Salamanca, como alguna vez he dicho, es tierra de caciques, y a la antigua usanza además. Pero es de caciques poco listos, que se olvidan que hay formas que deben cumplir, y que hay algunas cosas que quedan muy mal (como impedir a los vecinos entrar a actos públicos y luego echarlos de la sala a patadas -tras dejarlos entrar ante la insistencia de la oposición-), y otras que ya rozan lo delictual.