«Esta vez, el país ha hablado en las urnas: no está pidiendo que haya ese consenso de minorías», suelta Becerril, virtual congresista reelecto por Fuerza Popular. Para él la cosa está clara: el pueblo peruano les ha dado una mayoría absoluta para que apliquen todo su programa y no es necesario el consenso con las minorías. Becerril ve el resultado posible en que el fujimorismo tendrá más del 55% del Congreso), obviando un dato importante: del voto emitido son el 24,4% y del voto válido el 35,95%. Esto es, los peruanos no les hemos dado una mayoría absoluta en las urnas, eso se lo otorga el sistema electoral. No podemos decir que el 100% de los tumbesinos sean fujimorista, aunque la formación naranja se haya llevado un resultado aplastante en esa circunscripción, el tener a los dos congresistas se anula el voto de todos los demás. Tampoco podemos decir que los cajamarquinos prefieren el fujimorismo (donde se llevará 4 de 6) cuando el partido más votado fue Democracia Directa (que, por la valla nacional, no puede dar los 4 que le corresponderían a esta formación).
Pero ese es el talante del fujimorismo, si cuando no tenían la mayoría absoluta ya mostraban un desprecio total por las ideas ajenas, háganse cargo de lo que nos vendrá encima. Becerril nos lo adelanta bien, sin olvidar que él es de los que entran con la pierna en alto todo el tiempo -de ahí que sin problemas comparara el antifujimorismo con el terrorismo- pero a veces -y solo a veces- retrocede en los exabruptos.
Pedro Pablo Kuczynski quiere jugar esa carta para fortalecer su posición, nos dice que evitemos que haya un ejecutivo del mismo signo de quien tendrá mayoría absoluta en el Congreso. Bien, como idea inicial suena bien, pero no hay que olvidar que PPK es «bastante naranja» (Gerardo Caballero nos recordó que PPK apoyó a Keiko en la segunda vuelta de 2011 y Kenji lo usa como arma) y está dentro del mismo palo ideológico que la hija del expresidente.
En esas estamos, un parlamento naranja que aplastará a las minorías y un gobierno que básicamente será más de eso, sea quien sea quien ocupe Palacio. La diferencia, en todo caso, podremos encontrarla en los temas de derechos humanos y ciertas cuestiones en que un liberal no tan conservador pudiera hacerle el «pare» a las medidas regresivas (de lo poco que tenemos avanzado) que venga de ese fujimorismo homófobo, antilaico y cerrado.
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