pero Junts es, ante todo, un partido de la venganza; además, el PP se niega a reconocer la constitucionalidad de la amnistía, aunque el TC haya dicho que lo es (bien podrían aprovechar esa sentencia para dejar de hablar del tema, pero no, han decidido que sigue siendo inconstitucional porque lo dicen ellos y el TC no vale para nada), con lo que quizá su gran triunfo en esta legislatura no podría mantenerse con el PP volviendo a gobernar. Junts no se niega a negociar con el PP, pero pide elegir campo, y es humillando al PP (yendo a donde está su líder huido de la justicia, donde tantas veces el PP acusó al PSOE de traicionar a España por hablar con ese señor, pues con él se debe negociar).
El PNV, que hasta hace unos años podía ser un fiel amigo del PP, ahora tiene dos inconvenientes para tratar con el PP: en el País Vasco gobierna junto con el PSE-EE (y si el PNV se acerca al PP, no solo pierde el apoyo del PSE-EE, si no que las bases más nacionalistas se le terminarían de escapar, cosa que ya sufre mucho gracias al ascenso de Bildu en esos territorios) y el PP se ha dedicado a boicotearles y fastidiarles durante años, a llamarles de todo… y el PP, además, ha decidido que para negociar esto con los demás partidos la figura fue quien se dedicó a insultar a dichos partidos, no sé si como acto de «humillación» a Tellado (parece que no) o como acto de dejar claro que realmente no quería ningún acuerdo; no mandas al lobo a negociar con las ovejas, en ningún caso, salvo que desde el primer momento quieras que la negociación fracase.
Podemos, por último, si quiere correrle por la izquierda al PSOE y a Sumar, no puede, en ningún caso, investir a Feijóo, no pueden aupar al gobierno al partido que, literalmente, puso al Estado en su contra; es difícil confiar mínimamente en una gente que sigue defendiendo lo que hizo el gobierno de Rajoy contra la formación morada, que sigue esparciendo bulos sobre tu partido y financiando a los mismos periodistas que se inventaban noticias… vamos, difícil que voten a favor de algo propuesto por la derecha españolista, por más que quieran, tanto como el PP, que se convoquen elecciones.
En política, en el politiqueo más bien, donde dije Digo dije Diego y no pasa nada, es habitual, pero a veces el cambio de discurso se hace con cambio de interlocutor, ya solo por guardar las formas y para que las rencillas personales que quedan tras tantos ataques no afecten a la negociación partidista y política. El PP ha decidido que no, que mejor poner a su peor representante, al que mandaban a morder, para bajar el tono y negociar tranquilamente. Vamos, que no querían negociar, quieren retratar al resto como cómplices de la corrupción del PSOE.
Una cosa habitual en todos los partidos es defender la presunción de inocencia y el desarrollo de las causas judiciales antes de «juzgar» públicamente el comportamiento de uno de sus integrantes; ojo, de uno de sus integrantes, si es del partido contrario, la mera presencia en su nombre en una causa judicial ya es objeto de solicitud de dimisiones, mociones y todo lo que se pueda; lo cual no deja de ser una doble vara de medir bastante irrazonable, pero es en la que vivimos de forma constante; por eso el PP ha pedido la dimisión de Sánchez por absolutamente toda causa en la que se ha investigado a alguna persona cercana a su entorno, aunque la causa no tenga ni pies ni cabeza (como la de su esposa) y ahora suena igual que el del cuento de «que viene el lobo», ya es un disco rayado que se repite como un mal cocido, con lo que no suena con fuerza, es una medida tantas veces pedida (desde el día uno de la legislatura pasada) que, la verdad, no tiene ningún impacto. Su propia exageración en casos menores hace que no puedan pedir nada más fuerte para lo que sí es un caso evidentemente grande y grave.
El PSOE tiene un problema, el gobierno tiene otro. No son lo mismo, el gobierno está participado por otra fuerza política que hace bastante debió abandonar el ejecutivo y que, posiblemente, ahora debería hacerlo. No dando por bueno el discurso acusador, si no poniendo un cortafuegos, un «no somos lo mismo» y una hoja de ruta de qué cosas quiere que el gobierno haga o impulse para mantenerlo un claro apoyo parlamentario. Esta causa de corrupción es una de las dos grandes razones para salir del gobierno, la otra es Palestina. El gobierno mintió sobre sus tratos con Israel y, aunque la postura pública da apoyo a Palestina, tampoco se ha ido lo suficientemente lejos en lo que el país puede hacer.
El gobierno, además, tiene un problema de corrupción interna y depurar todas las responsabilidades no es fácil, sobre todo si no se apunta también a quienes corrompen, porque los corruptores, como decía supra, se suelen librar de todo esto, ni siquiera hay una condena política o reputacional contra las empresas; lo que es peor, el jefe de la patronal ha pintado a esas empresas corruptoras como víctimas de un sistema que les obliga a tragar, pero es que se enriquecen tragando, no es que les perjudique, se enriquecen a costa de todo el mundo, a costa de nuestros impuestos, a costa de explotar a las clases trabajadoras, a costa de generar inflación por estos sobrecostes.
El problema del PSOE, por su parte, es cómo recobrar la confianza y despejar las dudas sobre la corrupción en el propio partido, se entiende que si la hay en el gobierno y está animada desde las direcciones del partido, afecta también al partido, de una manera u otra. Y este problema es distinto, difícil y complejo, en tanto que, quienes están en posiciones de poder, no quieren dejarlas, sobre todo si creen (porque lo creen) que el tema no va con ellos.
Existe un problema estructural del que se aprovecha una gente y nos explota una y otra vez en la cara, y los mismos que viven en esas situaciones, sacando rendimientos personales, son quienes deben resolverlas, con lo que entramos en una dinámica totalmente imposible de acabar. Pero algo hay que hacer, algo deben hacer las formaciones que se dicen de izquierdas, porque esto lastima a ese pueblo que dicen que defienden.