Actualización 23/7/15: volví a revisar el artículo en la edición en papel de El Norte y no es un editorial, es una nota firmada (de alguien cuyo nombre he vuelto a olvidar) en la parte central de la zona de opinión. Por favor, donde hablo de «editorial» lean «columna».
Algo que me molesta es cuando se asume, en cualquier escrito, que una persona es mala, inmoral y antiética simplemente porque no comparte el gusto por, digamos, los títulos militares. Algo así hace el editorial de El Norte de Castilla de hoy día (21 de julio) cuando insulta directamente a los que no compartimos «orgullo» alguno porque se te conceda un título militar (ni en tiempos de paz ni en tiempos de guerra). Y no necesariamente es, como afirma ese artículo de opinión del diario, porque no seamos «los protagonistas», sino, simplemente, porque no creemos en la institución o la razón por la que se da.
Pero vamos a situar el tema: el escudo de Valladolid contiene, desde el 17 de julio de 1939, la Cruz Laureada de San Fernando, la cual fue otorgada por Francisco Franco gracias a la aportación de la ciudad en el «Alzamiento Nacional» a lo «largo de ocho años» (esto es, por ser contraria a la república desde el primer momento) recordando, especialmente, que el 18 de julio de 1936 «la Capital castellana dió resonancia guerrera al primer eco azul de las camisas falangistas y de los uniformes militares y de las fuerzas de orden público, aplastando la resistencia del notable foco marxista que venía preponderando en la ciudad» y sigue así un rato la resolución publicada en la Boletín Oficial de 18 de julio de 1939 (PDF). Esto es, es un premio por ser una ciudad fascista. ¡Cómo no va a recibir el nombre de «Fachadolid» quien porta con orgullo un escudo retocado por el dictador!
También hay que recordar que no fue la ciudad la que se alzó, tampoco el gobierno municipal quien decidió unirse a los falangistas -en el 36 fue reelegido Antonio García-Quintana Núñez, del PSOE; posteriormente ejecutado por republicano-, sino que supuso un triunfo del golpe de Estado que se intentó perpretar en toda España, con las JONS como guerrilla urbana, y que al fallar dio inicio real a la Guerra Civil (por más que los revisionistas se empeñen en ver otra historia).
En estas tierras la polémica es vieja, no es algo que traiga el actual alcalde del PSOE (aupado con el apoyo de las izquierdas nunca unidas); ya cuando se hablaba de aplicar la memoria histórica –allá por el 2010-, el PP se posicionaba claramente en mantener el lema de «Laureada» gracias a sus servicios prestados al alzamiento, llámese cruzada, llámese genocidio, perpetrado por Franco y sus huestes.
Hablando de eso, no podemos obviar algo: el PP no quiso aplicar la Ley de Memoria Histórica (2007) en Valladolid, y fue el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León quien obligó al ayuntamiento a ejecutarla (PDF de la sentencia); aunque este, en dicha aplicación, dejó fuera al escudo y otros elementos (luego se ponen estupendos hablando del Estado de Derecho y todo eso, ¡cuando son los primeros en saltárselo cuando les viene en gana!, así pues, hasta se tuvo que pelear para que se ejecutara el fallo).
Como digo, la polémica ha vuelto cuando uno de los partidos que apoyaron la investidura del gobierno municipal recordó lo bueno que sería el borrar dicha Cruz del escudo de la ciudad y no dejan de darse razones, por parte de quienes desean mantenerlo, para justificar que se quede como está (un ejemplo).
Pretender que la Cruz quede en el escudo porque, en el fondo, es una medalla instituida antes de la Guerra Civil y que se ha seguido dando (y cuenta, además, con una regulación y espíritu actualizado hace poco menos de tres lustros), es obviar quién la dio a la ciudad y por qué motivos: No se puede llevar con orgullo un escudo que premia la sublevación contra un Estado Democrático y de Derecho (mal que les pese a los falangistas), no se puede olvidar que ese «Laureada» viene entregado por el Dictador gracias a que ciertas autoridades militares pucelanas sublevaron a la ciudad -en contra de su propio gobierno- y con sus tropas atacaron a quienes no cumplían con el destino fascista que recayó, luego, en toda España durante largos cuarenta años. No se puede llevar con orgullo un premio a la represión de los propios ciudadanos (por más que el golpe y el bando franquista sí contó con cierto apoyo popular en estos lares).
La Cruz que lleva Valladolid no es la misma que actualmente otorgaría el Estado (y no voy a entrar en si cualquiera que dé ahora sería buena o aceptable) o es la misma que se daba cuando la medalla se inventó. Esos títulos no se juzgan por sí mismos, sino por los motivos por los que fueron concedidos (flaco favor haríamos a la historia si no contempláramos el contexto y el fondo de los asuntos).
No es un título que dé honor (prácticamente ninguna de las condecoraciones militares lo da, en realidad), no es que sean los vencidos llorando por no haber sido protagonistas en una gesta justa -como en El Norte se pretende hacer pasar-; no, nada de eso, es el recuerdo de un pasado negro que se quiere volver signo de orgullo. Retirarlo no es negar la historia, ni mucho menos; es reconocer un error histórico: haber apoyado al fascismo español -y con ello al europeo-. No olvidemos que ese hombre daba premio a la Ciudad de la misma forma que se lo dio a Hitler y a Mussolini (aunque a estos se les otorgó la recién creada «Collar de la Gran Orden Imperial de las Flechas Rojas»).
La historia no va a cambiar por quitar del escudo la cruz, pero la ciudad podrá lucir su escudo sin estar manchado por un premio que mejor no hubiese ganado (ni por la forma en que lo ganó ni por lo que significó realmente su participación en la Guerra Civil –PDF-).