Imagínese una alianza electoral que intenta aglutinar a las fuerzas de la derecha cristiana y la liberal, imagínese que, además, se llena de «independientes», gentes de derechas que no quieren compromisos partidarios pero sí los cargos políticos, imagínense que las distintas formaciones que se juntan en la alianza no están dispuestas a dejar sus propias agendas, imagínense que es un partido con más «personalidades» que militantes, donde las lealtades son nulas, todo en un contexto caudillista en que los partidos no importan…
Ahora imagínense, como extra, que lo peor, para esta alianza, no fue tanto perder las elecciones (sin siquiera llegar a segunda vuelta), sino que la ganara el Partido Aprista Peruano gracias, en gran medida, a sus propios votantes (en Lima y otras ciudades) y que los partidos que forman la alianza, siguiendo sus propias agendas, se juntaron más con el gobierno que con su propio grupo parlamentario (y desde el primer momento hubo un divorcio importante entre miembros prominentes de esa alianza que imaginamos en favor de un acercamiento de algunos de ellos al poder político), y la alcaldía de Lima, gobernado por uno de los suyos, se supone, se va más con el gobierno que con los suyos…
¿Qué es lo que pasa? Pues que al final nadie sabe para quién trabaja, que las idas y venidas terminan en que cada hombre-marca-electoral quiere sacar más rédito del que las siglas de la alianza dan de sí, que el proyecto de unión se resquebrajó en cuanto otro partido hizo suyo su ideario, pero con poder para aplicarlo, tentó a unos y se los ganó, y el resto vieron que lo mejor era dar un paso al lado, aunque fueran históricos.
Así tenemos a la casi inexistente Unidad Nacional (donde el punto fuerte es Partido Popular Cristiano) sangrando cargos electos, pero si ya es grave que le pase a todo UN (y su espantosa política de «independientes» sin «lealtades» más allá de sí mismos), el colmo de los colmos es que sean miembros «históricos» (e importantes) del propio PPC los que decidan irse, pero no muy lejos, a otra marca electoral que tiene solo eso, una marca, un logotipo, un caudillo y muchos votos, que se ganan al margen, por supuesto, de la limpieza del caudillo (eso en Perú no importa, Roba Pero Hace®, que se dice).
No sé hasta qué punto las alternativas a UN/PPC son mucho peores que el propio UN/PPC, aunque sean básicamente los mismos nombres, ya sin el peso de esas siglas realmente hacen lo que les viene en gana, y no sabemos a qué atenernos en determinados temas que UN/PPC intentaba actuar más como partido que como suma de individualidades (claro que luego, como partido y como individualidades, presentaban un proyecto por el voto voluntario a la par que votaban en contra de un proyecto casi igual porque los peruanos «no estamos preparados para el voto facultativo», y así mil y un incoherencias, o ser incapaces de votar todos lo mismo para la composición de la mesa del Congreso… acabo de tirar a la basura mi propio párrafo final).