Este gobierno no sabe qué hacer para terminar de satanizar a quienes se manifiesten en su contra, la última ha sido utilizar un fragmento del juicio de Fujimori, unas declaraciones de Vladimiro Montesinos, para atacar a Sutep (y generalizándolo, por supuesto, al resto de grupos que convocan el paro), en las cuales se acusa al sindicato de profesores (y al resto) de «valientes con la democracia y cobardes con la dictadura», tomando como ciertas las falsedades esgrimidas por Montesinos, más aún, usándolo como figura de autoridad en el reclamo publicitario contra las manifestaciones de mañana.
Desde el APRA se hace todo lo posible para desprestigiar la medida de fuerza de los trabajadores, hasta mentir directamente sobre el contenido del paro convocado, y esto desde instancias oficiales, como es el Ministerio de Trabajo, que acusan a los convocantes (por enésima vez) de perseguir un «fin político» sin contenido «laboral» (aunque dentro de las reinvindicaciones haya algunas como de salarios y similares, totalmente laborales), y en paros anteriores hasta el Presidente convocó a los medios para realizar escarmios públicos mediante un mensaje a la nación que era, a todas luces, inapropiado (por no decir que mentía en el mismo).
El comercial «contra el Paro», en principio, no identificaba a quién lo había pagado, siendo simplemente gasolina en todo este tema, aunque Jorge del Castillo ya salió para admitir que los fondos del partido de la Estrella se usan para estos menesteres, y aseguró la veracidad de lo dicho por el otrora asesor presidencial durante el fujimorismo, Vladimiro Montesinos.
José Alejandro Godoy nos recuerda un par de hechos significativos que desmentirían la brabuconada de Montesinos: Huelga de tres meses de SUTEP en 1991 y en 1999 la CGTP convocó un Paro Nacional Cívico apoyado, en ese momento y entre otros muchos, por el APRA (que también, recordémoslo, se sumó a huelgas y manifestaciones durante el gobierno de Toledo de corte similar, si no igual, a la actualmente convocada y satanizada).
Así que es mentira, a todas luces, que los sindicatos fueran «suaves con la dictadura», y no olvidemos que sufrieron, los líderes sindicales, una persecución brutal, fueron acusados sin pruebas de «pro terrucos» (acusación que vuelve a Palacio, y esto sí es peligroso) y muchos de ellos fueron asesinados. Bastante hicieron frente el fujimorismo, estando como estaban y siendo la situación que era, con pasaporte a la otra vida incluido, como para que ahora el APRA en el poder se cisque en ellos usando a Montesinos como figura de autoridad, y máxime sabiendo cómo fue la declaración del deleznable asesor durante el juicio (todo un intento de Limpieza de la cara del «presidente» Fujimori).
Pero ahí no acaba la cosa, el Gobierno está dispuesto a usar al ejército y no por gusto cambió, mediante Decreto Supremo Nº 007-2008-DE, el protocolo de intervención de las fuerzas armadas en situaciones de conflicto interno, ampliando y con mucho la discrecionalidad del presidente para llamar a los militares. Aunque el Ministro de Defensa diga que sólo van a «cuidar» instalaciones claves o estratégicas (las arengas presidenciales fueron más genéricas, y esto depende de su firma y no de otros), hasta Roberto Chiabra (general retirado del Ejército y ex ministro de Defensa) declaró que la presencia del Ejército en movilizaciones sociales no ayuda en nada, y puede empeorar la situación, ya que no están entrenados para eso y sus armas no son las acordes para los disturbios que se puedan dar en una marcha.
Espero que la CGTP y el resto de los convocantes tengan la suficiente sangre fría para no pisar el palito puesto por el Gobierno y respondan a la violencia dialéctica del mismo con una marcha ejemplar, justa y necesaria como es, y no se pueda luego, en los medios de la derecha represora peruana, hablar de disturbios como algo generalizado y olvidarse por completo, como suelen hacer, de lo principal, del fondo del asunto.
El uso del ejército es tal vez la medida más peligrosa que haya dado como forma de represión. Ojalá no tenga fatales consecuencias.