[[Publicado originalmente en De Igual a Igual]]
La única forma de poder perdonar y reconciliarse con el otro, es a través de la memoria
El Arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal española, Rouco Varela, volvió a arremeter contra la Ley de la Memoria Histórica y todo el movimiento que pretende, como poco, dignificar a las víctimas de la Guerra Civil al menos sacándolas de las fosas comunes y dándoles sepultura. Al arremeter contra la norma introdujo un nuevo argumento: «A veces es necesario saber olvidar«. Encima lo que quiere decir es que «el agraviado olvide»…
El Arzobispo tiene razón cuando habla de la necesidad del perdón, de la reconciliación y de quitar el lastre del pasado a los jóvenes (y al resto, no solo a ellos), pero no es posible el perdón, ni la reconciliación ni mucho menos superar lo que sin duda es un episodio traumático cuando:
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El pasado sigue presente, no es que se reabran heridas viejas (como se suele decir), es que las heridas viejas nunca se han cerrado. Cuando la última víctima haya sido desenterrada de las fosas comunes, identificada y devuelta a la dignidad de su familia podremos decir que hemos cerrado esas heridas, antes no. Imposible.
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Solo se pide que «olviden» los que perdieron la guerra civil y vivieron cuarenta años de dictadura, los vencedores nunca olvidaron, nunca perdonaron, y aun hoy no lo hacen. Lo vemos con todos los revisionistas (muchos de ellos cercanos a la Iglesia Católica) que nunca, pero nunca, son tachados de «reabrir heridas» ni de «traer el lastre del pasado al presente», la propia Iglesia prepara la beatificación masiva de 800 víctimas de la Guerra Civil, todas ellas muertas a manos republicanas y abandona a las víctimas, también eclesiales, muertas por oponerse al bando «nacional».
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Dentro de la propia Iglesia la «memoria» sigue presente, no solo «no olvidan», sino que nos recuerdan de forma constante que ellos estuvieron en el bando ganador, que aquello no fue una guerra fratricida sino una cruzada (aun muchas Iglesias, Catedrales y otros centros religiosos lucen placas alabando el alzamiento como un hecho positivo para la Iglesia, además de negarse, en la actualidad, a retirar esos símbolos. Muchos curas siguen llorando por la muerte de Franco, sin olvidar que no son solo «curas de base», sino que incluso, el por entonces Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela pidió el voto, antes de unas elecciones, para los falangistas o sus herederos ideológicos.
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Procesos similares pero de signo político contrario sí han contado con el apoyo de la Iglesia, o al menos no con su oposición, así pues, con Aznar como presidente, el gobierno aprobó, con el apoyo de casi todos los grupos políticos, una alta partida presupuestal para favorecer la búsqueda, identificación y repatriación de los cadáveres de los militares de la División Azul que perdieron la vida en Rusia durante la II Guerra Mundial peleando al lado de los nazis. ¿Por qué está bien abrir fosas comunes en Rusia y no dentro de España? ¿Por qué uno es abrir heridas del pasado y el otro fue dignificación de los muertos y el cierre de las heridas de las familias de estos militares?
Entiendo que, desde una postura cristiana, el perdón se pida como necesario en la reconciliación, entiendo que hable de espíritu conciliador, de tolerancia y demás, pero no entiendo, ni puedo compartir, que pida olvido.
Es imposible perdonar sin saber, sin cerrar las heridas. Es imposible basar la paz social en hacer un borrón y cuenta nueva, y es totalmente hipócrita pedir que «olviden y perdonen» los del bando contrario, cuando dentro de sus filas se sigue «recordando» todo lo que pasó, cuando él mismo promueve la memoria de sus propias víctimas, es muy cínico que él pida que los otros olviden, esto es: abandonen a sus parientes; rehagan su vida como si nada hubiese pasado; que sus muertos se pierdan en el tiempo. Y todo ello mientras que él se dedica a rescatar la historia que pide que otros olviden, muy a su manera, elevando a la caegoría de casi santos a quienes murieron entre sus filas por culpa de el otro.
Olvido jamás, perdón puede. Pero para perdonar a alguien esta persona se debe haber arrepentido de lo que ha hecho, y en su caso, debe haber expiado sus crímenes, pagado por lo que hizo. Incluso se puede aceptar el perdón sin expiación, pero nunca, absolutamente nunca, se puede perdonar olvidando. Para perdonar hay que sanar las heridas, cerrarlas tras 70 años de lenta sangría, y para ello justamente lo que no debemos hacer es olvidar. ¡Todo lo contrario!
¿Cómo el Arzobispo puede hablar tanto de responsabilidad personal y moralidad a la vez que pide, realmente, impunidad e inmoralidad mediante el olvido? ¿¡Cómo!?
El presidente del a Conferencia Episcopal española hace bien pidiendo que liberemos a los jóvenes, a la sociedad, de ese nefasto pasado, pero si no conocemos el pasado estamos abocados a repetirlo, si damos la imagen de que se pueden cometer masacres sin que nadie pague por ello estamos enseñando a los jóvenes que es posible hacer lo que a cada uno le dé la real gana ya que no existen responsabilidades por las propias acciones (total, hay que olvidar y perdonar), esos jóvenes no entenderán, además, por qué su abuelo no tiene una tumba, por qué debe, su sociedad, perdonar algo que no se quiere recordar.
Olvidando perdemos la capacidad de reconciliarnos, reconciliar la sociedad no es lo mismo que imponer el silencio a los vencidos de hace setenta años, y si no queremos que el fascismo vuelva (y con fuerza) debemos, cada día, a cada hora, recordar lo negativo que fue, la cantidad de víctimas que dejó y lo que significaron 40 años de represión total. Si olvidamos eso, luego no podemos quejarnos porque nuevas generaciones vean con buenos ojos un sistema que tanto mal trajo, que solo generó violencia.
Pero claro, el Arzobispo quiere que olvidemos lo que ellos hicieron, cómo la Iglesia abandonó a media España y cómo dentro de la misma se castigó (y se sigue castigando) a quienes se pusieron de lado de la República, del lado de los obreros y sindicatos, cómo todos los privilegios que hoy por hoy mantienen se los deben al generalísimo, y que gran parte de los atropellos durante es época se hicieron en nombre de Dios con el visto bueno de la Conferencia Episcopal. Y eso que la Iglesia, la jerarquía, reconoció tiempo atrás que todo ello fue un gran error, pero en vez de un verdadero mea culpa piden el olvido de las atrocidades cometidas.
[[Publicado originalmente en De Igual a Igual]]