Para vivir en sociedades formalmente democráticas estamos muy poco acostumbrados a ejercer de ciudadanos, más aun, usamos y permitimos que se usen excusas muy poco democráticas para no hablar o debatir ciertos temas: «ahora no es el momento de hablar de tal» (nunca es el momento, cuando las cosas van mal, porque van mal, cuando las cosas van bien, porque van bien), «mejor no hablemos de pascual porque polariza a la población» (oiga usté, si nos quedamos solo con lo que ya tenemos consenso, ¿para qué cornos sirve la democracia?). Hemos llegado (estuvimos siempre ahí, me temo) a un punto en que no se puede plantear nada fuera de un pequeño marco existente (muy pequeño) donde la conversación, el debate, la discusión, son reemplazados por insultos sin más, por ataques contra el adversario y no contra su idea (ey, muchacho, flaco favor le haces a tu causa si reduces todo, como insulto y descalificación máxima, a independentista, fujimorista, terrorista, comunista, o el epíteto que toque en cada caso; ninguna de esas condiciones descalifica su opinión o razones).
Cuando más podemos hablar entre nosotros menos puentes tendemos, más límites absurdos nos imponemos (como la extensión de lo escrito), más nos tapamos los oídos y nos ponemos a leer y escuchar solo a quienes coinciden con nuestro planteamiento, todos los demás, absolutamente todos, no solo están equivocados, sino que lo están porque son unos lametraseros del pavo ese, son unos terroristas, son unos malnacidos que solo quieren plata. No consideramos que alguien defienda una idea (eh, que hablo de ideas) porque cree sincera y honestamente en ella, aunque para nosotros sea la mayor de las barbaridades.
Nos hemos olvidado (¿alguna vez supimos hacerlo?) cómo debatir ideas, y es triste justamente ahora, cuando tantas plataformas existen donde se encuentra gente de toda clase, que el diálogo esté más apartado. No hablo ya del diálogo para construir algo nuevo y consensuado (lo que vendría a ser una toma de posiciones colectivas mediante a razones en plan hegeliano con su tríada dialéctica de tesis, antítesis y síntesis), sino del diálogo como tal, de la capacidad de escuchar al otro y rebatirle, y lo contrario, que el otro te escuche y te rebata. No, ahora solo hay consignas, en contra o a favor, en 140 caracteres o menos, deben ser furiosas y totales, no pueden contener el menor resquicio no ya de duda en el planteamiento, sino de posibilidad de diálogo. Todo es absoluto y nada explicado.
Tampoco estoy diciendo que «toda opinión es igualmente válida», por múltiples razones eso es de saque falso, una de ellas algo tan sencillo como que una opinión basada en datos falsos directamente no es válida, aun así, cuando alguien suelta una de esas perlas, el diálogo puede estar presente, negar la posibilidad del mismo atacando directamente al que la tiene no ayuda a «combatir» dicha opinión (válida o inválida), sino que la fanatiza. ¿Cómo alguien va a escucharte si no eres capaz de escucharlo? ¡Encima luego te quejarás de la falta de diálogo y que el otro no es democrático!
En fin, todo esto, que usté ya lo sabe, viene un poco por los últimos temas de actualidad (que vienen de uno a uno, reemplazando al anterior, de tal forma que, por lo visto, todo lo absolutista del tema anterior ya no existe, ya no hay problema en la mina o de maestros, se acabó lo que se daba, no hay más guerra por ahí, ya me entienden), en concreto, para Perú, el de Fujimori y su indulto, y para España (al margen de la crisis) el de Cataluña y su posible independencia.
En el caso de fujimori un «bando» (que no es tal) ha simplificado todo a: Si no apoyas el indulto eres un proterrorista (incluso desde algunos medios se afanan en criminalizar a las víctimas de uno de los delitos cometidos) y, para el «otro bando» (que no es tal) todo el que apoya el indulto es un «seguidor de Fujimori», sin más matiz que ese, y apoyar el indulto significa, además, apoyar sus crímenes (ni siquiera perdonarlos, sino justificarlos y apoyarlos). Claro que existen múltiples voces en los grises intermedios, claro que hay quien pretende aportar su pequeño granito a la discusión, incluso, quien se esfuerza en mantener abierto el debate en términos alejados de los insultos personales, pero pareciera, al menos me lo parece, que existe un grupo cada vez mayor que se coloca en esos «bandos», consciente o inconscientemente.
Y como digo, no pido consenso, abogo por el diálogo, que tampoco es lo mismo.