Y no, no voy a hablar del bochorno que debería producirme (si no me pareciera tan folklóricamente patético y gracioso) todo el tema de los pishtacos esos y la labor de, en orden, el gobierno, la policía y los medios (les recomiendo, nomás, «Pishtacos de la prensa» de ocraM y «El Pishtaco Eres Tú» de El Jorobado), sino de la inhabilitación política de dos años contra el ahora ex congresista Gustavo Espinoza. El caso es viejo, y al parecer, ha pasado casi todo este año (la acusación constitucional es de noviembre del año pasado) por un favor de los apristas al congresista que «curiosamente» votaba en ciertos temas a favor de la estrella. Como sea, ya el Congreso de la república le ha condenado.
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De congresistas y cerdadas
¿Pero a alguien le sorprende que los votos estén en venta? ¿Que los congresistas se chantajeen los unos a los otros? ¿Que existan grupos de poder que, finalmente, hacen «variar» las decisiones de nuestros representantes? ¿De verdad alguien se sorprende de que el sistema realmente no funcione? ¡Pero si está claro que no lo hace ni lo hizo nunca! Se puede argumentar que es, entre los malos, el «menos peor», pero eso no significa que sea óptimo, bueno, o que no debamos reemplazarlo e intentar otros sistemas. ¿Qué estoy diciendo? Bueno, un escándalo más en el Congreso de la República del Perú: Legisladores que graban a otros pidiendo sobornos a empresarios para tráfico de influencias, legisladores que graban cómo se retiran denuncias ante la comisión de ética tras «arreglar» acusaciones graves por lo bajo y cómo el que quiere ser presidente de la cámara se esfuerza para «comprar» votos. Nada fuera de lo normal, lamentablemente.