«No sabemos lo que propone». Hace nada fueron las primarias en el PSOE, solo tres candidatos compitieron por la secretaría general del partido; como en otras formaciones, primero eligen líder y luego proyecto (en una de las grandes, ahora se eligen en conjunto). Las primarias enfrentaron a la principal baronesa del partido, Susana Díaz, y al ex secretario general, al que le echaron de una forma un tanto rara, Pedro Sánchez, como principales figuras en conflicto; como tercero en discordia estuvo un «exsanchista», Patxi López, otrora Lehendakari y presidente del Congreso de los Diputados.
Sánchez venció. Se habla mucho de él, se escribe mucho sobre el «vuelco» y sobre cómo Díaz sacó menos votos que los avales que presentó, esto último lo muestran como la ruptura entre la militancia y el aparato del partido; no es nada nuevo, el propio Sánchez, el delfín de Díaz y de los viejos barones del PSOE, sacó un porcentaje menor de votos que de avales, esto se debe a que los avales (la facilidad para conseguirlos) los controla el aparato (tiene más llegada, más poder de presión). Allá en el 2014, era casi una broma decir que los afiliados habían elegido al candidato más a la derecha para poder seguir diciendo que el militante socialista era más de izquierdas que su dirección. Esta vez no había ningún candidato «claramente a la izquierda».
La mayoría de medios masivos han mostrado su preferencia por Díaz, descaradamente los más cercanos al propio PSOE (como El País); presentaban de esta forma a Sánchez como un radical de izquierdas intransigente cuyo único plan era echar a Rajoy a toda costa. Que nos avocaría a unas nuevas elecciones (¡qué malo debe ser votar en una democracia representativa!) y que quiere vender al país a los malos independentistas y al comeniños de Podemos, o algo así. Nos repetían, esos periodistas y tertulianos, que «no sabemos lo que propone» pues su único programa es «no es no» (curiosidad: el programa de Sánchez para las primarias se llama «Sí es sí. Por una nueva socialdemocracia», copia en PDF)… durante la campaña las propuestas han brillado por su ausencia, sin dudas fue así, pero los mismos que dicen que «no saben qué hará Sánchez» porque «no propone nada» aplaudían a Díaz que directamente no había presentado programa alguno. En el debate entre los tres candidatos, era la única que no tenía un documento programático. La única. El mismo defecto de Sánchez (esto es, proponer poco en los mítines, solo lugares comunes) lo tenía, sin lugar a dudas, la presidenta andaluza. ¿Sabíamos lo que proponía Díaz? Ah, «mucho PSOE», «100% PSOE», «un PSOE ganador», Si esas son propuestas, apaga y vámonos.
Se decía (dijo y dice, varios miembros míticos del PSOE se bajan ahora del barco acusando a Sánchez de todo menos bonito, qué mal les sientan las elecciones a algunos) que Sánchez era un radical de izquierdas, que quería algo como lo de Benoît Hamon en Francia (¡y mira cómo les fue!, obviando la responsabilidad del gobierno de Hollande y las rupturas internas preelectorales), que era regalar el partido a Podemos y mil cosas más. Para ello, además, señalaban a Sánchez como un perdedor para la izquierda española: por dos veces perdió votos. Bien, esto último es cierto, pero las dos veces anteriores tuvo el total apoyo de la vieja guardia, del aparato del partido, no se enfrentó al mismo sino que era parte de él (por eso fue tan fácil que la misma Ejecutiva que lo mantenía le echara con meras dimisiones de todos los que dejaron de seguirle), en otras palabras, las dos derrotas consecutivas de Sánchez tenían la misma base ideológica y del «aparato» que la anterior derrota de Rubalcaba y de los que ahora apoyaban a Díaz. ¿Qué podemos decir de la caída de la socialdemocracia española y europea? Que su crisis (innegable, desde el PASOK griego hasta la socialdemocracia alemana) viene de sus propios errores, de sus propias alianzas y amistades, de haber defraudado una y otra vez a sus votantes (sobre todo al joven urbano), por eso surgen los Podemos y asimilados, no vienen de una izquierda filocomunista o revolucionaria, sino de unos que se acercan más a la socialdemocracia clásica que lo que hace esa horrible tercera vía y esos «socioliberales» que pueblan los partidos que históricamente fueron socialdemócratas. Rodríguez Zapatero venció a un PP realmente fuerte manteniendo promesas más o menos socialdemócratas, que traicionó a mitad de su mandato (así la reforma del laboral del PP no es la única que nos debe preocupar, miremos a la del 2010).
Quienes insisten en que Sánchez es el candidato de Podemos tal vez olviden que Sánchez no quiso pactar con ese partido junto con IU, lo hizo con Ciudadanos y con un plan muy de derechas (no llevó al huerto a Ciudadanos, fue lo contrario); una y otra vez Sánchez recuerda que Podemos votó con el PP para impedirle ser presidente, y hasta acusó a la estructura de su partido el impedirle un pacto con Podemos (por cierto: son incompatibles ambas máximas de la forma en que las plantea), pero solo tomó valor para «denunciar» esa situación cuando era irreversible, no cuando debía demostrar fortaleza y liderazgo (una razón fortísima para jamás votar por este sujeto). Quienes señalan a Sánchez como candidato preferido por Podemos también obvian los palos que continuamente da el ahora Secretario General a la formación del círculo; tal vez su discurso esté destinado a ganarse nuevamente a los exvotantes del PSOE que comenzaron a votar por IU, Podemos y otras formaciones de ese entorno, que el ganarse a las direcciones de esos partidos; hasta el documento programático de Sánchez tiene una mención expresa a Podemos y movimientos similares donde dice que esas formaciones «no traen consigo una propuesta solvente, creíble y factible para la acción política rectificadora que ahora se requiere» (punto 19, página 6).
Hablando del documento: por favor, qué mal está escrito. Además, se ve que la persona que tenía que revisarlo por última vez no lo hizo con la diligencia debida, al menos hay un par de palabras (una mal escrita y un cambio de tiempo verbal) que salen tachadas y luego corregidas o cambiadas, por no decir que la numeración está mal (así muchos puntos llevan como apartado el 1 cuando les corresponde otros números). El texto carece de índice (que vendría bien en un documento de casi sesenta páginas) y, sobre todo, confunde constantemente un objetivo con una medida, esto es, nos presenta como medidas cosas que son objetivos.
De Sánchez tenemos varias cosas: un programa electoral (de las anteriores elecciones), un pacto con Ciudadanos (un acuerdo programático que iba más allá del «te voto para que gobiernes con estos cuatro requisitos», acuerdo presentado como plato de lentejas al resto de partidos), una breve pero intensa trayectoria y, por supuesto, el programa para las primarias socialistas. Si ya todo lo anterior puede causar que uno «ponga en duda» el izquierdismo de Sánchez, considerándolo como el lugar en el que se posiciona dentro de su propia formación, leyendo el documento se despejan las dudas: Sánchez no ha girado hacia la izquierda. Está donde estuvo. Sí, con más guiños a un trabajo de horizontalidad en el partido (lo que propone para su propia formación), ataques al aparato de la formación y con algo de crítica a la tercera vía y a la socialdemocracia vendida a la agenda neoliberal, pero es lo mínimo en… incluso en un partido socioliberal (lo último, al menos).
No podemos esperar que un partido de izquierdas o incluso de centro aplauda al neoliberalismo, pero si solo se queda en la crítica fácil a esa forma de liberalismo y ni siquiera intenta atacar al capitalismo, pues es más de lo mismo. Los conservadores y el neoliberalismo (representados sobre todo en el PP) es a lo que se enfrenta el PSOE de Sánchez, pero poco más. En gran medida me parece que este programa es una versión reducida del electoral de 2015 (copia en PDF), algo absolutamente lógico teniendo en cuenta que es Sánchez el que defendía ambos. Tal vez dé un paso adelante en algunos temas (en vez de hablar de pluralidad de nacionalidades menciona directamente el estado plurinacional, aunque en ambos casos se habla de soberanía del pueblo español, que quede claro), pero poco más. Sí tiene el de las primarias un apartado que no existe ni podría existir en el electoral, que es el referido a la organización interna del partido.
«[T]anto mercado como es posible, y a tanto Estado como sea necesario.» (punto 28 del programa).
El programa de Sánchez tiene esa cita, que recuerda que pertenece al SPD (normalmente se señala como su autor a Karl Schiller, quien fuera ministro por dicho partido), que resumía el resultado del congreso de 1959 donde los socialdemócratas alemanes rechazaron el marxismo y abrazaron algunas de las tesis liberales (como la democracia representativa y la necesidad del mercado), apostaron por la economía mixta y otros elementos; parecido viraje realizó el PSOE de Felipe González en su día. Ese «lema», por cierto, también la usa Javier Fernández Fernández, el presidente de la Gestora, entre otros muchos del aparato (como digo, González es de las que la defendieron a capa y espada desde el primer momento, ya hace muchos lustros). Todo esto último (desde «rechazan el…») no lo pone el programa, pero aprovecho para recordarlo. La cita la incorporan dentro del recuerdo de qué es el PSOE.
(Como curiosidad extra, si buscan la frase tal cual, en castellano, no pocas veces sale atribuida a Konrad Adenauer, democristiano, excanciller alemán; pero sí, su origen es socialdemócrata,,, y ya, si se quieren lucir, la dicen en versión original: «So viel Markt wie möglich, so viel Staat wie nötig.»).
Antes de entrar con más «chicha» del documento de Sánchez, su hoja de ruta (esa a la que muchos tertulianos niegan la existencia), quiero llamar la atención sobre una parte específica del punto 84: incorpora un impuesto a la productividad de máquinas que «sustituyan a trabajadores». En serio. El PSOE de Sánchez se incorpora a toda una ola de opiniones de «las máquinas nos quitan el trabajo» que obvian una realidad histórica: pasa, pasó y pasará. Esto es, una máquina cosechadora, incorporada hace muchísimo a nuestro sistema productivo, quita más trabajos que cualquier ordenador. Existe un desplazamiento de los trabajos de un tipo a otro y eso de impuestos específicos a la productividad de una máquina suena absurdo, sobre todo cuando quieres impulsar el I+D+i…
Lo que más me ha preocupado del documento es cómo aborda el tema de la inmigración, aunque «parece» ser «antixenófobo», consigue justo lo contrario.
«Por lo tanto, Europa debe replantearse su política migratoria con un plan de inmigración claro que establezca anualmente el número de personas que se pueden acoger, en función del crecimiento previsto. Esto contribuirá a limitar las expectativas de millones de personas que, de otro modo, si no hay mejoras en las condiciones de vida de sus países, seguirán agolpándose a las puertas de las fronteras europeas.» (punto 60).
El problema, para ellos, es que «vienen muchos» y no está claro cuántos dejamos venir, por eso están «agolpándose a las puertas»; en otras palabras, hay un efecto llamada en la falta de control de los flujos migratorios, del cupo europeo. Sí, hablan de mejorar sus países como solución a que vengan (así no «tienen que» venir), lo que resulta contradictorio (o vienen porque creen que hay espacio de sobra o vienen porque no les queda otra). El inmigrante es así un objeto de trabajo y, su caso, una muestra de caridad (acogimiento, porque lo pasas mal en tu país), pero nada más. Sí, en el texto hablan de políticas contra el racismo o leyes para evitar la xenofobia (puntos 62, 63, 154 y 155 -este último especialmente interesante y con un listado de leyes a sacar-, por ejemplo), pero en el momento que señalas las migraciones como algo negativo (eso parece en el punto 54), y por ello abordas como un elemento propio en el programa (todo el apartado 1.1.3, puntos del 59 al 64) en que la idea es «hay que arreglar sus países para que no vengan a Europa» lo que está de fondo es que no los quieres acá. No es «arreglemos sus países porque somos socialistas, solidarios» sino para detener la «presión migratoria». No es lo mismo. Sí, es cierto que habla de flexibilizar el agrupamiento familiar (dentro del cupo, podemos entender) y aumentar o mejorar las regularizaciones de inmigrantes, así como de cerrar los CIE, pero, a la par, quieren reemplazarlos por mecanismos más rápidos y eficaces para las expulsiones. Como un error gordísimo, meten la mejora del procedimiento de asilo (punto 68, algo positivo cómo lo plantean) en el apartado sobre el terrorismo yihadista (el cual, por cierto, cae en el error de pensar que los yihadistas son todos extranjeros).
El texto, que en general es bastante respetuoso con el «legado Zapatero» (por llamarlo de alguna forma), y dentro de la confusión de las políticas laborales con los objetivos (punto 74., donde se habla de «derogar la reforma laboral» del gobierno del PP, obviando la del último PSOE, igual de dañina), cae en algunos errores groseros hasta para un socialdemócrata, encima fuera del punto del mercado laboral, como es el siguiente ejemplo:
«(…) con salarios negociados en función del reparto de la productividad, (…)» (punto 76).
¿Qué significa que los salarios deben negociarse según la productividad? Los salarios son un elemento de lucha que manifiestan el poder de negociación de las partes. El pensar en un mundo en que los salarios se definen de esa manera (en vez de atender, por ejemplo, a la responsabilidad o a la justicia social o cualquier otro criterio) es aceptar esa «agenda neoliberal» que el texto dice criticar.
Dentro de ese «quiero y no puedo» tan propio de los socialdemócratas, sobre todo de aquellos que se unen al «mercado» como necesario, encontramos medidas como la siguiente:
«(…) Anticiparse a la ejecución de los desahucios, asegurando la coordinación entre las Administraciones Locales, los servicios de protección social y la Administración de justicia, para que se garantice un alojamiento digno a todas las personas y familias que como consecuencia de un desahucio sean desalojadas de sus hogares.» (punto 108).
Reconociendo que mejoraría la situación actual y que es una medida que hasta defienden los democristianos, me llama la atención eso de «anticiparse» a los desahucios, donde la historia no es cortar por lo sano con la deuda o poner por encima el derecho a una vivienda digna a una deuda, simplemente se busca que «se garantice un alojamiento digno». Es un entiendo que le eches, pero primero nos aseguramos que tenga a dónde ir. Este «quiero y no puedo» se refleja en varios apartados, como varios puntos del 188 (reforma de la constitución), por ejemplo, cuando proponen que «[l]a modificación del artículo 135» sirva para «garantizar la estabilidad presupuestaria y la estabilidad social», así que la estabilidad presupuestaria se queda en el texto constitucional (la tan criticada reforma del PSOE y el PP, bajo gobierno socialista), pero se matiza un poco. Y es lo que tiene su política económica:
«El error de base en Europa, en el que han participado tanto los socialdemócratas europeos como los socialistas españoles ha consistido en no utilizar políticas contra-cíclicas para salir con bien, tanto económica como socialmente, de la crisis financiera y económica. Las políticas de austeridad han sido un fracaso y hemos de aprender la lección.» (punto 94).
¿El problema es que las políticas de austeridad fueron un fracaso (para qué o quién es una subpregunta que dejo para otro momento) o es su propio fundamento lo que atacamos? No es lo mismo. Parece que se quedan en lo superficial, como toda la crítica que hacen al neoliberalismo (sí, atacan una forma del capitalismo, pero no al capitalismo). En fin, la política económica que pretende impulsar Sánchez no tiene, en sí misma, nada de rompedor o de izquierdas (por más que haya cierta confusión en torno a Keynes y los socialdemócratas), por eso una medida como la anterior o la que emplaza a aumentar el mandato del Banco Central Europeo para que tenga como objetivos «asegurar (…) el crecimiento económico y del empleo» (punto 95). El crecimiento económico perpetuo es imposible.
El feminismo, que tiene un apartado propio (el 1.3.1, «El feminismo en la nueva socialdemocracia», puntos 147 a 153), está tratado de forma muy superficial; en varios momentos se mencionan elementos que pueden suponer un avance (como mejorar la corresponsabilidad en la maternidad y paternidad) pero siempre es algo superficial, al punto que machismo (o machista) solo aparecen tres veces en todo el texto; la igualdad de género y la igualdad de oportunidades se mencionan más veces; y eso que comienza bien el punto 147 al reconocer que la igualdad entre hombres y mujeres es previa a cualquier otra consideración para hablar de una sociedad justa. Algo rancio se huele en la forma en que el equipo de Sánchez presenta el feminismo.
Siguiendo con el «quiero y no puedo» (sí, me gusta la expresión y creo que engloba bien el pensamiento de ese PSOE que se aleja de las izquierdas cada vez que puede) nos encontramos con la visión del PSOE de los servicios públicos (y un ejemplo de cómo ven uno de los mercados que merecerían ser renacionalizados):
«Los socialistas priorizaremos y garantizaremos la gestión directa de servicios públicos esenciales. Con carácter general, las Administraciones solo podrán realizar nuevos contratos con entidades privadas para la prestación de servicios públicos cuando se justifique detalladamente su conveniencia desde el punto de vista económico y social, asegurando en todo caso la equidad y la calidad de dichos servicios, e incorporando un sistema riguroso de control y de sanciones para los agentes que no cumplan con los estándares de prestación acordados. En este contexto, nos proponemos impulsar un Libro Blanco de los Servicios del Bienestar Concertados, un análisis comprehensivo de toda la realidad de la concertación de los servicios de bienestar en nuestro país y a todos sus niveles administrativos, con la finalidad de perfeccionar el sistema del que nos hemos dotado y asegurar los criterios de calidad, eficiencia y servicio al bien común que deben tener.» (punto 112).
«Apuesta preferente por la gestión directa de los servicios públicos a través de empresas públicas o mixtas: Los socialistas apostamos por la gestión directa de los servicios públicos, en la medida que contribuyen a la prestación de un servicio a la ciudadanía más eficiente y de mayor calidad y al mantenimiento de empleos más estables y de más calidad. Lo que exige flexibilizar la tasa de reposición en la Administración Municipal.» (punto 180).
«(…) Un mercado de subastas por tecnología de generación [energética], cuya convocatoria correspondería a la autoridad regulatoria, constituiría, en su conjunto, un mercado eléctrico eficiente capaz de revelar los costes medios del abastecimiento eléctrico y contribuiría de manera eficaz al cumplimiento de los objetivos medioambientales que, en la UE, corresponderían a España.» (punto 194).
En el fondo: sí, mejor públicos… pero si eso privados, con gestión pública… pero no con funcionarios, empresas públicas; o, ya puestos, mejor mixtas, porque deben repartirse dividendos… venga, que el Estado lo regule, haga buenas subastas y todos ganamos. El texto, además, es de cara a futuro, lo que ya está, pues… eso. Para no ser demasiado «malo», el punto 112 sí supondría un avance en algunos extremos, pero es una mejora de pura eficiencia y eficacia que cualquier gobierno de cualquier palo (que mantenga servicios concertados o tercerizados) debería realizar. No es algo para aplaudir a un candidato que quería recobrar para la izquierda al PSOE (¡cuando él ni lo es!, claro que el PSOE lleva tiempo lejos de las izquierdas).
No quiero decir que el programa sea todo para tirar al tacho ni que haya líneas más o menos nuevas sobre los cantos del PSOE de los últimos años, aunque algunas cosas positivas suenen a canciones que ya conocemos y que no han sido ciertas, como el replantear las relaciones con el Vaticano, en el texto sí que se habla de acabar con los cuatro acuerdos con la Iglesia Católica (puntos 128 y 167), y sacar a todas las confesiones religiosas de los currículos educativos (punto 166); esta denuncia de los acuerdos con la Santa Sede, que les puede sonar muy radical, ya se encontraba en el programa de 2015 (p. 82), el del aparato de Díaz. Un poco como el tema de la reforma constitucional de corte federalista (puntos 95, 169, 188, entre otros, y pp. 266 y ss. del programa de 2015) o la reforma del sistema electoral (punto 164, presente en los programas del PSOE en 2011 –copia en PDF-, p. 119, y 2015, p. 42)… Sobre la reforma de corte federal, que ellos mismos avisan que no es un proceso constituyente sino simplemente de reforma (punto 186), se ha criticado mucho el tema de la «plurinacionalidad», de hecho, en el debate López preguntó a Sánchez si sabía lo que era una nación.
«(…) Una reforma constitucional federal, manteniendo que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español, debe perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado apuntado en el artículo 2 de la Constitución.» (punto 169).
El constituyente español, allá por el 78, se inventó la distinción entre naciones y nacionalidades, en un acuerdo entre las fuerzas nacionalistas españolas (esto es, las españolistas con las no españolistas). Esto de «plurinacional» sí es nuevo (las nacionalidades, además de en la constitución, sí están expresamente mencionadas en la página 271 del programa de 2015), pero no toca, para nada, la soberanía del pueblo español. De hecho, cuando Sánchez habla del tema, siempre menciona el modificar el art. 2 de la constitución («La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.»), no el 1.2 («La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.»); el art. 2 es un ejemplo de «hacer trampas al solitario», se puede mantener perfectamente la unidad en un estado federal (de hecho, últimamente se ponen ejemplos de estados federales donde se prohíbe expresamente, o así lo han entendido sus instancias constitucionales, cualquier proceso de separación para decirle a los catalanes que «eso no se puede»)… pero quería hablar de cosas «positivas» del programa y me he ido por las ramas.
El texto incorpora un «impuesto negativo» sobre la renta (punto 78) que sería una suerte de punto intermedio antes de llegar a una Renta Básica Universal (o su reemplazo práctico); esta medida está lejos de ser «de rojos», recordemos que la primera propuesta seria del mismo vino de la mano de la liberal (y luego conservadora) Juliet Rhys-Williams en Reino Unido, y que el mejor desarrollo de la idea se lo debemos, por un lado, a Milton Friedman (no necesita presentación, padre de una de las tendencias más «libremercado» que podemos encontrar) y, luego, a James Tobin (no necesita mucha presentación, solo recordar que es como el gran profeta del keynesianismo). Evidentemente, por una lectura global del documento, sabemos que no es el modelo de Friedman el propuesto, se parecería más al de Tobin (no hay reemplazo de servicios públicos por la renta), pero tampoco es que concreten mucho, lo plantean como una suerte de intermedio hacia la renta básica (cabe recordar que el Ingreso Mínimo Vital ya lo encontramos en el programa de 2015, p. 96). También apuestan por las 35 horas de trabajo (para el 2020, sin mucho detalle, punto 76).
Un punto interesante (en este camino por ver la parte servida en el vaso) es el que recoge algunos cambios sobre la Seguridad Social, en concreto, el reconocimiento de la necesidad de diversificar las fuentes de financiación de la SS, no puede depender solo de las cotizaciones (punto 116).
Otro que merece mención, ya que está dentro de todo un debate promovido por la derecha que se define como progresista, nos encontramos con un tajante: «Los vientres de alquiler suponen una mercantilización de las mujeres.» (punto 153, casi al final, tras hablar de todo el tema de la maternidad voluntaria). Evita usar el eufemismo «maternidad subrogada» y se posiciona claramente en la línea de mantener y asegurar la no objetivización del cuerpo de la mujer como un recipiente para otros.
Excurso: punto 184, «millennials». Chupito.
Excurso segundo, actualizado: me doy cuenta que hubiese sido más interesante comparar los tres programas, además de recordar que las ponencias para el Congreso (muchas de ellas) estaban participadas por las tres candidaturas… aunque hoy (o ayer) el de la ponencia económica dice «que la defienda otro» ante la avalancha de enmiendas de Sánchez a la misma.