Esta semana, no, y la pasada, bien, estos días, últimos o recientes, pasados más o menos, se habló mucho del orden de los apellidos en España. Incluso ya me encontré con gente que da por hecho que se hizo la reforma. Pues no. El gobierno, como en tantos temas, avanza y retrocede, oye campanas pero no sabe por quién o qué suenan, y la oposición hace escándalo por las puras. Lo más increíble, para mí, fue leer columnas (en diarios como El Mundo, La Razón o ABC) que hablaban de la destrucción de la familia por la medida propuesta… Esto… ejem… ¿Sabían que ya se puede elegir el orden de los apellidos de los chicos? Y desde hace realmente mucho tiempo.
La regulación actual es sencilla: Los padres escogen el orden de los apellidos de los hijos (decisión que se debe mantener del primer al último hijo), si no hay acuerdo entre ellos, vale el del hombre.
¿Resultado? El varón, si quiere que su apellido vaya por delante, lo único que debe hacer es negarse a acuerdo alguno. En la práctica no son muchas las personas que acceden a poner los apellidos «a lo portugués» (acá podríamos recordar que España es de los pocos países del mundo en que se usan dos apellidos, más aun, donde los documentos oficiales también recogen los nombres de los progenitores).
En fin, el gobierno ve que esa regulación en realidad hace que el hombre sea quien decide en la práctica (ya que el «no» le favorece), así que se le ocurre cambiarlo y piensan en una ley simple y fácil de aplicar que sea «objetiva», y van y hacen lo peor: Orden alfabético. ¿Suena mejor? Esto es, el orden alfabético no es necesariamente ni del varón ni de la dama, no, está marcada por el alfabeto que es de todos.
¿El problema? Que volvemos al punto anterior: Uno de los dos progenitores tendrá la primacía legal, con ello la parte con el apellido con «A» va antes que el de la parte con «Z», esto es, seguimos primando un orden sobre otro, una de las partes buscará el acuerdo y a la otra parte le favorecerá el «No».
Los columnistas opuestos a la reforma han puesto el punto sobre esta ordenación diciendo que así apellidos como «Zapatero» (el materno del actual jefe de gobierno, mal ejemplo, ese apellido él no lo pasa a sus hijas, que a su vez no podrían pasarlo, con la legislación actual a falta de acuerdo, a las nietas del actual presidente de gobierno) estarían abocados a la desaparición.
Creo que fallan el tiro en cuanto a la queja (aunque sí, a muy largo plazo la norma tendría ese efecto reductor de los apellidos existentes hacia los que ocupan los primeros lugares en el alfabeto -un acuerdo de los padres para mantener la existencia de apellidos como «Zapatero» lo evitarían, sea dicho, ya queda en manos de cada pareja-), el problema de la regulación, como digo más arriba, es que no soluciona el poder extra que se le da a una de las partes.
Ahora ese poder en la negociación favorece al varón (la falta de acuerdo), con la reforma propuesta (y para usar mis apellidos como ejemplo) favorecerá al «Arias» antes que al «Rodríguez» (ambos entre los 100 más comunes de España, así que ninguno desaparecerá en el corto plazo ni de casualidad), con lo que la parte con «Arias» (es igual si sea la madre o el padre) no tendría ningún incentivo para negociar, ya ganó el orden de su apellido (a falta de acuerdo), en una negociación solo podría perder (que fuera el segundo apellido). Con lo cual el problema de fondo (el poder de una de las partes en la negociación) sigue manteniéndose (de la dictadura del hombre a la dictadura del alfabeto), así que la reforma no soluciona nada (y puede crear otros problemas a largo plazo).
Creo que es positivo que se elimine el actual poder de negociación del hombre en cuanto al orden de apellidos (ojo, porque el sistema actual deja una laguna para cuando ambos progenitores legales son del mismo sexo), pero el sistema al que se debe ir debe favorecer el acuerdo y dar una solución, a falta del mismo, que no tenga orden a priori de apellidos (puesto que cualquier orden favorecerá a una de las partes en la negociación), a mí por ahora solo se me ocurre el sorteo a falta de acuerdo (dos papeletas con los apellidos, en el Registro Civil, como forma de solucionar la falta de acuerdo), pero seguro hay soluciones mejores.
(Y como otros tantos, también considero que no existe una demanda social mayoritaria para esta reforma, pero no vendría nada mal que se haga -y sí existe una demanda minoritaria y una situación de discriminación en favor del hombre que hay que corregir-.)