Cuando se pide una «izquierda moderna»

Será que no me meto (demasiado… o creo que no lo hago) con sus cosas, así que me resulta molesto cuando desde otros ámbitos ideológicos se «pide» una «izquierda moderna»; más cuando los requisitos para la misma significan, en el fondo, no ser izquierda. Esto lo digo en gran medida sin ánimo de «repartir carnés de izquierdistas», lo pongo de manifiesto, dentro de las múltiples izquierdas, porque normalmente a esa descripción abstracta de lo que debemos defender se le suele llamar «centroizquierda» e, incluso, dentro de ella nos encontraríamos en el «ala derecha de la centroizquierda». Y no rechazo que se nos critique, por supuesto que no (¡nos viene bien, incluso!), lo que me desespera son los consejos que te llevan a la tumba ideológica desde una superioridad moral absurda.

Toda esta nota es una rabieta a la escrita por Juan José Garrido, director de Perú 21, «Sin izquierda», donde, por un lado, intenta analizar (en el poco espacio que tiene) las causas de la caída o la inexistencia actual de la izquierda y, por otro, pide que la misma se construya porque, en el fondo, es bueno incluso para moldear una mejor derecha. Comparto con Garrido algo básico que no terminamos de ver claro en las izquierdas: la principal culpa de la inexistencia electoral es nuestra. La principal razón por la que la gente no nos vota o votaría es nuestro propio fracaso en varios ámbitos. Muchos otros elementos también influyen, por supuesto, y no tenemos los mejores amigos que nos allanen caminos, pero eso son piedras en el sendero que somos incapaces de andar, que no removemos ni evitamos, que aceptamos con un victimismo patético para nuestras propias historias y las luchas (con sus victorias y fracasos) anteriores. Lloramos sobre la leche derramada donde deberíamos beligerar.

Algunas de las razones que da Garrido para que las izquierdas estén hundidas en vez de unidas (no puedo evitar este tonto juego de palabras) está el tema de la participación del estado en la economía (se ve que es algo que no entendemos). Para defender una «una economía más de mercado que de Estado» (y dejando al margen que no solo en las izquierdas nos encontramos economía planificada o intervenida por el Estado) no necesitamos una «izquierda» de ningún tipo, al menos si ya hemos dado un paso adelante desde los postulados más revisionistas de la tercera vía socialdemócrata. Criticaré (como critico) mucho a los liberales por defender el «libre mercado», pero jamás le pediré a un liberal que deje de defenderlo y mantenga el calificativo de «liberal».

No termino de entender qué encuestas lee el director de Perú21 o cómo las lee (seguro que tiene más información, esto es, toda la base de datos entera –es su diario quien contrata–, porque lo publicado en la web de Datum no concuerda con lo que él dice, mirando la presentación de Pulso Perú de diciembre –PDF– o la de Pulso 06/15 de Segmentación Ideológica –PDF–), por un lado, existe un peruano autoritario que, además, es votante de Keiko y PPK (por cierto, el liberal peruano es votante de Keiko según esa misma encuesta) y en Perú prácticamente nadie ve a estos candidatos como izquierdistas (así que es difícil pensar que el 39% de los autoritarios sean básicamente de las zurdas políticas). Pero es que el propio Garrido culpa a las izquierdas de no entender que los peruanos queremos más libertad de mercado cuando al menos la encuesta de Datum nos dice que más del 50% de los peruanos pide más intervención del Estado en la economía (solo el 14% quiere que se reduzca). Es difícil ver en ese capítulo económico el fracaso de las izquierdas al menos en la forma planteado en el artículo citado. Las izquierdas fracasamos al transmitir nuestro modelo alternativo (como mínimo) o, incluso, al ponernos de acuerdo en el mismo (esto es lo habitual, estamos cuatro en una sala y ya tenemos cinco formas de montar el sistema económico y nuestra síntesis resulta peor que cualquiera de las tesis y antítesis planteadas en ese mismo debate… si es que llegamos).

En fin, no es la primera vez ni será la última que se plantee que la izquierda «abrace el capitalismo», de hecho, hubo mucho debate en el 2013 cuando se comenzó a hablar de la confluencia (aquí pueden encontrar lo que escribí al respecto, así que no me explayo sobre ese punto más de lo ya hecho hasta ahora).

Otro punto, señala Garrido, está en el apoyo al gobierno. Personalmente lo critiqué mucho (aunque en segunda vuelta sí que aposté por Humala sobre Fujimori), me desesperó la marcha que montó la CGTP en su día y todo lo que pasaba en ese primer momento (la CGTP rectificó ante el viraje del gobierno)… y hay movimientos actuales que me descolocan mucho (como lo de Villarán con Urresti, de lo que hablé en De Igual a Igual); pero de ahí a asegurar que no nos hemos opuesto a este gobierno hay un paso demasiado grande, no nos quedamos cayados. Por todos lados. No podemos obviar las rupturas con Gana Perú de muchos congresistas, todos o casi todos los que venían de la izquierda y pactaron con el PNP en el 2011 (entre esas personas, la propia Verónika Mendoza, candidata del FA).

Pero es que son muchos los asuntos en los que las izquierdas han ido directamente contra el gobierno (y en la mayoría con la sensación de haber sido traicionados), como la minería, la política sobre la consulta previa a las comunidades indígenas y pueblos originarios, derechos sexuales (reproductivos, a las minorías, entre otros), sindicalismo y derechos laborales, política económica… Tenemos el pecado original de haberle apoyado en 2011 frente a Keiko (algunos) o desde el saque (la mayoría) y ya parece que fue una carta blanca y, al menos, la experiencia de todos estos años de lucha contra Humala, demuestran lo contrario. Tal vez si Garrido no se ha enterado de esto, es porque su medio no lo cubrió. Lo que sí no hicimos es deslindar por la derecha, solo faltaría.

Para acabar con esta rabieta escrita: no me gusta que nuestro papel se describa solo para generar un contrapeso electoral; no, nosotros debemos tomar el poder y acabar con la sociedad clasista, perseguir de forma permanente la utopía y, nos falta, saber cómo hacerlo y exactamente qué es lo que queremos al final. Lo que hay es una contrucción de la derecha a la que nos oponemos, convertirnos una mera comparsa de esa estructura es querer, en realidad, que la izquierda sea derecha. Moderada, bonita, progresista, pero derecha finalmente.

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