Sin pies ni cabeza. Por un lado, Fujimori se atribuye a sí mismo todo el triunfo sobre el terrorismo en Perú, aunque todo sepamos que fueron los policías y no el ejército quien dio los golpes más duros a Sendero Luminoso, contando la captura de Abimael Guzmán, y que fueron los militares los más favorecidos por el fujimorismo, llevándose no sólo las medallas y el aplauso mediático, sino también la inmunidad en todos los actos excretables que realizaron a las órdenes de un ejecutivo que siguió aumentando el poder de los militares aunque el grueso de la guerra interna ya había pasado. Fujimori asegura que no supo de los Colina hasta 1993, y esto suena a total mentira (antes decía que no los conocía, luego que en vídeos del 93 se viera a Fujimori hablando de la gente del Destacamento Colina)
Fujimori asegura que Montesinos le dijo que la matanza de La Cantuta fue protagonizada por un grupo paramilitar, pero se ve que, en ese caso, Fujimori no hizo nada para impulsar una investigación seria sobre los responsables de la matanza, más aún, corrió a firmar decretos que favorecían la impunidad de esos «paramilitares», que no eran tales, sino que eran miembros de las fuerzas armadas integrados en un grupo controlado jerárquicamente por la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINTE) y bajo el apoyo logístico y de recursos humanos del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) y el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), así que de paramilitares, nada.
Sobre Barrios Altos, directamente Fujimori defendió el «no sé nada», más aún, que ni sabía que los matones bajo el mando de Rivas habían perpetrado dicha matanza. Más aún, su postura, cuando se iba enterando de los casos, era una incredulidad inocente, de ese presidente que él mismo retrata que no sabía nada, que firmaba decretos sin leerlos, que daba órdenes sin que se pudieran considerar más que directivas, inocente de todo por pura ignorancia, él no controlaba el país. Aunque si se le pregunta quién venció el terrorismo, se levanta cual héroe de cómic para afirmar que fue él, solito, todo su plan, él gestó cada golpe, cada triunfo, cada estrategia militar planteada en el frente.
¿Cómo es posible que coexista un Fujimori ignorante de lo que pasa en el país junto con el gran triunfador con métodos que ni conocía? No se sostiene. Fujimori debió elegir un perfil totalmente bajo si quería salvarse de la cárcel, pero es orgulloso, es el héroe de la pacificación mediante ajusticiamientos, aunque «no se acuerde» de esos ajusticiamientos, reniegue de sus amigos de antaño, y desconozca los métodos de su victoria final. Su orgullo hace que grite que fue él quien vención, pero sin saber cómo.
Fujimori insiste que su postura fue de incredulidad, prefirió creer a Montesinos y a Víctor Malca antes que al, por entonces, General de Division EP Rodolfo Robles, quien denunciara la existencia de escuadrones de la muerte en el propio aparato del Estado, pero la incredulidad de Fujimori, según los acontecimientos siguientes, más bien era ponerse del lado de los asesinos, sino no se entiende la falta de investigación de los graves hechos, la impunidad declarada y el que hayan echado a Robles del ejército y acusado de traición a la patria.
Así era el fujimorismo, así es Fujimori, el Estado no responde a sus ciudadanos, sino a intereses de la cúpula del poder que no dudaba en asesinar a la gente.
En línea de lo dicho anteriormente, Fujimori intenta justificar como un acto de derechos humanos la amnistía concedida a los militares violadores de, justamente, derechos humanos, como un acto más dentro de la pacificación que él realizó (sin saber cómo, por lo visto), sobre la misma no me extiendo, recomiendo la lectura de «Una amnistía injustificable» de José Alejandro Godoy Desde el tercer Piso.
Previamente:
Suena cursi; pero te deseo una feliz navidad, y mucha esperanza, sin ella la existencia es imposible.
Es extensivo el mensaje para Rubèn Kotler y todo el equipo de igual a igual, una pàgina que desde aquì no siempre puedo abrir. El ancho de banda nos afecta.