El otro día dio la vuelta al mundo una parte del programa de Chávez, en que por teléfono el presidente venezolano amenazó con expropiar una entidad bancaria si no daba unos créditos «en cumplimiento de la ley». Venezuela continua siendo uno de los países latinoamericanos donde la referencia a la «ley» es una burla a la inteligencia, no es que no existan leyes (las hay a patadas), es que su cumplimiento es arbitrario (como en cualquier país con los índices de corrupción como el venezolano, y es algo que el «chavismo» no ha sabido -o querido- corregir). Este caso de la sucursal se ha discutido mucho en Internet, los defensores hablan de cumplimiento de la legalidad (¿la ley contempla que el presidente llame por teléfono a una empresa para «amenazarla con expropiación»? seguro que existe un proceso formal para ello y no la llamada del cacique) y de poner fin al poder bancario (más allá de la bravuconada no veo que se le ponga cota a nada), mientras que los detractores prácticamente hablan del fin del mundo en Venezuela y el Advenimiento de Stalin (ni de lejos).
Chávez lleva un tiempo «expropiando», más de una vez en directo ha ordenado que tal o cual empresa o inmueble sea expropiado. Esto es preocupante. No es que lo sea el uso sensato de la expropiación, o su uso como mandan las leyes (la forma, al menos pública, en que Chávez lo hace es la contraria, crea la necesidad después de decidir la expropiación), sino la forma y el fin por el que Chávez expropia. Se está cargando su propio tejido empresarial, son pocas las factorías que, una vez expropiadas, producen bien, e incluso se recurre más que antes a la importación (por parte del propio sector público y expropiado), con lo que, además, se repercute negativamente en la capacidad productiva propia.
Nacionalizar o estatizar una empresa no significa, necesariamente, socializarla. No pocos gobiernos de derecha mantienen empresas públicas, y no pocas dictaduras y autocracias de ese palo las promueven. No, socializar una empresa es ir más allá, es pasar una empresa al control de sus trabajadores, a que nadie los explote, y a que sirva al interés general de la clase trabajadora. Lamentablemente lo que Chávez hace se limita al gesto de expropiarla. Porque ni siquiera les da un buen uso.
No puede ser, como ya ha pasado, que se le dé permisos de construcción y explotación de un centro comercial a una empresa, y sin reales razones de utilidad pública ni una valoración del justiprecio como mandan los cánones finalmente se expropio lo construido (con la excusa de ser una aberración para el centro de una ciudad) y que a día de hoy ese inmueble esté mal ocupado por desplazados de las lluvias, a los que han hacinado como han podido en un edificio que no está habilitado para tener huéspedes de forma continuada, más aún, a los que malmeten en los sótanos, mientras que el bodrio del Centro Comercial ni produce ni deja producir, y la aberración estética ya está más que cometida.
No puede ser, por más pelea y todo eso que haya ocurrido, que ahora Venezuela tenga que importar cemento (y hasta Cuba le mande) por la mala forma en que se hicieron las expropiaciones de las industrias vinculadas al mismo (sí, los dueños fueron bien cabroncetes al «parar» la producción desde el país del norte, pero el gobierno debió pagar, y cuando pagó todo al redil, parcialmente al menos).
No puede ser que se expropien terrenos pertenecientes a instituciones públicas (como una Universidad) cuando los negocios en su interior, el alquiler de ese edificio para esos negocios, básicamente mantenía los presupuestos de una buena Universidad que ahora debe buscarse los recursos por otros lados. ¿Y qué se está haciendo con ese edificio?
Así uno y mil ejemplo. Que se entienda: No estoy posicionándome en contra de las expropiaciones, sino de las formas y fines con las que Chávez las realiza. No favorece a sus trabajadores, como todos los ejemplos de lo que está pasando con los sindicatos combativos (no olvidemos: «Entrevista a Orlando Chirino, sindicalista de CCURA» -realizada por El Libertario– y «Entrevista al colectivo editor de El Libertario» realizada por el Grupo Star).
Chávez las está ejecutando, además desde el personalismo, de forma arbitraria, sin un plan concreto o público de acción, sin pasar el control a los trabajadores, de forma populista y clientelar. Las expropiaciones que hace, en general, son cacicadas en todo el peor sentido de la palabra, y esto, además, manteniendo vigente un esquema privativo de propiedad de los medios de producción (la constitución consagra la propiedad privada, y las empresas mixtas como mejor fórmula, en Venezuela se ejerce un capitalismo de Estado que en nada mejora los esquemas de dominación existentes), ¿este es el camino hacia el socialismo del siglo XXI? Otra vez me pregunto: ¿Qué socialismo?
Lo que está ocurriendo en Venezuela va contra la propia idea de la seguridad jurídica, debería existir un plan público (un plan de verdad, no lo que hay ahora) y un mecanismo conocido para ir socializando los medios de producción en que se consulte a los trabajadores de la empresa (en la gran mayoría de los casos estarán encantados, pero deben participar en el proceso, no como ocurre ahora), no un «hoy gano popularidad expropiando a diestro y siniestro», donde se grita «exprópiese» pero no siempre se cumple, donde los resultados económicos son patéticos, como también lo son las condiciones laborales de los nuevos trabajadores del Estado (son honrosas las excepciones de empresas expropiadas que hayan mejorado su eficiencia y eficacia además de mejorar la satisfacción laboral de sus trabajadores, y en los casos que esto ha ocurrido, está vinculado a cooperativas, no a mantener en la burocracia estatal el control del medio productivo).
Es cierto que existe un Plan de Estatizaciones, pero este es un plan para «recuperar todo lo que fue privatizado», esto significa que no todo va a ser socializado, solo lo que antes era nacional volverá a serlo, pero, recordemos además, que cuando era parte del Estado no eran un bien colectivo en el sentido socialista, como ha pasado con las cementeras (y las leyes de expropiación), antes y tras su expropiación. También es cierto que ese plan se incumple cada vez que a Chávez le da la gana, y estatiza sin mucho miramiento fuera del mismo o no cumple el proceso de éste (y los juicios por impagos de los justiprecios le están costando una millonada al gobierno).
Nelson Frétiez en El Libertario Nº 61 (Diciembre-Enero) escribe críticamente sobre el proceso, mirando la relación del Estado-patrono con sus trabajadores y aportando datos sobre la misma:
«Un punto de partida para evaluar esta política de estatización es examinar el comportamiento del gobierno como patrono frente a sus 2.400.000 empleados. Veamos: 1.100.000 trabajadores estatales (45% del total) tienen sus contratos colectivos vencidos, algunos con varios años de vencimiento; los trabajadores de las Misiones Sociales no se les permite organizarse en sindicatos y quienes lo han hecho (en MERCAL) no los han reconocido y por tanto no cuentan con contrato colectivo; las relaciones de trabajo imperantes entre miles de personas que laboran en las Misiones Sociales son las de contratos individuales, puntuales, de bajas remuneraciones, sin prestaciones sociales, carentes de seguridad social y sin estabilidad laboral ó bajo la figura inestable y precaria de “colaborador@s”; se ha fomentado la subcontratación de cooperativas para realizar labores que efectuaban trabajadores asalariados organizados.
En cuanto a la organización sindical, el gobierno ha practicado el desconocimiento del sindicalismo existente y la promoción de un sindicalismo paralelo, contribuyendo a la fragmentación de los trabajadores y a sus enfrentamientos. Hoy en Venezuela hay dirigentes sindicales detenidos y con medidas de presentación en tribunales por defender derechos laborales. Ni hablar de la política salarial.»
Para concluir:
«La sustitución de patrono no garantiza el avance de los derechos de los trabajadores. Mucho menos si la propiedad la asume un patrono gubernamental que no se los ha garantizado en una década a sus propios trabajadores.»
Chávez debería preocuparse primero por sus trabajadores (que ya se están movilizando ante el incumplimiento del Estado-Patrono) y luego por ver que las empresas públicas den mejores condiciones a los mismos que la privada, que la gestión democrática de la empresa es posible y que, en todo caso, no estamos ante el acaparamiento de poder y capital por parte del Estado, sino la devolución de los medios de producción a la clase trabajadora… Debería hacerlo si cree en algún socialismo de verdad y no en esa marranada que dice seguir (que ni siquiera ya es cierto, va dando la espalda a todos los que se oponen a sus arbitrariedades).
Chávez, el gobierno venezolano en general, le está haciendo un flaco favor a la izquierda latinoamericana como modelo diferente al neoliberalismo, en tanto en cuanto nos devuelve al capitalismo de Estado que tampoco es la solución a nada.
El mero hecho de expropiar no favorece a los trabajadores y al pueblo en general, debe estar acompañado de la socialización del medio expropiado, algo que en Venezuela, en general, no está ocurriendo.