«Esta noche estoy anunciando que la misión de combate estadounidense en Irak ha terminado», dice Obama. «Nuestra fase de combate ha concluido pero hemos trabajado demasiado duro para descuidar la labor que deben realizar las fuerzas de transición», matiza el presidente de Estados Unidos. Es interesante eso de poner fin a una misión que se mantiene en pie. Que sí, que sacan a más de la mitad de los soldados, en una retirada de una ocupación que nunca se debió producir, pero hay que tener en cuenta algo: No se ha conseguido ninguno de los objetivos declarados para emprender la guerra. Hoy el país está más destruido que antes de la guerra, las peleas religiosas y étnicas más que cesar crecen, el gobierno es infinitamente más inestable, los derechos humanos se respetan aun menos que en la dictadura (que ya es decir), hay terrorismo de corte fanático-islámico donde antes no había y, por supuesto, acá nadie ha pagado sus culpas, nadie es responsable por una invasión sobre causas falsas (la colaboración del régimen de Saddam Husein con Al Qaeda y la presencia de armas de destrucción masiva en ese país) y saltándose todo el derecho internacional a la torera.