No me refiero tanto a la «creatividad» de demasiados congresistas que en vez de responder un simple «sí juro», que en su derecho están de decir lo que les plazca y buscar el titular en el periódico de mañana, sino al propio propio acto de jurar los cargos. Entiendo que tiene un sentido puramente simbólico, el cambio de mandos, o mejor dicho, de representantes de la nación (porque eso son nuestros señores congresistas, no son representantes del pueblo, ni de su circunscripción, sino de la nación -art. 93º de la Constitución-, sea lo que signifique eso), es una forma de mostrar que esos son los que ocuparán ahora los 130 escaños del Congreso… Pero, como dije hace ya dos años, eso de la juramentación de cargos es más propio de una mentalidad de vasallaje, impropio en un Estado de Derecho. No sirve, además, para nada. Si lo que se quiere es un acto formal, con ver la entrega de las credenciales, sin mediar juramento, basta y sobra.