«Desde este momento el Perú es Libre e Independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¿viva la Libertad! ¡Viva la independencia!»
San Martín, un 28 de Julio como hoy
Otro aniversario patrio, de esos en los que te obligan a izar una bandera rojiblanca, que no significa absolutamente nada, para festejar una fecha supérflua en que el Perú no cambió. Una declaración de independencia, como tantas otras en todo el mundo, donde un criollo extranjero logró decir lo que otros tantos criollos sentían, eran libres, iguales, y tenían, por tanto, el derecho de mandar. La independencia, aceptando ese nombre al cambio simple de unos líderes oligarcas por otros (no muy distintos), se inició antes del desembarco de San Martín, y, por supuesto, no se consiguió hasta muchos años después (tanto la real como la reconocida).
Son muchos los autores que hablan de las independencias en América como un simple proceso reformista, y no les falta razón. Estados creados, en forma y fondo, por los españoles, comenzaron a sentirse aplazados por una metrópoli que no les hacía caso, y que en su ocaso más patético se veía enfrentado con vecinos amigos y perdiendo todo el poder que llegaron a tener. En esos momentos, un falso nacionalismo antimonárquico invadía los corazones hijos de la metrópoli, sin verdaderos deseos de cambiar las cosas, simplemente querían cambiar el poder de manos. Y lo consiguieron. Veo en mi estantería los varias veces leídos libros de peruanidad y nacionalismo, creados por gobiernos tan dispares como el de Belaúnde o el de Velasco, que intentan convencernos de una identidad común que nos obliga a sumarnos en un proyecto de dominación de otro agente, dirigido por el Estado, por el Mercado, o por el que sea, lleno de palabras de esperanza, identidad, patriotismo, y demás, que ocultan una realidad clara, Perú no es nada, no en el plano identitario, y no tiene por qué serlo.
Este 28 de Julio, como todos los anteriores desde que San Martín nos declarara independientes (porque celebramos una declaración), no tenemos nada que celebrar, no ya como pueblo con un proyecto común de vida (lo que se supone que somos, por más que luego la solidaridad no se defienda), sino como individuos sometidos a una serie de desgracias llamadas gobiernos. Y esto no nos pasa sólo a los peruanos, por supuesto, todos los latinoamericanos vivimos en las mismas, por no extenderlo a todos los humanos. Unos peor y otros mejor, pero en las mismas. Las cifras macroeconómicas, en general, son buenas, porque están desligadas de la realidad de los individuos y parten de una irrealidad estadística. Y no por gusto, mientras mejor va una economía que favorece a tres gatos, más protestas habrán, más reclamos llenarán las calles.
Jó, no sé si felicitar a Perú o mejor le doy el pésame :)
Saludos
Las dos cosas supongo :P. Cualquier cosa es óptima para brindar :D. ¡Salud!
Hasta Luego ;)