Hace no mucho se mencionaba como causa de la no-existencia de «indignados» en Perú que los mismos habían ganado las elecciones en 2011. Puede que en parte fuera cierto. Puede, también en parte, que esos motivos de «indignación» (caída estrepitosa de la confianza en las instituciones públicas) en nuestro país no se dieron en un corto plazo, más bien vienen produciéndose desde hace más de treinta años. Más aún, gobiernos enteros han insistido en desprestigiar sus propias instituciones. ¿Cómo puede nadie indignarse con la falta de representatividad del Congreso de la República si nadie cree que represente algo? Los congresistas en Perú siempre han tenido una valoración bajísima. La corrupción nos ha acompañado tantos años que hay muchos que cínicamente la apoyan («roba, pero hace obra»).
El tema de la «repartija», por otro lado, ha causado una «ola de indignación», sobre todo en esas clases medias que aún «creen» en el sistema; así desde «personalidades» se ponen la capa de «representantes» de los «indignados» y realizan «intervenciones» (en Miraflores, por ejemplo) con las cámaras acompañando a los molestos por los nombramientos en el Tribunal Constitucional, el Banco Central de Reserva y la Defensoría del Pueblo. Estoy siendo injusto, antes de esas «intervenciones» se han realizado otros actos de protesta.
Pero vamos al lío: Son unos audios, con cinco bancadas, los que hacen que reaccione la población y los propios partidos (rasgándose la vestidura muchos de los que ahí estaban, u otros que ahí no se encontraban).
La prensa lo ha tratado como un acto traidor al sistema, y así se lo ha tomado la gente. Se equivocan. Permítanme ser un poco cínico: ¡así funciona el Congreso! ¿Cómo pensaban que se repartían los cargos? ¿Que realmente se sentaban con una batería de nombres y los analizaban y consensuaban de forma pura e impoluta? No, siempre -pero siempre-siempre- se ha elegido mediante «reparto». Tú tanto, yo tanto, ellos tanto… Muchas veces se «vetan» nombres (como los vergonzosos propuestos por el fujimorismo), pero cada bancada-partido quiere a los suyos ahí sentados y hacen valer sus votos en el Congreso.
¿Qué diferencia esta elección de otras? Los audios. Y que algunos personajes -como los fujimoristas- hayan sido elegidos. Pero son los audios los que dan excepcionalidad al sistema. Lo que es secreto a voces no se usa como arma arrojadiza, lo que es verdad grabada permite rasgarse las vestiduras a propios y extraños -que el APRA se queje, experto en estas lides, clama al cielo de los cínicos-.
Por muchos -parece- se usa este tema simplemente como palanca para un reclamo antiguo: «no nos representan»; «están más por sus intereses que por los de todos los peruanos». Ambos puntos se vienen repitiendo desde hace mucho, en cada ley con nombre propio, en cada decisión «rara» tomada, en cada congresista pillado con «empleados fantasmas» o autoridad usando el carro oficial para asuntos privados. Ya lo sabemos, pero parece que se necesitan casos «gordos y vistosos» en la prensa para que estas organizaciones muevan a alguien a las calles.
Otros -como el APRA, PPK y otros muchos- simplemente buscan pescar en agua revuelta. Así de sencillo, desprestigiar a algunos y auparse ellos como salvapatrias que son. ¿Que han protagonizado otras repartijas? Secundario totalmente. Sabemos que en el presente solo vale el ahora, el ayer se olvidó hace tanto que no duerme ni el sueño de los justos en una oscura hemeroteca.
El sistema no está corrupto, es corrupto. Sorprendernos de que en un sistema basado en el reparto de todo el poder sumado entre unos pocos, estos pocos lo usarán sabiamente en beneficio de todos, es negar tanto el diseño como la práctica. Podemos creernos el mito con algunas leyes, esas pocas en que hay debate de verdad, ¿pero con cargos en instituciones? Por favor, suma de votos pura y dura y a colocar la gente propia.
Reconocer que existe este problema de forma constante no es bajar los brazos ante esa realidad, es intentar combatir su raíz -el sistema- y no solo sus síntomas -un reparto concreto-.