Este domingo se celebraron elecciones locales en toda España (resultados en todas las capitales de provincia y ciudades autónomas) y elecciones autonómicas en la mayoría de las comunidades (quedaron fuera Andalucía -de recientes comicios-, País Vasco, Cataluña y Galicia). En cuanto tenga tiempo quiero jugar con los datos de las distintas autonomías (algo parecido a lo que hice con Andalucía; sobre todo en la extrapolación de esas elecciones al reparto del Congreso de los Diputados). Por ahora quería dejar algunos comentarios sobre las locales:
Lo primero que me llama la atención: la alta fragmentación del voto. Lo podemos ver en las capitales de provincia, pero pueden recorrer las principales ciudades y localidades del país: en muchísimas aumenta el número de partidos presentes. Se puede ver en el descenso en votos de los dos partidos mayoritarios (diez puntos ha perdido el Partido Popular y un par de puntos el PSOE) y el aumento considerable del apartado «resto» del resumen general (que pasa a superar los 3,4 millones de votos de los 1,6 millones del de 2011). En ciudades grandes casi no hay mayorías absolutas, casi no hay partidos que superen el 40% de los votos, a diferencia de lo que pasó hace unos años.
Esta fragmentación es difícil de analizar cuando se recorren las alianzas electorales de partidos que quieren tener presencia nacional (no es la típica plataforma de asociación de vecinos con partido grande, sino el juego entre partidos grandes tipo IU, Equo y Podemos en el apoyo de diversas formaciones locales en las que sí entraban partidos o movimientos locales); además del juego de siglas tan elevado.
El claro hartazgo por quien gobernaba (ojo: mucho voto ha sido castigo al que mandaba, esto debemos tenerlo en cuenta) no ha ido acompañado con un aumento de los votantes. A nivel nacional ha descendido la participación (64,93% frente al 66,16%), en algunas plazas donde se esperaba aumento ha habido descenso. En otras sí que la participación ha sido particularmente alta. Pero no deja de ser curioso que, en una época de fragmentación y formación de plataformas que animan a votar, el descenso se haya dado. Alguna explicación (que por ahora no pasan de hipótesis, a falta de datos) explican una doble corriente: parte de los votantes del partido de gobierno (PP en media España y más) se ha quedado en casa y es el votante molesto o contrario el que se ha acercado; en parte explica el descenso tan importante del PP y el ascenso de formaciones más contestatarias. (Otra parte del voto del PP se lo ha llevado Ciudadanos, claro).
Esta fragmentación de la representación en los ayuntamientos es casi un soplo de aire fresco, frente a un sistema bipartidista en que uno ejercía la dictadura de la mayoría absoluta, ahora tendremos pluralidad de voces y necesidad de acuerdos (esto supone, como poco, mayor explicación de ciertas decisiones, antes tomadas por un líder y votadas por su partido de forma cuasirreligiosa, ahora al menos tendrán que convencer a otro de la bondad de la medida). Muchos grandes ayuntamientos han actuado de esta forma sin problemas (la propia Barcelona de CiU), no tiene por qué suponer inestabilidad de ningún tipo mientras que los representantes públicos sepan actuar en política (el titular acompañado de esa foto por parte de La Razón fue una vergüenza, era una forma indirecta de indicar que ese partido es sinónimo de inestabilidad, cuando, por un lado, no tiene por qué ser así, y por otro, algo de responsabilidad tendrá quien ha perdido tantos votos). La sociedad es plural y eso queda reflejado en la pluralidad de sus representantes.
(Hablando de esto, las candidaturas de «unidad popular» han funcionado relativamente bien; pero también significan una cierta huida hacia delante y que ciertos proyectos pueden verse diluidos en un tacticismo muy apegado a la realidad inmediata y sin programas de largo alcance, así como entrar en esa mala dinámica de nombres que son eslóganes…)
Sobre el PP, eso sí, hay que reconocer algo: sigue siendo el partido más votado de España. Sobre el PSOE: sigue siendo el segundo partido más votado de España (a pesar de su clara pérdida de poder en plazas importantes, donde ha quedado relegado). Y no ha aguantado tan mal como lo esperado y esperable (puede hasta salir, en términos de poder relativo, beneficiado).
De esos dos partidos también podríamos hablar de su irrelevancia en ciertas comunidades o, al menos, su pérdida de poder palpable. Así el PP no llega al 10% en el País Vasco o al 8% en Cataluña (el quinto partido en votos, a duras penas por encima de Ciudadanos). Navarra, para el PP, tiene otra lectura: su ruptura con UPN no le está trayendo nada bueno, mientras que UPN, en descenso, conserva el primer lugar, el PP no es alternativa local (ha pasado del casi 6% al 3,5%… ¡ni siquiera está en Pamplona!).
El PSOE, por otra parte, ha sufrido duros golpes en plazas como Barcelona (hasta antes del 2011, gobierno; luego segundo partido, ahora irrelevante), y aunque sigue siendo el segundo partido más votado, pierde ocho puntos y se coloca en el 17%; en el País Vasco mantiene su tercer puesto, pero perdiendo apoyos (ya no llega al 15%), mientras que en Navarra ya fue superado por Bildu (quedando ahora tercero y por debajo del 14%). El PP y el PSOE siguen siendo muy votados porque, aún, en muchísimos pueblos son los dos únicos partidos que se presentan (al menos los dos únicos con candidaturas más allá del municipio en concreto).
El Partido Popular se queja amargamente que es un «todos contra ellos»; no sé por qué, ellos han ocasionado esa circunstancia de forma clara. Por un lado, es lógico que todos vayan por quien ha ganado las anteriores elecciones, más cuando fue por mayoría absoluta en tantas plazas. Por otro, es lógico que el resto de partidos estén total y absolutamente hartos de alguien que aplicó de forma constante «el rodillo». El PP en muy pocas plazas sabe torear sin mayoría absoluta (curiosamente, fue Extremadura donde mostraron más cintura) y ha generado muchos anticuerpos en otras formaciones y personas al despreciarlos constantemente (por ser una oposición sin poder real; ahora la oposición se puede volver gobierno). Desde el PP deberían plantearse por qué les cuesta tanto formar coaliciones; y también deberían entender que si ya gobierna en un sitio y ha perdido la mayoría absoluta, es que mucha gente no quiere que sigan gobernando.
Esta es una de las veces en que en la derecha (y me refiero a donde no hay derechas locales fuertes) ha tenido una fuerte competencia interna (así Ciudadanos ha rascado bastante, no tanto como las encuestas planteaban) y en no pocos sitios que el PP pierde la mayoría absoluta la mera abstención de ese otro de derechas le dará el gobierno municipal; pero estará obligado a pactar muchas cosas (como los presupuestos) lo cual ya será un poco de aire fresco en una política local demasiado caciquil, del estilo de «ordeno y mando». El PP ha vivido lo que es la división de su propio voto (algo que con Vox no le pasa; algo que con FAC sí le pasó en Asturias).
La izquierda (y solo como ejercicio estoy incluyendo al PSOE en esta expresión), más acostumbrada a una ruptura total (y estas elecciones con el baile de siglas se ha llevado el Trofeo al Desorden Electoral), ve que la suma de sus distintas representaciones populares puede acabar con el gobierno de la derecha… Pero ahora se enfrentan a una triste realidad: ¿qué cambia con tener al PSOE en vez de al PP en muchos sitios? Pienso en Valladolid, donde simplemente el actual alcalde y candidato del PP despierta la antipatía de la práctica totalidad de los que no son del PP (así de simple), pero el proyecto del PSOE, el de Sí Se Puede (Podemos,) y el de Valladolid Toma la Palabra (IU-Equo) no son «tan» compatibles (sobre todo con respecto al PSOE), donde mucho voto que va a partidos como Podemos o IU en realidad es un voto que no quiere al PSOE tampoco (y un voto que se encuentra dividido de forma bastante absurda). Los acuerdos que sobre el papel parecen fáciles (porque son «contra alguien») puede que no sean sencillos en la realidad, e insostenibles en el tiempo.
Todo esto me lleva un poco al tema de «que gobierne la lista más votada»… sí pero no; por un lado, en España no se eligen alcaldes, se eligen concejales. No podemos rasgarnos las vestiduras por los «pactos de perdedores» (como los han calificado algunos), en tanto que no hay «ganadores», al menos no claros (alguien con mayoría absoluta); no entiendo por qué razón debe gobernar un partido que tiene el 30% de los votos si no consigue convencer a ninguna otra formación de que les apoye; está claro que no son los más votados (esto es, sus ideas y apuestas no lo son). (De esto hablé largo y tendido ante una posible reforma electoral).
Y eso que la legislación actual ya es favorable a la lista más votada, siempre y cuando el resto no se pongan de acuerdo (y aunque los que sí se ponen de acuerdo sean mayoría simple, por encima de la más votada; se requiere mayoría absoluta). Lo voy a decir con números, que se ve mejor: en Palencia el PP tiene 10, el PSOE 8, Ganemos Palencia 4 y Ciudadanos 3. Si Ciudadanos se abstiene, gobernará el PP, aunque el PSOE y Ganemos sumen más (12 concejales, el 47% del voto popular; frente al 37,5% del PP). Así que solo gobierna la lista que no es la más votada (a diferencia de las autonomías) cuando suman concejales que superan la mayoría absoluta. Si esto pasa es que realmente el candidato de la más votada no lo querían mucho en su circunscripción.
En campaña, en muchos sitios el segundo, tercer y cuarto partido (por no seguir con los números) ya avisaron que pactarían con casi cualquiera con tal de echar a quien tenía la mayoría absoluta y ahora quedó con mayoría simple (como en Valladolid, como en Madrid, como en Barcelona); no son pactos a la espalda de nadie, ni «intercambios de cromos» (como también los han calificado). Algunos partidos, además, preguntan a sus bases si quieren ese pacto (y así lo hacen casi todos los de izquierda -ahora sí excluyo de la ecuación al PSOE-), así lo hizo IU en Extremadura (cuando dejó al PP gobernar), en Andalucía (cuando decidieron entrar al gobierno) o Asturias (cuando decidieron apoyar, pero no entrar al gobierno); así lo harán Valladolid Toma La Palabra y Sí Se Puede en Valladolid. Y eso que las dos formaciones ya dijeron que harían lo posible e imposible para que el actual alcalde no continuara.
Creo que esto se da por una mala interpretación de lo que son unas votaciones, decir que «Madrid ha hablado y quiere que Esperanza sea alcaldesa porque su lista es la más votada» es una interpretación increíblemente errónea no solo de la cultura electoral española, sino del resultado en sí mismo. El 34,55% quieren a Esperanza al frente del ayuntamiento (y esto de los que han votado válido, porque si nos vamos al censo electoral el porcentaje es mucho menor -el 23,6%-); la mayoría no querían a Esperanza (65%), como no querían a ningún otro. Así que toca interpretar los deseos de los votantes (si pactarían o no y con quién) para llegar a la voluntad representada en un candidato. Si estos otros no se ponen de acuerdo (PSOE y Ahora Madrid no firman nada), Aguirre será alcaldesa.
¿Por qué no nos planteamos la posibilidad de que el PP vaya con otro partido y gobierne Madrid gracias, por ejemplo, a la abstención del PSOE o de Ahora Madrid? No hablo ni siquiera de pacto de gobierno, la mera abstención de alguno de esos dos le da la alcaldía. Simplemente porque el PP de Madrid se ha ganado a todos los otros partidos como enemigos, por el tema que sea. Esperanza, en concreto, ha mentido y despreciado a la candidata de Ahora Madrid y se ha burlado a tal punto de los del PSOE que prácticamente les obliga a pactar y sus votantes así lo entienden.
En Alemania los socialdemócratas (amigos del PSOE) y los democristianos (amigos del PP) pactan sin mucho problema; a nivel de la UE esos pactos son el pan de cada día y, en realidad, en muchos ayuntamientos españoles también; pero en ciertas plazas es el PP quien se ha procurado dejar claro que o tienen mayoría absoluta o no podrán gobernar (es lo que piden en las elecciones, de forma directa). Cuando no les llega, lloran y se quejan de lo injusto que es el sistema (del mismo que otras veces se han aprovechado para tener mayorías absolutas sin tener el 50% de votos más 1; como pasa en el Congreso de los Diputados).
En las próximas elecciones, locales o incluso en las generales, veremos las consecuencias en los votantes de esos pactos. Lo interesante es que tal vez ahora se lleguen a unos acuerdos, pero las estrategias cambian. El sistema en España permite cambiar al alcalde si los apoyos varían; son interpretaciones de la realidad de forma fluida, algo que una elección directa o simplemente de la lista más votada no dejan.