El presente artículo recoge un correo que mandé a la lista de mi promoción (del colegio), escrito como respuesta de un debate armado a partir de la columna de César Hildebrandt, «Compre peruano (¿dónde?)» (publicado en La Primera en febrero de este año), este texto iba seguido con una larga soflama anti-chilena que se centraba totalmente en los negocios chilenos en Perú, primero en los centros comerciales controlados por ellos, y luego anunciaba lo perjudicial que era para los peruanos además de indicar que todo era un proyecto geopolítico chileno para «conquistar» (no lo ponían literalmente, pero casi, incluso lo vinculaban con el diferendo territorial marítimo) Perú, seguido por una lista de marcas chilenas, o productos hechos en Chile (porque habían marcas suizas cuyos productos llegan al Perú hechos en Chile y eran tachados como «no aptos», así como marcas originarias en Chile que se producen en Perú y eran igualmente «vetados»). A esto respondí así (cambio los nombres de mis compañeros y modifico, eso sí, un par de cosas):