Un momento de incertidumbre atenazaba los corazones españoles, Franco llevaba años muerto y los distintos grupos intentaban que sus tesis vencieran, desde las más conservadoras (una continuación «suave» de la dictadura) hasta las más progresistas (república popular) jugaban sus cartas sobre el tablero político, con mucha prudencia por parte de todos, por su lado, el recién nacido (como entidad separada del Sindicato Vertical, al que minó por dentro) CC.OO. junto con la re-legalizada UGT se juntaban con la patronal para sentar las bases del sistema socio-laboral, tesis antagónicas con el Estado aun franquista de mediador, crisis fuerte y destrucción de empleo a la vista, acá todos ceden, se dijo, unos aminoran la lucha por mejoras salariales y extrasalariales (para mejorar la «competitividad» de las empresas españolas, ¿les suena?) y garantizan cierta paz social, y los otros se comprometen a repartir menos beneficios y reinvertir más en sus empresas (reservas) para que o la destrucción de empleo no fuera tan fuerte o al menos el tejido empresarial no se cayera con empresas descapitalizadas, así como aceptan sin rechistar el naciente estado social (con los derechos hacia los trabajadores, sanidad, seguridad, etc.). Los primeros, los sindicatos, cumplieron a rajatabla (no les quedaba otra), los segundos no. Y así han sido todos los grandes pactos desde entonces, documentos llenos de buena voluntad, negociados, con derechos y deberes para los tres agentes sentados, pero donde solo a los trabajadores se nos supervisa y exige el cumplimiento de lo pactado. Mientras tanto, paz social. ¿Volverá a pasar?