Iba a poner de título, en un alarde de creatividad desmesurada, «El peñón de la discordia»… pero lo que hay con Gibraltar no es discordia como tal (que sí), sino mucho, pero que mucho circo. Y parece que siempre es en verano o cuando faltan otros temas para servir los periódicos y tertulias de radio (sí, «servir»). Y pico el palito y me meto en este follón absurdo.
La verdad es que el tema es jurídicamente simpático, políticamente entretenido (en el plano diplomático) y lleno de comentarios totalmente fuera de lugar (esos contertulios, ¡qué haríamos sin ellos!), con una mezcla de lo público, lo privado y lo fiscal que resulta hasta tierna. Todo ello sazonado de mucho pero que mucho patriotismo (por parte de todos), y demagogia barata (y cara).