¿Cuántas veces arrastramos, por pura inercia, prácticas del pasado que hoy carecen de sentido? El mundo del «Derecho», en general, es el campeón de esta práctica (o subcampeón si pensamos en las instituciones religiosas como firmes competidores). La Administración, en concreto, arrastra (y vuelvo a repetir la palabra) demasiado; sobre todo en temas que antes tuvieron sentido y que hoy ya no. Un ejemplo muy concreto pero, a la vez, absolutamente común: la diligencia de imputación a una subvención sobre el «original». En fin, esto es más un desahogo personal que una propuesta o análisis serio del tema que voy a tratar.