El matrimonio entre Izquierda Unida y el Partido Comunista, aunque no está acabado, no pasa precisamente por su mejor momento. El actuar desde la directiva de Izquierda Unida en cuanto a la persecución de miembros del Partido Comunista para impedirles participar en la federación es, digámoslo suavemente, demasiado descarado como para que desde el Partido Comunista no se intentara plantar cara de forma clara contra la directiva de Izquierda Unida.
El Partido Comunista salmantino sufrió en sus carnes la persecución por parte de Izquierda Unida: 30 miembros del PCE-Sal fueron considerados «no adscritos» a Izquierda Unida por la dirección regional y provincial de dicha coalición (recordemos que los miembros del PCE lo son también, de Derecho, de Izquierda Unida). Esto pasó hace ya tiempo, pero aún no ha sido resuelto.
El Partido Comunista en Castilla y León ha acordado, en Conferencia Regional, una condición sobre la participación del Partido en Izquierda Unida: Para que el PCE llegue a cualquier acuerdo programático o político en el seno de la Asamblea Federal de Izquierda Unida, el partido dirigido aún por Llamazares debe restituir en sus derechos a los miembros del PCE de Salamanca.
En la Conferencia Regional se encntraba Ginés Fernández, miembro de la Permanente Federal del PCE, que asumió como propia esta reivindicación de los comunistas salmantinos. En Salamanca, como bien recuerda el comunicado del PCE en CyL, los miembros del PCE no participan en Izquierda Unida al punto de no apoyar a la federación de izquierdas en las últimas elecciones, lo cual es más que grave.
Los miembros del PCE vallisoletano pretendieron que se fuera más lejos y pidieron, directamente, que el PCE se separe de Izquierda Unida porque dicha formación ya ni es alternativa ni mucho menos democrática. La enmienda presentada por los comunistas pucelanos fue rechazada por el resto de delegados.
En esta bitácora ya he hablado en alguna ocasión de estas «fricciones» entre el PCE e IU (el caso de Llanes, en Asturias, la reapertura del debate sobre la permanencia del PCE en IU o la posibilidad de que se presente «sola», en Andalucía, los continuos desacuerdos entre la ejecutiva del PCE y la dirección de Izquierda Unida, como en el caso de la Ley de Memoria Histórica, etc.), y que demuestran (o simplemente muestran) que algo está fallando en la coalición de izquierdas para que uno de los principales socios de dicha fuerza política (y uno de los fundadores) esté tan incómodo en el grupo de izquierdas, y que eso que falla, en gran medida, tiene que ver con caciquismo dentro de una IU que hace tiempo dejó de ser internamente democrática, demasiadas jugadas sucias y politiqueos baratos se ven un día sí y otro también en el partido aun dirigido por Gaspar Llamazares.
Luego echan la culpa de los resultados electorales al Sistema Electoral, que aunque tiene parte de «culpa» en cuanto al reparto final, no deja de ser cierto que Izquierda Unida pierde gracias a su inoperancia, a que ni sus miembros (en este caso, los miembros del PCE) confían en la coalición de izquierdas, ¿cómo quieren que el resto de los mortales les confíe su voto? ¡Si ni entre ellos si dan apoyos!
El Sistema Electoral perjudica al tercer partido, y crea una cierta cultura bipartidista, esto es innegable, como también lo es que si el tercer partido no es ni confiable ni una alternativa a los otros dos, está condenado a desaparecer en tanto que él mismo, como tercer partido, favorece el bipartidismo y el voto útil, e Izquierda Unida está siendo un verdadero paradigma en este sentido.
Y la cuestión no es sólo el «seguidismo» al PSOE (unas veces más cierto que otras), sino que internamente el partido no está funcionando, y se diluye en una serie de identidades para al final no tener ninguna, ya no hay signos referentes, consignas claras, política estable ni, lo más importante, democracia interna que permita a IU funcionar adecuadamente, al menos con los que tiene «dentro».
Y si una parte tan importante como el Partido Comunista español (mal que pese a muchos dentro de IU) se siente incómoda por actuaciones de caciques (como la expulsión de miembros, patadas en el tablero y demás) existe un problema serio, que refuerza el anterior problema de falta de identidad con una falta total de confianza por esas personas que deben vender el partido en el boca a boca.
Si IU quiere ser un partido alternativo de izquierdas, no puede repetir los errores de los principales partidos españoles, no puede funcionar internamente sin que exista democracia alguna (no en una formación como IU), no puede abandonar los ideales por los que lucha desde su fundación, no puede, en efecto, ser «uno más», sino que debe ser o intentar ser el referente de la izquierda anticapitalista (ya que el PSOE ni se lo plantea). Y si IU no consigue funcionar internamente bien y manifestarse como anticapitalista claramente (como poco), el PCE debe dar un paso al costado. Para votar a un partido de barones y reyezuelos que se creen de izquierda ya tenemos al PSOE.