Llevaba un tiempo ordenando mis ideas sobre todo lo que estaba pasando en Reino Unido, sobre cómo cayó el primer ministro anterior (Boris Johnson) y todo lo que significaba una legislatura con varios mandatarios de dicho partido (tras la renuncia de David Cameron por el resultado del referendo para la salida de Reino Unido de la Unión Europea, el mandato posterior de Theresa May y el ya mencionado Johnson), así como los discursos de quienes aspiraban a gobernar Reino Unido; pero, mientras tanto, en las islas todo va más rápido de lo que uno puede procesar para dar luz a un texto con sentido.
Los conservadores británicos van de crisis en crisis y están hundiendo la estabilidad de su propio país. Y lo hacen aplicando sus propias recetas y desdiciéndose de las mismas a primeras de cambio. Cuando la torie Liz Truss se aupó, en unas elecciones internas, con el discurso más tradicional de bajada de impuestos y todo el paquete típico, en una crisis energética, geopolítica y especialmente dura en varios frentes económicos (donde las autoridades del continente, en general, tiran por una solución distinta a la usada hace tres lustros). Bajada de impuestos y mil cosas más del estilo. En poco tiempo, eso generó una crisis en los propios mercados ingleses y británicos, unas medidas que, desde el minuto uno, no cuadraban con el marco económico del país y parecía que hundirían el mismo; cambio de ministro de economía y problemas internos fortísimos en el partido de gobierno.
Las derechas europeas sacaban pecho por las medidas británicas, queriendo copiar. Esas mismas derechas callaron cuando Truss tuvo que recular y enmendar su propio plan, algo que, en realidad, está bien: si vas con una idea y se ve que es un desastre, hay que cambiar de táctica. Lo malo es que era reconocer que todo su programa se venía abajo, que todo lo que dijo no eran más que fantasías, que el programa del Conservative and Unionist Party (Partido Conservador y Unionista, conocido como Tories) representado por ella, con el que venció a ideas más moderadas con los impuestos, carecía de sentido.
Era un buen momento para que las derechas, que llevan un discurso de bajadas de impuestos (que luego no pueden acometer si quieren mantener otros pilares del Estado Social; claro que, hay que reconocer que tampoco los quieren mantener del todo… May tenía, entre sus planes, recortar los programas de comedor escolar, algo que tuvo que desistir al carecer de mayoría absoluta); pero, bueno, a lo que íbamos, prometen una y otra vez bajadas de impuestos, y sí que bajan algunos (a los más ricos, normalmente) y suben otros (los generales); también terminan haciendo el sistema menos progresivo (van más por porcentajes sin importar rentas que a sistemas de imposición progresiva). Truss prometió eso y lo intentó, fracasando en el intento.
Pero no es «culpa» de Truss, su discurso ganó unas votaciones internas, su discurso es ampliamente apoyado, su discurso hace daño y ha llevado a seis semanas de agravar una crisis que ya existía. Aunque acaba de ganar, Truss no tenía apoyos reales en el partido, rápidamente fue criticada y, en una votación clave, tuvo un altísimo índice de abstenciones entre miembros de su partido a los que se había pedido apoyar a la primera ministra. Encima, su equipo se estaba cayendo y la dimisión de la ministra del Interior, Suella Braverman, con críticas muy fuertes al mandato de Truss no ayudaban.
Pero algo sí honra a Truss: dimite porque no tiene apoyos; dimite porque dice que la situación actual no le permitirá cumplir con su mandato de bajar impuestos. Ahora, lo que sí es responsable Truss (y su equipo) es de prometer el oro de Moscú, de mentir a sabiendas (porque tenían que saber que la realidad económica no permitía el tipo de ajuste que querían hacer) o por ser realmente incompetente (si no lo sabían, ¡si es que hasta dentro del partido se decía que era un plan imposible!, no es que lo dijeran los malignos socialdemócratas o los grandes enemigos de los «neoliberales», ¡es que lo decían ellos mismos!).
¿Y ahora qué? El partido deberá elegir a otra persona, y lo hará cambiando las reglas para evitar, por un lado, un conflicto amplio (se piden, por ejemplo, los avales de 100 diputados, teniendo en cuenta que el partido cuenta con 357, te da un máximo de 3 candidaturas) y, por otro, lo que pasó en la propia elección de Truss que era visibilizar las visiones contrapuestas dentro del partido. Así que será un proceso «cortísimo» (una semana, dicen) para elegir a la próxima persona que se presentará como Primera Ministra.
¿Y por qué no convocan elecciones anticipadas y dan la palabra a todo el conjunto de la ciudadanía? Pues porque les viene mal, claro.