Se acabó lo que se daba, la solución empresarial, el problema de los trabajadores, fue cerrar la edición impresa de Público,. La empresa propuso, por lo visto, tirar un par de números más a la calle, ya el de hoy estaba medio terminado cuando los trabajadores decidieron que no, que no tenía sentido seguir, menos ante la incertidumbre que espera a los trabajadores y en las condiciones que queda la edición digital (¿por cuánto tiempo se mantendrá?). Público, un periódico que nació para cubrir ese espacio informativo en la izquierda que El País hace mucho que abandonó, pero que no dejaba de ser un medio burgués, sometido a la lógica empresarial de los resultados. Sí hay que reconocerle que planteaba un diario diferente, con más cabida (aunque con el paso del tiempo perdió espacio) para secciones como la de Ciencias o la de Historia, la de cultura en general, siempre desde una mirada crítica. También tuvieron sus momentos con un periodismo de investigación casi desaparecido en favor del conspiranoico que practican otros medios.
Al margen de la genial columna de Isaac Rosa sobre este final, quiero rescatar un par de párrafos de la de David Bollero (por cierto, una de las mejores cosas de Público eran sus columnas, aunque las mismas pasaron por épocas mejores y peores, sobre todo tras uno de los cambios de dirección que se llevó por delante algunos de los más ruidosos):
Y la solución es el cierre. Es el despido de 160 empleados y una pila de colaboradores que también nos quedamos colgados. Su solución, en realidad, es nuestro problema. Y viceversa… porque el paro, el despido, no es un problema… no nos engañemos. Es una solución… la de los empresarios, la de la CEOE y sus apoyos políticos.
Y que nadie ose proponer otra solución. Porque las nuestras, nuestras soluciones, entonces se convierten en sus problemas… en los problemas de los empresarios, de la CEOE y sus apoyos políticos… Y entonces, pasan cosas como las de Valencia, las de Sol o de Plaza de Catalunya… y se llenan las redes sociales de vídeos que, por ahora, son interferencias… distorsiones… pero no llegan a problemas…
Y con esas palabras en mente no dejo de pensar en «Eleftherotypia de los trabajadores», ese medio griego que ha sido tomado por los trabajadores. No vamos a tener medios críticos que resistan crisis si no son autogestionados, si los trabajadores no son los propietarios del medio, porque, toda opción distinta a ella, dependerá única y exclusivamente de quien paga, y no pocas veces eso trastoca la libertad de prensa en libertad de empresa, que no es ni de lejos lo mismo.
Hay diarios alternativos en este país (Diagonal es un ejemplo de ello), pero no están en el común de los quioscos (ni siquiera Público lo estaba, en Pucela era más fácil encontrar La Gaceta que Público, también en los bares), por ello su impacto, su llegada, es menor que otros que se dedican a falsear la realidad (no es dar una visión distinta el mentir directamente, como pasó con la portada de La Razón hace unos días). Sí se pierde una voz importante y distinta en los quioscos, y sí queda claro que quienes aguantan son los que tienen determinadas amistades e intereses (esto es como algunos medios locales, que pueden llevar pérdidas por varios lustros pero existen suficientes poderosos interesados para seguir enchufando plata).
Lo que más debemos lamentar no es la pérdida de una cabecera (no es el primer periódico que muere en esta crisis) sino el despido de 160 empleados directos y muchos colaboradores y demás, a todos ellos: Ánimo, suerte y gracias.