Giorgia Meloni ya es presidente del Consiglio dei Ministri, en otras palabras, la jefa del gobierno italiano. La primera mujer en ocupar ese cargo. Meloni lideró la Coalizione di centrodestra (Coalición de Centroderecha) que cada vez tiene menos de centroderecha y más de extremaderecha… pero no nos engañemos, esto ni es una sorpresa ni es algo nuevo en ese país.
Antes de continuar, un pequeño recorrido por la coalición: Fratelli d’Italia (FdI, Hermanos de Italia), dirigido por Meloni, es un partido posfascista (o neofascista) en toda regla, que tiene un ala simplemente de derecha que es conservador liberal, pero no deja de ser una pequeña facción dentro de esta formación en que Mussolini no era el malo de la película; Lega (Liga, antes conocido como Liga Norte) de Matteo Salvini es otra formación de extrema derecha que roza el posfascismo (sin ser tan claros como la de Meloni); el viejo conocido Silvio Berlusconi dirige Forza Italia (FI, Fuerza Italia), que, perteneciendo al Partido Popular Europeo, se encuentra a la derecha de este grupo de derechas y centroderechas, pero al lado de sus socios parecen hasta moderados y, al final, una coalición de partidos más de centroderecha agrupados en la lista de Noi moderati (Nosotros Moderados, NM), bajo la batuta de Maurizio Lupi, donde se encuentran Noi con l’Italia, Italia al Centro, Coraggio Italia y Unione di Centro, partidos que van desde la democristiana conservadora al ala liberal democristiano.
El ultraconservador FdI, con sus 10 años de edad, entró en la Cámara de Diputados en el 2018 siendo la quinta fuerza política más votada (1,4 millones de votos, 4,4 % y 32 diputados); comenzó a ganarse el favor de las encuestas en la última etapa antes de estas elecciones, donde comenzó a escalar rápidamente puestos dentro de su propia coalición y ya en el último trimestre de 2021 comenzó su competencia directa por el primer lugar frente al Partito Democratico (PD).
Meloni no es una forastera en la política italiana, ni en la política institucional; igual que hoy es la primera mujer en ocupar el cargo de presidenta del Consejo de Ministros, también fue la mujer más joven en ser ministra (con 31 años bajo un gobierno de Berlusconi). Esta política tiene un origen en política dentro de una formación fascista, diría que todo el mundo tiene un pasado, si dicho pasado no es el presente, como le pasa a Meloni, que no sintiéndose cómoda en formaciones «solo» de derechas, al final fundó, junto con Guido Crosetto (democristiano que estuvo mucho tiempo en los partidos de Berlusconi y que mintió en algo tan básico como sus estudios) e Ignazio La Russa (de las canteras del fascista MSI, como Meloni, pasando por AN, sucesor del MSI y acabando, durante un tiempo, en Il Popolo della Libertà de Berlusconi). Ninguno de los dos son novatos de la política; insisto en esto porque estos partidos populistas y con un discurso «anti clase política» tienen en sus mandos a políticos de larga tradición.
La Liga desencadenó la crisis política italiana tras romper con Movimento 5 Stelle (Movimiento 5 Estrellas, M5S) de Giuseppe Conte, lo que parecía que iba a traer unas elecciones anticipadas hasta que el PD llegó para sostener a Conte en el gobierno, con un gabinete muy distinto (toda la gente de Liga, fuera, claro); pero fue un matrimonio que nunca cuadró, el atrapalotodo M5S, cada vez más populista y de derechas (por eso su primer aliado fue la Liga, no nos olvidemos) se seguía rompiendo internamente y sus socios del centroizquierda se iban encontrando más incómodos. El PD tampoco estaba para dar palmas, a los pocos días de entrar en coalición con el M5S, Matteo Renzi escindió el PD y fundó Italia Viva (IV); a la larga, eso desencadenó una nueva crisis en el gobierno italiano y Conte cayó, incapaz de formar un tercer gobierno. Pero en Italia se quería evitar un pequeño adelanto electoral a toda costa y varios partidos llegaron al acuerdo de nombrar como primer ministro a Mario Draghi. Este gobierno era un verdadero popurrí de siglas, con la Liga, M5S, FI, IV, PD, entre otros, con ministerios, viceministerios, subsecretarías y demás bien repartidos. Draghi chocó con sus socios, fundamentalmente con el M5S que le retiró su apoyo por un decreto de recuperación, comenzó un baile algo absurdo (contando dimisión no aceptada de Draghi por parte del presidente de la república, Sergio Mattarella, que forzó a una cuestión de confianza que Draghi ganó, retirando su petición de renuncia). De todas formas, el gobierno de Draghi ya estaba muy tocado, con el M5S en crisis interna (todo este tiempo andaba dividido, pero cada vez más escorado a dejar caer a Draghi) y con fuertes choques con la derecha del hemiciclo (por más que FI y Liga siguieran siendo socios, en más de una votación importante se ausentaron de la cámara baja).
Toda esta crisis beneficia a Meloni, su partido estuvo en contra todo el tiempo y fue la única derecha con un discurso coherente (sí, racista, homófobo, xenófobo y demás males, pero coherente entre el discurso y la acción, proponiendo soluciones fáciles -e imposibles- a problemas complejos), mientras que los otros partidos de su entorno se rompían; también en las bancadas de las izquierdas iban dejando pasar la oportunidad de ser alternativa de algo. De hecho, la decisión de FdI de no entrar en el amplio gobierno de Draghi les puso en el centro de la política por ser el único partido medio grande fuera de dicha coalición de gobierno, por tanto, les puso liderando la oposición; incluso cuando más de 60 diputados del M5S ya votaban siempre «contra».
El gobierno presidido por Meloni es el más escorado a la derecha de los últimos años, pero no es la primera vuelta del fascismo a la primera línea política de Italia, ni mucho menos su presencia en los ministerios ha sido escasa (la propia Meloni ha sido ministra, no lo olvidemos). Dentro del partido de Berlusconi hay y ha habido fascistas, la Liga es filofascista (como poco), y han dirigido o formado parte fundamental de varios gobiernos.
En unas elecciones distintas a las anteriores con una cámara mucho más pequeña (400 personas, frente a las 630 de 2018), las coaliciones de derechas han ganado con mayoría absoluta y nadie niega el gran triunfo de FdI (partido más votado con 7,3 millones de votos, el 26 %, lo que le ha valido para obtener 118 entre el resultado proporcional, desde el exterior y los uninominales, suponiendo un aumento de 86 curules), sobre todo si lo comparamos con sus rivales políticos (porque, aunque PD sea el segundo partido más votado, la parte uninominal le ha perjudicado mucho y suman solo 69 escaños), pero no deja de ser un partido que depende de una coalición (que también es muy de derechas, salvo una pequeña parte que si se va del grupo, tampoco pasa nada; al punto que no hay ningún ministro de ese partido); Meloni tiene que jugar con mantener un equilibrio entre Berlusconi (por medio de Tajani) y Salvini. De hecho, la relación con Berlusconi ha comenzado más bien tensa (Meloni buscaría antes la ruptura dentro de FI que el prescindir de los 45 escaños de esa formación, que la dejarían sin mayoría absoluta).
Por supuesto, hay cambios a peor, el primero de imagen: 6 mujeres (solo 2 vinculadas a FdI) entre 24 ministerios con o sin cartera. El que una mujer dirija un gobierno no es suficiente para comenzar a ver cambios en un sentido feminista, pues, ante todo, esa mujer debe ser feminista y estar apoyada por una fuerza que, como poco, debe ser aliada del feminismo, algo que no pasa con Meloni (antifeminista) ni con FdI.