La represión generalizada a la población palestina por parte del gobierno de Israel es brutal, sin tapujos, y desde cualquier punto de vista, desmedida. Dicha represión debe considerarse un genocidio en toda regla, un castigo generalizado a una población que no hinca las rodillas ante los caprichos de una teocracia como la israelí. Tienen el cuajo de asegurar, desde el propio gobierno, que van a «desconectar Gaza», empeño en que vuelcan sus esfuerzos desde hace más de dos años, y que ha llegado a puntos insostenibles en los últimos días, y tienen la sinvergüenza de decir que seguirán «dando» gasolina y gas por «razones humanitarias», cuando han dejado sin «mundo moderno» a toda la población (más de un millón y medio de personas).