Es interesante que una derecha que vive del discurso de endurecer las penas permita que tanta gente quede impune tan solo para poder blindar a su santo líder de casos de corrupción (y otros varios), es interesante, repito, que mientras criminalizan meras situaciones de irregularidad administrativa y a quienes les apoyan (como a los inmigrantes «sin papeles» y a quienes les asistan de buena fe) se haga lo imposible para que las autoridades actuales no paguen por sus crímenes. Es interesante, es de locos. Me gusta el titular de Público a una noticia repetida en todos los medios: «El ardid judicial de Berlusconi liberará a miles de imputados».
La justicia es lenta, esto es, el sistema judicial (mal llamado justicia) es lento, por varios motivos, no todos ellos dependientes de la celeridad con que un juez tome su trabajo, es lento porque los abogados gastan hasta el último día de los plazos, es lento porque se utilizan tácticas encaminadas a frenar los procesos, es lento, sobre todo, porque no hay medios ni materiales ni personales para que sea más ágil (si tienes un juez que debe tratar más de mil casos al año, ten por seguro que no resolverá todos, materialmente no es posible, no si queremos unas buenas resoluciones), y la solución de Berlusconi, táctica que suena bien socialmente, es poner un plazo máximo de resolución de los conflictos, si el proceso no se acaba en los plazos señalados, el imputado y procesado sale de rositas.
Si se pusieran, con esta ley, todos los medios posibles para que fuera extraño que un proceso, penal o de cualquier tipo, durase más de un año, sería digna de aplaudir, pero no se ponen, simplemente se creará una legislación que pone un plazo máximo y santas pascuas, acá que cada cual baile con la suya, culpa será, dirán desde el gobierno, de los jueces, que son incapaces de resolver rápido los casos (y esto lo afirmarán, además, mientras se les quitan medios materiales y personales, o sea, se les dificulta el trabajo).
Esta reforma es interesante, además, porque cambia las reglas del juego de la prescripción, favoreciendo a quienes cometen delitos complejos, delitos difíciles de perseguir, o tienen tan buenos abogados que podrán extender ad æternum dichos procesos (esto me recuerda a ese refrán – chiste que dice «un mal abogado hace que el juicio dure mucho, uno bueno consigue que no acabe nunca»), si es que se dan y el juez de turno no se deja comprar (algo que Berlusconi conoce, digo, jueces que se dejan comprar).
Así pues, hasta ahora la prescripción funcionaba durante el tiempo que estuviera el delito sin ser «tocado», por decirlo de alguna manera, una vez que el proceso se inicia, la prescripción se detiene, además, dicha institución estaba acorde con el delito, a más grave más largo el tiempo de prescripción, ahora, con esta extraña norma pactada entre la derecha liberal (se supone que la de Fini) y la derecha filofascista, para casi todos las reglas son las mismas (todos los delitos con penas inferiores a 10 años, por ejemplo, los de corrupción), se sacan de esta ley los relacionados con la mafia (no de los políticos, sino la ya conocida), el terrorismo, y los de «más alarma social», como puede ser un robo con violencia (no sé por qué un acto de corrupción de alto nivel crea menos alarma que un simple robo, pero claro, quien decide eso es quien está incurso en casos de corrupción), y la prescripción corre dentro del propio proceso, y en cada etapa del mismo, obligando a que la judicatura se apure más de la cuenta y saque resoluciones imposibles (más en casos como los que atañen al primer ministro italiano, no olvidemos que si sus procesos han sido tan largos en parte es porque el procesado impulsó una ley que le dotaba de inmunidad (llamada ley Alfano) que luego fue tumbada por el Tribunal Constitucional.
Pero esto no es nuevo en Italia, país con procesos que duran una media actual, como recordó el ministro del Interior, Angelino Alfano, de siete años y medio, ya que el propio Berlusconi, años atrás, en su anterior gobierno, realizó una ley similar que tiene como resultado la caducidad de unos doscientos mil procesos al año, que no son pocos. En Público destacan que esta medida afectará a las cuatro quintas partes de los juicios que se celebran en Italia, así que veremos cómo un gobierno que habla de mano dura deja impunes a muchos delincuentes.
El detalle está en qué delincuentes se benefician de esta legislación y cuáles no, como he mencionado, un atracador común y corriente acabará en la trena y su proceso podrá durar toda la eternidad, para él mano dura, pero en cambio, un presunto delincuente como Berlusconi (hasta a sus abogados los han condenado por actos en cuyo proceso no pudieron enjuiciar al primer ministro por inmunidades y silencios varios) podrá librarse, y lo hará porque para gente como él el sistema judicial es un estorbo, la mano dura solo se acomete con el débil, jamás con el fuerte, sirve para mover a las masas y que parezca que se hace algo por la seguridad, mientras que los poderosos se ciscan en todo el sistema.
En otras palabras, Berlusconi otra vez usa el Estado para favorecer sus intereses privados en contra del Estado y de los italianos, y de la coherencia de su propio discurso (pero qué le vamos a pedir coherencia a alguien que se salta casi todos los diez mandamientos y que pone a parir al TEDH por pedir que se quiten los crucifijos de las escuelas, tachando la decisión de contraria a la cultura cristiana que él no respeta en sus normas más básicas).