Hacía tiempo que no hablaba por acá de una película, ¿cinco años tal vez? En fin, hoy he visto una de esas películas que si te dicen el trasfondo piensas «puede estar muy bien», si ves el avance cinematográfico piensas en que fue una oportunidad perdida, y cuando por fin miras la película te quedas anonadado, con el trasfondo tiene poco que ver, con los avances directamente nada, al final te queda la sensación de «intento fallido», intento fallido de crítica al capitalismo en una distopía, intento fallido de película de amor, intento fallido de película de acción. Sí, hablo de «In time» filme dirigido y escrito por Andrew Niccol (guionista y director de Gattaca, guionista de El Show de Truman), protagonizada por Justin Timberlake (como Will Salas) y Amanda Seyfried (haciendo de Sylvia Weis).
Si tienen intenciones de ver la película y no quieren saber partes de su trama, no sigan leyendo, si les da igual, bienvenidos. Si esperan una crítica cinematográfica, este no es el sitio adecuado. Avisados están.
Esperaba otra cosa. En todo el sentido. Vi hace mucho el avance en el cine, me gustó el planteamiento que daban (una sociedad donde la divisa es el tiempo de vida propio, ganas tiempo y pagas con tiempo, y alguien quiere cambiar el sistema por injusto) y me quedé boquiabierto al ver que el mismo se perdía, en el avance, insisto, en un cúmulo de escenas de acción, Parecía una película de efectitos sin sustancia, igual impresión le dio a un par más de quienes estábamos ahí para ver… da igual. Pero bueno, ¿cómo resistirse a una película de ciencia ficción? ¡Es difícil! En el cine no, claro, ya ven cuándo la he visto. No es propiamente una película de acción, creo que todas las escenas de la película en que había peleas o movimientos propios de una peli tipo Matrix se reunieron en el avance. Y no abusa (ni mucho menos) de los efectos (son los mínimos y necesarios), perfecto por ese lado (estoy cansado del abuso del tiempo bala y esas cosas).
Tampoco se le saca provecho a la distopía planteada, a las posibilidades de crítica al capitalismo (que a ratos parece que tampoco lo es), o a la necesidad de cambio, y todo pasa por una novela de amor vinculada a un Robin Hood del tiempo y poco más, una pareja que les une la violencia y el crimen más que las ganas de cambiar el mundo, en otras palabras, es una historia de Bonnie y Clyde sin banda y con un final feliz.
Y todo pasa «porque sí». Veamos, gracias a un tema genético (no, no como en Gattaca) la vejez se detiene en los veinticinco años, pero solo queda un año de vida y hay que conseguir tiempo, el tiempo es la moneda del mundo, y se usa como tal. Nos presentan Will Salas, hijo de un luchador (haciendo pulsos se juegan el tiempo), trabajador en una fábrica de los aparatitos que «encapsulan» el tiempo (si no me equivoco), un chico del gueto (la zona horaria -clase social- más baja) que vive al día (literalmente, pocas veces con más de un día en su contador) y que ve como poco justa la situación, sin más. El gueto es un sitio donde se mata por unas pocas horas más de vida. En el bar aparece un pavo cansado de la inmortalidad (no es tal, digamos que es uno de la clase alta con muchos años de vida que lleva un tiempo malgastando el mismo), la mafia del barrio le intenta robar y nuestro Robin Hood le rescata, el suicida le da, sin que Salas se dé cuenta, algo más de cien años. Todo esto precedido por una conversación en plan «para que haya ricos tiene que haber pobres» pero con el tiempo, y Salas recibe la noticia como si nunca se lo hubiese planteado y como si esa frase (poco más se dijeron) le hubiese cambiado por completo la forma de ver el mundo.
Aun así, Salas sigue siendo un respetuoso del sistema, la conversa no le ha cambiado, al menos aun no, ahora solo piensa llevar a su madre a la zona donde vive la clase alta, aprovechando sus cien años, tiempo que el suicida le dijo (mediante un mensaje en la ventana) que no malgastara, antes de eso le regala tiempo a su mejor amigo… Bien, el detonante real está en la muerte de su madre (interpretada por Trece), ahí realmente decide que algo está muy mal y que hay que cambiarlo. No sabe cómo, pero va a la zona horaria de los ricos para ver cómo ataca a los que más tienen para dárselo a los que menos. Y porque sí se enamora una chica de él, porque sí lo llevan para arrestar/interrogar a un despacho de la mansión donde se encuentra (¿¡por qué no lo cogieron en ese momento y metieron en un carro!?), porque sí decide escapar (ante la desconfianza que tiene por los Guardianes del Tiempo, o sea, los policías), porque sí la chica que ya se había bañado en el mar con él (cuando es algo que ellos no hacen, por el riesgo, nos presentan a la clase dominante totalmente temerosa por lo que no pueden controlar) decide acompañarle en sus fechorías siguientes, puesto que, en un momento, se vuelven asaltadores de bancos.
Y sí, de un momento a otro la historia, porque sí, se transforma en una cosa curiosa en que un tipo decide que el sistema no es justo y que hay que cambiarlo a un cuento de Bonnie y Clyde mezclado con Robin Hood donde los dos amantes sin mucho problema asaltan los bancos del tiempo y reparten el mismo entre la gente (generando problemas curiosillos pero nada explotados), y ya. Nada más.
La distopía capitalista que plantean es evidente, pero demasiado (vamos, los policías son «guardianes del tiempo»), y a veces parece que no podemos hablar de una crítica al libre mercado como tal, sino a un sistema de «mercaderes» (en el sentido que hay una élite que controla los precios, con lo que no podemos hablar de un libre mercado como la utopía capitalista sueña), donde parece que nadie es consciente de la situación, salvo el padre de Bonnie, digo, de Sylvia (cuyo padre es dueño de una fortuna temporal, y de los bancos que primero atracan) y otros tantos magnates, que repiten una y otra vez su idea sobre el darwinismo y tal. Pero poco más. Tampoco se plantea alternativa alguna, o una lucha contra el sistema, al prota le parece injusto, la policía sabe que no es justo (mientras un novato que se plantea su trabajo constantemente), pero la solución es repartir migajas esperando a que el sistema se caiga y ya. Y nos muestran como si ello estuviera pasando, cuando en realidad algo que dijo el banquero padre es cierto, eso puede causar un «desajuste» por un tiempo, pero nada más. Hay que tener en cuenta que el problema en una distopía capitalista no está tanto en el abuso, sino en el sistema, esto es, el problema no es que muchos tengan muchísimo tiempo y otros muy poco, sino más bien en el sistema de explotación clasista que está detrás, lo otro es una consecuencia de lo primero.
¿Es entonces más bien una distopía puramente genética? Esto es, que el problema no es tanto el sistema capitalista con su peculiar divisa, sino más bien la divisa tal cual gracias al cambio genético introducido en toda la especie. Si eso es así el problema es que la rebeldía del protagonista reconvertido en ladrón de bancos no soluciona para nada la cuestión. El tema de si se debe vivir para siempre se plantea varias veces, contando el «nadie debería ser inmortal» pronunciado por Salas y su insistencia en que nadie debería vivir tanto si otros deben morir jóvenes, pero justamente la forma en que se plantea más bien irían acorde con la cuestión capitalista, no tanto con la genética. Y nunca se plantea el remodificar el código genético humano.
En fin, los personajes son bastante superficiales (y en general las actuaciones no ayudan), el chico bueno que realmente no cambia nada, la chica rica que quiere vivir de verdad, un poco de acción (y que entra en el espiral violento), el magnate que es controlado por fuerzas oscuras, el poli novato que se plantea cosas y el policía viejo que es alguien que salió del gueto y defiende es estado de las cosas aun a sabiendas que no es justo.
Eso sí, la película se deja ver (típica para tarde de domingo, como quien dice). Lo malo es que podría haber sido un peliculón, pero no lo es, podría haber sido una buena película de acción, pero no lo es, incluso podría ser una bonita historia de amor, pero tampoco lo es, y por último, al menos, podría ser una buena crítica al capitalismo pero, en el fondo, tampoco lo es.