Por un día dejaré al margen las críticas a la cadena perpetua para tomar como buena la siguiente noticia: Bussi y Menéndez han sido condenados a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad e inabilitación absoluta y perpetua. Los delitos: Asociación ilícita, violación de domicilios, secuestros, torturas y homicidio alevoso y siempre bajo el fin de actuar con impunidad.
Lo más destacable: La lucha incansable de las víctimas supervivientes y de los familiares de las víctimas para que la Argentina no olvide que esos personajes violaron los derechos de las personas desde una posición de poder con el único fin de perpetuarse en el mismo, que esas personas son delincuentes de la peor clase (los que cometen delitos de lesa humanidad desde el propio Estado).
Una lucha de 32 años que ve sus frutos en la propia actuación de unos tribunales que han sabido aplicar el Derecho, tanto nacional argentino como Internacional sobre Derechos Humanos, que, según como están las cosas, no es poco. En Perú, en cambio y salvo clamorosas excepciones, los tribunales tiran por desconocer la imprescriptibilidad de los delitos de Lesa Humanidad para así salvar a los responsables últimos de matanzas.
Es cierto que Bussi no pisará la cárcel, que se quedará en casita, pero esto no debe empañar lo que es un triunfo para todas las organizaciones de derechos Humanos, hay que considerar que Bussi es «demasiado» mayor, y debemos acusar a las instituciones de tardar tanto en ver el caso y sentenciarlo. Si Bussi no pasó antes por la cárcel es culpa del sistema existente, no de que a la gente de su edad «por norma general» se le mande a casa. (Aunque yo lo mandaría a una casa menos lujosa, lo malo de los arrestos domiciliarios de estas personas es que viven como reyes.)
El argumentario de los represores argentinos es el mismo que el de tantos otros criminales de Estado en todo el mundo, cosas como «juzga a sus soldados victoriosos» o que en «la guerra» todo vale es repetido tanto por los asesinos de la antigua Yugoslavia, los representantes peruanos durante los ochenta y noventa, los rusos en Chechenia o los Estados Unidos en Iraq (salvo porque nadie puede juzgar a los soldados estadounidenses, pero me refiero al recetario de excusas de siempre) y hay que destacar no sólo una condena por autoría en crímenes de lesa humanidad perfectamente planificados desde el poder político (caso bastante importable para Perú en cuanto al actuar del actual reo Fujimori, y que nos debería servir para otros casos como el de El Frontón)…
Un saludo a quienes luchan un día sí y otro también desde hace más de 32 años por la Justicia en nuestra vecina la Argentina, un saludo para todos los valientes que han mantenido la esperanza y la memoria, que han perseguido el olvido y han conseguido que la justicia institucional falle lo que la justicia moral llevaba reclamando tanto tiempo.
La lucha, por supuesto, continua.
Me permito recomendar, en sentido amplio, el seguimiento del caso realizado por Rubén Kotler en De Igual a Igual, sección «Diario del Juicio«, durante este hecho histórico ha sido testigo de primera mano de todos los acontecimientos, en la calle y en el juzgado. Los sitios donde el historiador debe estar.
Que triunfe la justicia sobre los abusos es muy gratificante, esperemos que en el Perú ocurra lo mismo
Salud
Sería un descanso para todos ver condenados, tras procesos justos, a gente como el actual vicepresidente, a Montesinos, a Fujimori, y otros de esa ralea…
Hasta luego y gracias por el comentario ;)
Salud compañero!! Una alegría saber que le preocupa lo que sucede en tierras tucumanas. Claro que es parte de un proceso latinoamericano, donde la falta de justicia se comprende en el marco del sistema que nos gobierna. De todas formas y más allá de todas sus limitaciones, esta misma justicia cómplice en otras épocas, hoy les dice a estos tipos que son criminales, cierto que no llegarán a los cuadros intermedios, ni llegará a quienes le han ordenado a estos militares asaltar el poder, hacer desaparecer gente, torturar y matar. Esos, se escudan detrás del mismo poder económico con el que sostiene o derriban gobiernos. Una frase me quedó dando vueltas desde el final de este juicio: Menéndez, uno de los genocidas preguntó en su discurso final «¿para quién ganamos la batalla?», queda claro que habla de aquel poder económico que le ordenó cometer los crímenes por los que hoy son juzgados, sin embargo esos empresarios a los que no les importó ni la nación, ni los ciudadanos que desaparecían… a esos también hay que juzgar y condenar. Son los mismos que en el Perú pusieron a Fujimori y habrán hecho la vista ciega cuando se cometían los crímenes que hoy se denuncian. Ojalá algún día podamos caminar libres por nuestro continente americano sin temor de cruzarnos con estas lacras.