O algo así. Hace unos días hablaba con un par de personas sobre los negros, esos grandes olvidados, que escriben las obras con las que otros se hacen famosos, o las obras de los famosos que sabemos que realmente no escriben nada (esas autobiografías que ahora abundan por parte de personas que más bien parecen incapaces de escribir dos líneas seguidas con un mínimo de coherencia). En fin, siendo un poco torticeros, decía que eso de ser el negro de otro está bien, esto es, te permite chantajearle en un futuro cercano, y, en su caso, puedes hacer trabajos relativamente bien pagados sin fama ni nada de eso, pero a la par, permite, sin pudor, plagiar a otros. Jamás te acusarán a ti, a fin de cuentas, el que firma es otro. Una jugada curiosa es que el negro se autoplagie, y con ello saltar a la fama literaria, en el caso que el famoso no quiera apadrinarte como escritor.