Realmente ¿Cuándo se comienza a vivir? Nunca, nunca se comienza, es simple, uno no tiene una conciencia clara de toda su vida, sino que va adquiriendo conciencia poco a poco, conocimiento de la propia existencia, y de la existencia del resto, paso a paso, y el conocimiento del resto es limitado, realmente, a la propia experiencia con dicho extraño. Así que uno nunca comienza a vivir, hay un momento dado en la vida en la que uno tiene conocimientos de lo anterior, o sea, recuerdos, muy vagos, salteados, y que seguramente más de la mitad de estos están inducidos por comentarios ajenos, por recuerdos de otros, ¿o nunca han escuchado el “te acuerdas de tal cosa con cual”? Obviamente la mitad de las veces desconoces de lo que te hablan, pero otras, por “casualidades de la vida”, siempre coinciden con una de las versiones de esos recuerdos, en otras palabras, compartes los recuerdos de otra persona, que suele ser alguien cercano, no tienes recuerdos de eso, sino que recuerdas como propio el comentario ajeno, esto es lo más típico sobre los recuerdos más lejanos que uno posee, cada quien es distinto en esto, unos comienzan a recordar antes que otros, pero nunca nadie tiene recuerdos desde el principio de su tiempo, su era realmente no comienza hasta que se es plenamente que se vive, o sea, desde que se tiene conciencia total sobre la propia existencia, y por qué no, cuando se duda de la existencia ajena, en otras palabras, tiene que haber un proceso reflexivo, conciente o no, sobre la existencia sobre la base de la experiencia para poder considerar que ya se existe, no porque alguien te lo diga, no porque cronológicamente sea así ni porque la sociedad lo requiera, sino, simplemente, porque se está vivo desde el momento en que uno sabe si vive o no, cosa que realmente tampoco podemos saber, pero sí sentir.
Parece una tontería, o mejor dicho, un juego de palabras absurdo que no lleva a ninguna parte salvo a concluir que no es más que un berrinche existencialista sobre el pasado propio, tal vez lo sea, pero el punto que se trata no es si uno existe o no realmente, no es una cuestión de existencia, el punto es llanamente desde qué momento se comienza a vivir y desde qué momento se deja de vivir, no se plantea el fin o el comienzo como un hecho objetivo sino como uno subjetivo, donde lo que importa no es en sí el nacer o morir sino el percibir la vida y la muerte.
Es fácil llegar a la conclusión que si de la vida tardamos mucho en percatarnos de ella de la muerte es que ni nos enteramos, acá ya no puedo hablar desde mi propia experiencia, o desde la experiencia de los que conozco, porque nadie me ha hablado tras morir, una pena, sólo puedo deducir que la conciencia se va apagando, hasta el punto que uno deja de estar, de sentir, de pensar, haciendo una analogía popular, es como dormirte, es imposible saber a qué hora te duermes, es, simplemente, hasta cuando es de forma brutal, pasito a pasito, te apagas y ese último ápice de conciencia aunque sepa que lo que sigue es la nada de la muerte no sabe lo que viene después, ni antes, realmente no sabe nada al respecto, por tanto, no es conciente de la muerte en sí, sino, como mucho, de que la vida está llegando a su fin, pero este hecho de última conciencia, en el caso de que se de, no percibe el último soplo de vida ni mucho menos, ni puede determinar el momento de la muerte, es como la primera conciencia del entorno y la vida, no es que comiences a vivir ahí, sino que sirve como cimiento de la vida venidera, de esta misma forma funciona el punto de inflexión de la última conciencia de vida, que nunca es comunicada ni totalmente sentida, marca no el fin de la vida, que no ha llegado a comenzar (como se entiende el comienzo de una carrera en que alguien marca la salida) y nunca se llega a terminar, porque la vida, desde un punto subjetivo, existe mientras se sienta, pero nunca se sabe cuando se deja de sentir, y para el resto, el recuerdo, por tanto, la conciencia de la existencia, de esa persona siempre estará ahí, más lejano o más cercano, pero forma parte de su propia conciencia de vida, por tanto, es parte de la misma.
Un comentario en «El Fin sin Comienzo»