La sociedad española, los distintos agentes de la misma, han cambiado, sus necesidades y preocupaciones han variado, aunque muchos problemas estructurales continúan hoy sin verse solucionados desde un lejano ayer, no es lo mismo la situación de falta de libertades donde los partidos recién legalizados peleaban por arañar un nuevo derecho desconocido por el régimen existente, que un día como el de hoy donde muchos de los llamados principios rectores debieran constituirse realmente como derechos, protegidos, exigibles, garantizados. Mientras eso no pase, serán más que palabras bonitas en un texto relativamente bien redactado, mientras no se dé el paso definitivo a la mejora de los derechos y de la configuración de los deberes, esta Constitución, como cualquier otra, estará coja.
No se puede negar el valor de la actual constitución, considerándola históricamente quiero decir. Y, también, el valor para el día a día en el que aún se lucha por ciertos derechos que cierta parte de la oligarquía se niega a reconocer. Pero, por más valor que tenga, por más entendimiento histórico que tengamos sobre el texto constitucional, actualmente es insuficiente. Buena parte de la misma se ha quedado anticuada, otra es simplemente inútil, en tanto que mantiene instituciones anacrónicas que son contradictorias con el espíritu de la propia carta magna. ¡Las concesiones que se hacen por la paz social en momentos concretos! Pero no pueden ser por tiempo indefinido, la razón está en contra de mantener un principio de igualdad al lado de un Monarca que lo niega. O una cosa o la otra.
El tema autonómico es importante, en el momento de redactar la carta magna no existía nada de eso, se tenían ciertas ideas de cómo debía ser la descentralización que unas cuantas zonas deseaban, pero el resto o no estaban por la labor o lo consideraban demasiado para sus nacesidades, las regiones con un régimen no legislativo y las comunidades autónomas, en los planes de los padres de la norma suprema, vivían en paralelo. En la práctica todas las zonas se han constituido en Comunidades Autónomas y prácticamente todas intentan llegar al techo de competencias marcado por la Constitución (sin contar con los territorios forales, que tienen unas especificidades económicas -sobre todo- que rompen la norma de igualdad entre regiones). Es necesario que una reforma reconstruya la regulación autonómica, hoy que las necesidades no son las mismas que antaño.
Y a la par que se realiza esa reforma, es necesario a su vez modificar Las Cortes, que bien pensaban en una cámara territorial y otra popular, pero no sabiendo cual sería el nuevo mapa de España tiraron por regular lo conocido y dejar en el limbo el resto, así para ambas cámaras se parte de la denostada provincia, sin mayor sentido en la mayoría de territorios, sin ninguna justificación para mantener una bicameralidad en un supuesto casi inexistente.
Todo ello lo digo para adecuar mejor la actual constitución a la realidad española, no son reformas revolucionarias ni mucho menos, me encantaría verlas, pero no es el tema que tratamos, es necesario, en todo caso, que el texto que guíe a un país se adecue de la mejor forma a la sociedad que rige, y mucho ha cambiado en todos estos años, el avance en los derechos, la caducidad de una institución, la configuración total del Estado de las Autonomías, la crisis de representación que supone un Congreso de Diputados basado en las provincias al lado de una cámara territorial que no logra representar a los territorios llamados Comunidades, una Unión Europea que no estaba en los sueños de quienes hace años firmaron una carta magna pensando en las Comunidades Europeas, ya bastante superadas.
Hoy, no cabe duda, es un día de júbilo, en gran medida se acabó con el Franquismo (que no con los franquistas o con el poder franquista, esa es otra cuestión), al punto que la institución de la monarquía pasó por las urnas (fue ratificada junto con la Constitución). Pero por lo mismo que, como fecha histórica, nos debemos alegrar, debemos (sí, como deber) aprovechar este feriado para reflexionar sobre lo que significa esta Constitución, hasta qué punto es conocida y aplicada por todos los agentes sociales (no sólo la administración o los jueces, día a día es vulnerada por un sinfín de personas), y sobre todo, ante todo, es un buen momento para pensar en el futuro de este texto, sobre cómo ir mejorando la Constitución de un país cambiante. Hay que recordar, eso sí, que la Constitución no es algo sagrado que no podamos o debamos tocar (como muchos dicen o predicen), es un instrumento que mal que bien nos gobierna a todos, y por tanto, sometido a las inclemencias del tiempo, como toda sociedad y cultura. Es necesaria su reforma, es hora de ir más lejos.
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