La enésima vez que se recupera la polémica sobre la autoridad de los profesores en las aulas, como solución a la crisis que se vive dentro del sistema educativo de la falta de disciplina y respeto por los alumnos que, hablando en claro, pasan olímpicamente de los profesores. Esta vez el relevo lo toma Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, anunciando que propondrá al parlamento autonómico un proyecto de Ley de Autoridad de los Profesores. No es una «solución» nueva, ni mucho menos, y por ello no entiendo tanto revuelo, aunque sí veo positivo que se hable del tema.
Con ella se pretende proteger más a los profesores aumentando, de una forma, la pena a quien les agreda, y por otra, revistiendo de veracidad todo cuanto el profesor diga, como autoridad que sería. No es nueva la solución porque ya se aplica en otras comunidades autónomas (como Cataluña o Valencia, si mal no recuerdo), y no aporta gran cosa en el ámbito penal porque la agresión a un profesor (de la escuela pública) es atentado contra funcionario público, que tiene la misma pena que los atentados contra autoridad. No entiendo cómo se «avisó», desde la oposición madrileña, que podía haber problemas competenciales en ese sentido, cuando ya es práctica hecha en otros lados sin que dicho problema naciera en ninguno. La presidenta de Madrid adelanta que sería revestir de autoridad a todos los profesores, esto no puede hacerlo, solo podrán serlo los que pertenezcan al ámbito público, en tanto que no existen «autoridades» fuera del mismo. El que sean autoridad, en esas otras autonomías, no ha mejorado (ni empeorado) el trato que se dispensa a los profesores por parte de alumnos. (Pueden ver las reacciones de distintos personajes al tema en un resumen de El Mundo.)
La recuperación del «usted», que va en el mismo sentido del otorgar autoridad por ley, como incluso se propuso antaño en Francia, tampoco sirve de nada, ante un alumno que pasa del profesor, que este se le tutee o llame de usted no marca diferencia alguna, más en una sociedad donde ha ido desapareciendo poco a poco el tratamiento formal y distante. Los profesores, actualmente, deciden más o menos libremente si tratan de tú o usted a sus alumnos, y cómo los alumnos deben tratarle (esto salvo cuando sea el departamento o el propio centro quien norme esa práctica), y no es que se mejoren sustancialmente los resultados en donde el tratamiento es el de usted.
¿Cómo va a funcionar cualquier norma en el sentido de dar autoridad a los profesores si este colectivo está socialmente desprestigiado y que, en concreto, los propios padres resten la autoridad a los profesores? Justo ayer se conoció la agresión de un padre a la directora de un centro escolar, el problema nació con el castigo de su hijo, ofensa imperdonable para el progenitor. Y no son pocos los casos en que los padres agreden a los profesores. Y son muchos más los que descalifican a los mismos y restan cualquier autoridad en construcción frente a unos hijos sobreprotegidos, y no necesariamente por las leyes, sino por los que detentan la patria potestad. ¿Qué autoridad puede conseguir el profesor si el alumno sabe que su padre no le otorga autoridad alguna?
La autoridad, en la acepción más apetecible para que los profesores impartan educación, se gana día a día con un buen trabajo, pero necesita una red social receptiva a la misma, necesita que los padres la refuercen (no necesariamente con la exageración de antaño, que el menor ni era escuchado y lo que decía el profesor iba a misa directamente, y así cuando el profesor castigaba, en casa se castigaba el doble al menor, sin oír su versión siquiera) o, mejor dicho, la complementen, y esto no se consigue mediante leyes (el castigo penal que pueda recibir el padre por agredir al director es el mismo siendo funcionario que siendo autoridad, así que no se aumenta el fin preventivo de la pena cambiando dicha situación).
Prestigiar la profesión del docente es un trabajo pendiente en el conjunto de las administraciones públicas, y ello no se consigue aumentando la distancia entre quien debe ganarse el respeto de los alumnos y estos mismos, no se conseguirá con medidas más bien represivas (aunque tengan o puedan tener un lado positivo y hasta lógico, el profesor, dicen los propios maestros, es la autoridad en el aula, debe serlo), como queda patente cuando esos mismos jóvenes que pasan olímpicamente de los profesores se lanzan a caza y captura de policías sin ningún tipo de rebeldía justificada más allá de hacer respetar su derecho a hacer lo que les dé la real gana. Y en este sentido estoy muy de acuerdo con lo expresado por Isaac Rosa el pasado miércoles.
Tampoco se consigue mandando el mensaje, como hace el gobierno central en un gasto sin destino, que las herramientas son más importantes que las personas, poniendo como eje de la reforma educativa los meros medios materiales (pizarras electrónicas, computadoras personales, etcétera) sobre quienes deben impartir las clases (no hay un programa de capacitación o reciclaje de los profesores para que, por ejemplo, sepan aprovechar las nuevas herramientas), ni excluyéndoles, como todos hacen, de la toma de decisiones sobre la educación, materia donde ellos están metidos como obreros perjudicados por un lado, por los propios padres, y por otro, por las propias autoridades.
Claro, y ya para terminar de repartir estopa, los profesores (y directores de los centros) tienen su parte de responsabilidad en toda esta historia, deben aprender, y esto no es nada fácil, a ganarse la autoridad de los alumnos, y que no se consigue ni siendo el mejor amigo de los mismos ni pretendiendo ser el juez Dredd, confundiendo el terror de los alumnos con el respeto buscado.
Excurso: Una de las cuestiones positivas que trae la adaptación al Espacio Europeo Educativo Superior (el plan Bolonia) es que los maestros dejarán de ser diplomaturas (3 años de carrera) para estudiar un grado (4 años de carrera), que venían pidiendo desde hace mucho.