Una de las cosas que me gustaban (parcialmente) en este país, a veces llamado Reino de España, era la existencia y funcionamiento de las Cajas de Ahorro. Es cierto que muchas de ellas tenían grandes problemas, que han sido las más beneficiadas y perjudicadas con la burbuja inmobiliaria y su posterior explosión, es cierto que durante años han ido perdiendo su sentido original, y también es bien cierto que muchas de ellas no eran más que favorecedoras de la corrupción de los partidos políticos (y viceversa) y campo de batallas para el politiqueo nada barato (una de las principales cajas en España, entidad financiera de primera liga, con sede en la capital del reino, era un triste y buen ejemplo de esto), todo eso y más es cierto, pero también lo es en que eran el último reducto para ver entidades financieras donde el objetivo final no era maximizar beneficios, donde la obra social, al menos sobre el papel, era lo más importante en su funcionamiento, donde podíamos escapar, al menos un poquito, de un sistema bancaro donde lo que importa es la pura y dura especulación. Al menos como filosofía, que luego la práctica era otra cosa.
Este año se ha hablado mucho de las cajas, han sido posiblemente el punto más débil de la estructura bancaria-financiera de España, como digo, en parte por haberse dedicado a competir y jugar en el mercado inmobiliario a veces de forma temeraria, otras veces bajo premisas que rozan el delito, y otras tantas porque eran las únicas entidades que daban créditos a las clases más bajas que han sido también las más perjudicadas por la crisis, el «corazón» puesto en el mercado de los inmuebles fue durante años el punto fuerte de las Cajas, ahora su ruina.
Se ha culpado a «los políticos» de la mala gestión (algunas) de las Cajas, se ha insistido en su «profesionalización» en los cargos directivos, y se ha hecho de forma especialmente perversa, favoreciendo a los intereses del sistema bancario especulador, como si ellos y sus «profesionales» no hubiesen quebrado algunos de los más grandes bancos del mundo, como si no hubiesen necesitado rescates de cientos de miles de millones, como si la crisis en España fuera «culpa» de las Cajas, al igual que se ha puesto el dedo en la llaga del mercado laboral, como si el trabajador con contrato indefinido fuera el «culpable» de que cerraran promotoras inmobiliarias (que a duras penas contaban con personal con este tipo de contrato, sea dicho, hablamos de un sector en que antes de la crisis el 70% de los asalariados tenían contratos temporales o de obra) y por ello la reforma laboral (¡huelga general para el 29 de este mes! no lo olviden) se ceba en los trabajadores, por ello se anuncia un retraso de las jubilaciones hasta los 67 años… Me salgo del tema, pero parcialmente.
Una de las leyes que más rápido han salido en esta legislatura, justamente, fue la desnaturalización de las Cajas de Ahorro. Es incorrecto (como he leído a muchos analistas) hablar de «privatización», las Cajas de Ahorro, aunque muchas de ellas tuvieran fuerte intervención pública, son privadas, y no todas han tenido esa intervención de «políticos» (aunque sí las más grandes y poderosas), muchas han nacido del esfuerzo de organizaciones profesionales (como una vinculada a los arquitectos) o agrarias (son varias las cajas rurales de todo tamaño que nacen del esfuerzo de ganaderos y agricultores) donde no se encontrará la existencia de un solo político en sus consejos de administración. Son, o eran, tan privadas en su concepción como lo puede ser una cooperativa.
Lo que sí es cierto es que se «desnaturalizan», como pasa con algunas «cooperativas mixtas» que están apareciendo en las legislaciones autonómicas (donde además de socios trabajadores hay socios de capital, eso ya no es una cooperativa, o sea, ¿qué la diferencia de una sociedad comandita por acciones?), en el momento en que se permite que las Cajas de Ahorro tengan unas participaciones similares en derechos y deberes que las acciones, unos instrumentos de capital, y haya que repartir un beneficio al final de cada ejercicio (en otras palabras, se pierde la obligación de ser entidades sin ánimo de lucro), dejan de ser Cajas preocupadas por su fin social (al menos en el papel) y pasan a ser «como bancos» cuyo fin es maximizar el beneficio para que los socios capitalistas y sus directivos «profesionales» sonrían. ¿Control político? Ninguno. ¿Control social? Nada. ¿Fin social? Se acabó. Como dicen muchos, entre ellos Cándido Méndez, se «bancarizan» las cajas. O se abre la puerta para esto al menos.
Una de las cosas interesantes de las bancas de propiedad pública (sobre todo estas en realidad, pero no exclusivamente) era la participación en su gestión de una serie de agentes sociales distintos a los dueños, en los Consejos de muchas los representantes de los trabajadores (sindicatos) y otros tenían presencia, por no decir que la participación de políticos de forma directa nos permitía fiscalizar su actuación (lo malo era el abuso de la caja para obras para la foto del político de turno), algo que con estos inefables profesionales (que ganan hasta cuando hacen quebrar bancos) resulta más difícil. Si el control de los políticos de las Cajas podía ser una carga según cómo se usara, el control de los mercados financieros (y ya vemos la que montas en cuanto les dejas) es un peligro.
Hemos visto al Partido Popular chillar y acusar de antidemocrático al gobierno de España por varios de sus Decretos Ley, incluso por algunos de sus proyectos de ley aprobados finalmente en las Cortes españolas, pero para las Cajas, ese Real Decreto Ley 11/2010, de 9 de julio, de Órganos de Gobierno y Otros Aspectos del Régimen Jurídico de las Cajas de Ahorro (que además de tener bastante normativa propia también modifica la ley 31/1985 sobre Órganos Rectores de las Cajas de Ahorro), no fue cuestionado por su forma, y su fondo solo como «insuficiente», tanto el PP como el PSOE votaron juntos en el Congreso para la convalidación de este decreto ley (junto con otros grupos, 323 votos a favor, 9 en contra y 16 abstenciones) y en contra de su tramitación como proyecto de ley (algo que, en cambio, suelen exigir para todo lo demás). Al parecer no era un tema digno de ser tratado por sus señorías, tan de acuerdo todos en «bancarizar» las cajas de ahorro, tan interesados en acabar con un sistema medianamente social dentro del financiero.
Así que ahí quedó toda la reforma anunciada del sistema financiero para evitar que la búsqueda del beneficio rápido no trajera otra crisis como la que seguimos viviendo: Permitiendo que más entidades jueguen a repartir beneficios y olviden fines distintos a la búsqueda de dicho beneficio rápido. ¿Contradictorio? Para nada, hay que recordar quiénes han ganado esta partida.
Cierto que ahora toca a cada caja y cada Comunidad Autónoma y Administración ver qué harán, si siguen por la senda bancaria o por otra, pero no es menos cierto que se ha cambiado su naturaleza jurídica y eso es toda una victoria para el sistema financiero que nos lleva a la ruina.
Un comentario en «Réquiem por las Cajas de Ahorro»