Vizcarra presenta su «nos vamos todos»

El presidente del Perú, Martín Alberto Vizcarra Cornejo, anunció un proyecto de reforma constitucional para adelantar las elecciones. En fiestas patrias, para el aplauso general, compró el «que se vayan todos» y lo transformó en un «nos debemos ir todos»; dijo que así se solucionaría en parte el descrédito de la clase política y todo eso que siempre se tiene que decir.

El Congreso, que sigue dividiéndose cada vez que puede, está mayoritariamente en contra del gobierno; el gobierno, otro de esos raros en nuestra historia reciente, donde el presidente lo es por dimisión del anterior, no tiene apoyos reales (¿la calle? Poco, pero más que el Congreso, sin dudas).

Existen mecanismos constitucionales para que el Congreso controle al ejecutivo (aunque es un control, en realidad, cortito) y para que el ejecutivo disuelva el Congreso (aunque esto último es una suerte de tiro al pie que el Congreso se tendría que dar), así que cuando el presidente propuso «acortar» los mandatos y poder adelantar elecciones, por un momento, y solo por un momento, pensé que propondría una reforma de calado en nuestro sistema constitucional y presidencialista.

Pero no.

El poder ejecutivo presentó el pasado 31 de julio el proyecto de ley n.º 04637/2019-PE (copia local en PDF) en el que básicamente se establecen dos cuestiones:

  • Quien asume la presidencia del país, aunque no fuera elegido para ello, también tiene prohibido presentarse a las siguientes elecciones (en otras palabras, Vizcarra no podría presentarse).
  • Una serie de disposiciones transitorias para acortar el mandato actual a cuatro años y tener unas nuevas elecciones generales (Presidente, Congreso y representantes en el Parlamento Andino).

Dejando de lado el tema de que el vicepresidente que asume la presidencia también se ve afectado por la prohibición de presentarse a presidente (sin tener en cuenta la duración de su mandato, recordemos que podría darse el caso que asuma a muy poco de acabar el periodo) nos encontramos con una reforma ad hoc para fastidiar al actual Congreso. Todos esos congresistas tendrían que irse y ya no se pueden reelegir (gracias a la Ley N.º 30906, ratificada por referendo). Algo parecido hace el presidente para sí mismo (al menos en esto es coherente).

Y ese es el problema: una norma que solo nos sirve para ahora. ¿Arregla algo? No. ¿Soluciona algo? Tampoco. ¿Propone algo que nos sirva para el futuro? Para nada, de hecho, es una norma de un solo uso.

Si el problema es que no existe un mecanismo eficaz para que en una situación en que el partido mayoritario no coincida con el partido del Presidente de la República y el posible bloqueo que se produce ante esta situación, más cuando un partido opositor tiene la mayoría absoluta, el «que se vayan todos» no previene cuando vuelva a ocurrir lo mismo.

Si Vizcarra quisiera hacer algo de calado, haría una reforma que generara un mecanismo constitucional válido para estas situaciones. Pero es un «me bloqueas, pues fuerzo a que todos los vayamos» por puro capricho, sin fondo. Además, se lo está pidiendo al mismo Congreso que quiere disolver.

El adelanto de elecciones constituye el mecanismo idóneo para superar la actual crisis política en la que se advierte una notoria dificultad para encontrar consensos entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, con el consiguiente perjuicio de la ciudadanía.
Por ello, se ha considerado que se requiere adoptar una decisión que genere un recambio en la clase política que permita fortalecer a las instituciones, pero sobre todo optimizar las relaciones entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, lo que redunde en una mayor y mejor representación de la ciudadanía, lo que permita, además, ir recuperando la confianza y legitimidad de la clase política.

Este proyecto es, básicamente, una copia de uno presentado por Frente Amplio (el proyecto los compara, de hecho, para señalarnos cómo solo cambia la fecha), texto al que no se le hizo ningún caso (fue a Comisión y ahí quedó). Y era un mal proyecto, seguía pensando que repetir elecciones ayudaba en algo; o que tenerlas aumentaría la confianza en las instituciones.

¿Algún indicio de que los políticos lo harán mejor? ¿Los «nuevos» (y no tan nuevos, pues cualquiera que no sea actualmente Congresista y lo haya sido en el pasado podría volver a postular) lo harán mejor? ¿Adelantar las elecciones hará que suba la aprobación del Congreso y el gobierno? ¿Y qué hacemos con el Poder Judicial (que también está por los suelos)?

¿En qué sentido esta medida mejorará y optimizará las relaciones de los poderes ejecutivo y legislativo? Además de «en nada», quiero decir. Porque, además, en cuanto se haga esa elección desaparecerá la medida.

Las reformas que ha terminado proponiendo Vizcarra sobre la constitución son más demagógicas que útiles, yo aún no sé cómo pudo colar lo de la prohibición de reelección de Congresistas cuando, encima, se fundamentaba en una mentira y una mala comparación.

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