El lunes, en Radio Nacional a eso de las 10pm, entrevistaron a Bruno Rodríguez Parrilla, Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, y representante de ese país en la VI Cumbre Unión Europea – América Latina y Caribe, a la cual no asistió el presidente cubano, Raúl Castro. Cuba fue a Madrid con el discurso y el escepticismo de siempre, pero también dispuestos a abordar todo tipo de temas (los cuales, la gran mayoría, no se pusieron sobre la mesa). La entrevista fue, en general, muy buena, el canciller cubano mostró su desacuerdo hasta con la forma en que se informa sobre Cuba y se mostró, a la par, bastante a la defensiva en algunas cuestiones.
Siempre un líder político de un país, esto es, el vocero del oficialismo, dirá que los suyos son los datos «objetivos», que el resto de información dada está «sesgada» o «manipulada» (obviando que los datos «objetivos» del oficialismo también tienen esas taras), defendió, por supuesto, el proyecto político de su país y condenó enérgicamente la posición común de la Unión Europea sobre Cuba (y el embargo económico a la isla, claro), también se quejó agriamente sobre la resolución del Parlamento de la Unión sobre la muerte de un preso tras una huelga de hambre. Ambas cosas lo hizo destacando el fuerte doble rasero que tiene la Unión, se «preocupan» por los derechos humanos en Cuba y tienen posiciones de «sanciones» y «embargos» pero con otros socios comerciales, que violan los derechos humanos sistemáticamente, las relaciones son fluidas y «buenas», no se condenan las torturas de los socios y, por supuesto, no hay posiciones comunes sobre la colaboración de países miembros de la Unión Europea sobre las torturas que se cometen en el propio territorio de la Unión al servicio de socios atlánticos (entre ellos, cárceles secretas, vuelos de la CIA con secuestrados, etc.) ni se condena la participación de miembros de la UE en guerras contrarias al Derecho Internacional.
Me pareció muy buena la disposición al diálogo sobre ciertos temas espinosos, porque se hacían solo con una condición que la vieja Europa jamás aceptará: Que sea De Igual a Igual. El ministro de exteriores rechazó que Cuba deba dar «garantías del cumplimiento de DD.HH.» a la Unión Europea para poder dialogar sobre determinados temas, recordó que la UE no tiene un historial muy positivo en ese campo, que no es quien para «exigir» nada, pero que por supuesto hablarían de esos temas si se tratan en condiciones de igualdad y se ve también las posibles vulneraciones de la UE sobre DD.HH., entre ellas, dijo, el apoyo de la Unión al bloqueo económico practicado por Estados Unidos. En este aspecto recordó que la UE, cuando se «queja» del bloqueo a Cuba, lo hace porque considera que afecta a sus propios intereses económicos, y no por una postura principista desde los Derechos Humanos. Razón no le falta.
Al margen de todo eso, cuando se habló sobre «transición» (del sistema actual a una democracia formal y burguesa) y de la «oposición» en Cuba, el canciller dejó una frase que, para mi gusto, lo pone a la altura del betún, desmereció por completo el discurso mantenido hasta el momento y demostró que un funcionario de un Estado sigue siendo alguien que sirve a los intereses de los que mandan más que de los mandados, aunque tenga el apoyo de los mismo. Dijo (más o menos literal): «En Cuba no hay oposición legítima, todos esos grupos que usted menciona están financiados por intereses o potencias extranjeras, no hay oposición». En otras palabras, no hay con quien hablar porque no hay nadie con legitimidad opuesto al gobierno.
Con esa declaración lo que vino a decir es que si te opones al sistema cubano es que trabajas para Estados Unidos o sus lacayos, que ningún cubano de verdad se opone al gobierno, todo el que se opone, o al menos todos los grupos organizados de la oposición, son unos vendidos, ninguno lo hace porque lo considere «correcto», sino por intereses distintos y contrarios al de los «cubanos», solo el gobierno de Cuba sabe lo que los cubanos quieren. Esto constituye una falacia de principio a fin, una falacia ad hominem indirecta en toda regla.
Lo peor es que eso significa que no hay punto de entendimiento, que no se ve como interlocutor válido a cualquier persona que se presente directamente como opositora. Los reformistas, en general, no son considerados oposición, porque en esencia (en las bases) apoyan al gobierno de turno, son simplemente ramas distintas del mismo árbol, los opositores, como tales, para Cuba no existen, al menos no con legitimidad alguna.
Eso nos lleva a un serio problema en cuanto al pluralismo, el gobierno lo está negando de partida. Ojo, que un grupo reciba financiación o ayuda extranjera, o que su ideología sea «importada», eso no significa que no tengan razón para decir lo que dicen, o que sus argumentos no se sostengan en la creencia profunda y sincera de que dicen la verdad y que su opción es la más beneficiosa para todos los cubanos. Es un argumento, además, harto empleado con todas las izquierdas del mundo (en Perú mil y una veces) y que el comunismo en general siempre ha sufrido (¿cuántas veces se ha acusado a tal grupo de no tener legitimidad ni querer los intereses de sus conciudadanos por estar «a sueldo de Moscú»?), así que resulta intolerable que un gobierno de izquierdas use esa misma arma contra otros.
No voy a entrar a discutir los intereses «supuestos» de cada uno de los grupos de oposición que hay en Cuba, todos quieren acabar con el gobierno, eso es lógico y normal (sino no serían oposición, listillos), pero eso no los convierte automáticamente en agentes de potencias extranjeras, más aun, el restarles legitimidad de partida y entrar en el juego de acusaciones no hace más que reforzar su posición, ganar apoyos, no sé si dentro de Cuba, pero definitivamente sí fuera de la isla.
El gobierno cubano no debe cerrar las puertas al diálogo con ninguna formación o grupo, no puede deslegitimar a los mismos con apreciaciones del tipo realizado por el canciller, que todos están «a sueldo de Washington», porque lo importante, en el fondo, es el debate de las ideas, aunque no se vaya a aceptar ninguna tras dicho intercambio dialéctico. El considerar que no hay «oposición legítima» también significa que solo el oficialismo tiene «la verdad» (y esto se notaba cuando hablaba de «datos objetivos», solo lo que diga el gobierno es cierto, el resto responde a «otros intereses», sin darse cuenta que su postura también responde a unos intereses, el del statu quo gobernante), por tanto, cualquier planteamiento sincero de cambio es denostado antes de ser demostrada su falsedad (si llegara el caso), simplemente porque no se discute. Esta postura no solo afecta a la derecha cubana, sino a la propia izquierda, que aunque intente plantear debates será tachada de reaccionaria, contrarrevolucionaria o, lo que es incluso peor, «hacerle el juego a la derecha» (argumento mil veces repetido en política, o con nosotros o contra nosotros, que no lleva a ninguna parte).