Salamanca es una ciudad curiosa, y los salmantinos aún más. Y como cualquier población antigua que ha vivido épocas de importancia extrema, Salamanca está llena de tradiciones pintorescas (como casi todas las tradiciones la verdad), y una de las que más copan el significado de extraño es, sin lugar a dudas, el llamado Lunes de Aguas (celebrado hoy día). En todos los calendarios oficiales sobre festividades aparece el 31 de marzo como laborable (en Salamanca quiero decir), pero las tiendas y demás están cerradas, con un bonito cartel de «cerrado por festividad local», hasta la Catedral, abierta a perpetuidad (pegadas, eso sí, un lado es la vieja y el otro la nueva), se toma durante la tarde un descanso. Ustedes dirán, qué tiene que ver un lunes, aguas y demás con las prostitutas mencionadas en el título de la entrada… Pues cosas de la tradición, justamente.
Esta historia le resulta ciertamente increíble a la gente a la que se la he contado, pero es verdad de la buena, como quien dice. Todo se remonta a los años más católicos del Reino de España bajo el despótico mandato del prudente Felipe II de Habsburgo (sí, el segundo rey de la Casa de Austria), que decidió que durante la cuaresma y la Semana Santa, las prostitutas tenían que irse fuera de la ciudad. Así, tal cual. Así que durante esos periodos las profesionales del amor de Salamanca cruzaban el Río Tormes y quedaban hospedadas y bajo los cuidados cuasi carcelarios del Padre Lucas, conocido como «Padre Putas» (tal cual señores).
El segundo lunes tras el Domingo de Resurrección era el día destinado para que las prostitutas pudieran volver a calles salmantinas para alegrías de las oleadas de estudiantes y resto de varones que siempre han poblado la villa castellana (o leonesa, o castellanoleonesa, según con quién hables). Los salmantinos, deseosos de encontrarse con las rameras cuyas caras deseaban acariciar, iban a orillas del río y esperaban a las damiselas de moral en venta con una de las ahora típicas comidas charras, el hornazo (una suerte de superempanada con todo lo rico dentro).
Y es lo que queda, lo de ir al río con hornazo quiero decir, ya no se echa a las prostitutas durante la cuaresma y la larga Semana Santa, ya los estudiantes no tienen que esperar hasta el Lunes de Aguas para… bueno, ya me entienden, si no se van es que se quedan… La tradición del Lunes de Aguas ha quedado, así pues, es una fiesta en que los salmantinos (todos los que vivimos en la villa, o los que están de paseo, que en estos días son hartos, el francés, por momentos, parece el idioma oficial de la capital charra) van a tomar y comer al río, y días como hoy (con sol a rabiar, mientras que ayer granizó, este clima serrano hace lo que le da la gana de un día para otro), la fiesta es bastante cumplida y no se frena tras la comida de rigor a orillas del Tormes, las tiendas cerradas por «fiesta local», la Catedral con un cartel de «cerramos desde media tarde» (lo pueden ver bien en el DG, donde colgué la foto al comienzo destinada para la bitácora :P -los textos son, en su mayoría, de Kotler, al igual que la fuente del resumen que hago de la tradición salmantina-) y todo mundo yendo y viniendo del río, mientras que las panaderías, eso sí, hacen su agosto vendiendo todo tipo de hornazos, muchas variantes modernas y para todos los paladares de una verdadera comida tradicional.
¿Por qué rayos les cuento todo esto? ¿Qué tiene que ver el título de la entrada con el resto de la misma? Es que cuando, regresando de cubrir (llamémoslo así) el Lunes de Aguas para la gente del DGratis (Rubén y yo) pasamos por la Catedral, que una amiga nos dijo que estaba cerrada y nos parecía, simplemente, increíble (o el colmo de los colmos), y lo primero que pensé al leer el cartelito fue «este obispo se ha ido a buscar a las putas, como manda la tradición» y bueno, de ahí surge este arrebato de contar algo fuera de tema por completo, que para cosas como esta tengo el Cajón de Sastre.
No dejo, de todas formas, de intentar imaginar la escena antaño, toda esa gente bien vestida, cada quién según su época, ya desde el Siglo XVI (Siglo de Oro, no lo olvidemos), en esa ciudad donde Antonio de Nebrija publicó la primera Gramática del castellano (profesor de la docta Universidad de Salamanca), donde se produjo el debate sobre el alma de los indígenas de américa y demás detalles, esto es, el nacimiento del Derecho de Gentes durante el Imperio español (ese nacido del debate entre Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas, entre otros), me imagino a toda esa gente de bien yendo al río a esperar a un puñado de rameras que bien se ganaban unos cuantos reales y escudos a base de bien, de repartir felicidad, como dice un amigo. Y el Padre Putas durante tanto tiempo con las señoritas de moral distraída, la madre que le trajo… En fin, toda esa gente cucufata y huachafa, engañando a sus novias y esposas mientras esperaban a prostitutas frente al río en un país donde eso estaba más que prohibidísimo por la moral pública, pero que en el mundo privado era el día a día. Esa doble moral, esa doble moral…
Eso realmente es lo que determina esta reflexión, la doble moral que siempre nos ha acompañado, lo bien que separamos el discurso de nuestras acciones. Y mientras una sociedad es más moralmente represiva es, a su vez, más valedora de la doble moral, del doble rasero y no sólo en temas de sexualidad, sino ya en todos. Y eso es un problema. Sociedad hipócrita.
Me ha divertido leer tu apunte. No conocía tan alegre e hipócrita fiesta de la tierra que me vio nacer.
Salud
Aibá, no sabía que había nacido en tierra charra. Me alegro que se haya divertido con el apunte, realmente es una fiesta que se merece irónicas sonrisas y alegría, ¡que se celebra la vuelta de las putas! Jajaja.
Hasta luego y gracias por el comentario ;)
En Ledesma, para ser más preciso.
Qué buen post, wayna, y qué bien conoce mis aficiones, claro que me ha gustado.
Y ese hornazo parece muy apetecible y fácil de preparar, a ver si lo intento algún día. Siga escribiendo de estos chismes históricos que son más divertidos que la política :P
Saludos
@Josemanuel: ¡Ledesma! De donde son las famosísimas (y que aún no pruebo :S) rosquillas de Ledesma. Aún no conozco el pueblo ese, pero ganas sí que tengo para pedir las rosquillas y que me den «las verdaderas» rosquillas de Ledesma :P.
@Morena: Cuando terminé esta entrada me acordé de vuestra merced, y pensé «bien Morena me ha quedado», jajaja. Por eso se lo espameé :P. Inténtelo, inténtelo, teniendo en cuenta su toque culinario, fijo que le queda bien ;).
Hasta Luego.