Me encanta ver cómo una buena parte de la derecha española ha descubierto la objeción de conciencia, sí, esos mismos que durante años la han querido negar, ahora la levantan como un bastión infranqueable que defiende al individuo de las mayorías parlamentarias, y está bien, más o menos ese es el fundamento de la objeción, y sí nace de una concepción individualista de la persona en la sociedad, lo que debiera ser propio de una derecha que se reclama liberal (aunque rara vez lo sea).
Javier Vizcaíno se burló de «Los nuevos desobedientes» hace unos días, pero todos esos vivas a la objeción, que para mí es una necesidad más que legítima en todo estado que se quiera llamar democrático (incluso desde esta bitácora he llamado a la objeción fiscal militar; algo que esa derecha niega sea posible o válido), vienen con truco, como siempre cuando jugamos con dobles varas de medir.
Esto funciona así: Si se niega la objeción a un facultativo que no desea realizar una interrupción del embarazo (ellos usan «perpetrar», a sabiendas que ese verbo significa cometer una ilegalidad, un delito, y si el aborto es legal, no hay perpetración de nada), se está conculcando un mecanismo del ordenamiento jurídico dispuesto para que el ciudadano se enfrente al Derecho que no es Derecho (porque también nos ilustran, en un paréntesis, qué es el verdadero Derecho), y si el Derecho fuera del Bueno y Verdadero (y éticamente objetivo, ahí es nada, y nos reíamos de los iusnaturalistas), la objeción de conciencia, por ejemplo, a participar en guerras (las justas, claro, que acá todo es Verdadero, Justo, Ético y demás, con mayúsculas siempre) debiera estar no solo prohibida, sino castigar por «traidor y cobarde» a quien decidiera practicarla.
Creo que me he adelantado, este Tratado Del Derecho Verdadero, y esta Definición de la Objeción de Conciencia, que rebaten y contradicen cientos de años de definiciones de lo que es el Derecho, o mejor, se retrotrae a definiciones antiguas, y reescribe el significado de la Objeción de Conciencia (va un paso más allá de las concepciones iusnaturalistas, en que el sujeto se enfrenta al poder en favor del Orden Natural, para aceptar que el Poder da al Sujeto la posibilidad de enfrentarse a él a sabiendas de que conculca el Orden Natural, definitivamente nunca te acostarás sin saber algo nuevo) vienen de la mano del inefable Juan Manuel de Prada, en el ABC del pasado sábado 15, en un corto pero contundente artículo titulado «Fuera tiquismiquis vanos».
Es interesante cómo se cargan las tintas, hace unos días me indigné, porque soy tonto del bote, con un artículo que aseguraba que la Ley del aborto que se está tramitando es la imposición de una moral a todos los ciudadanos (¡como si fuera obligatorio abortar! ¡O estar de acuerdo con que se aborte!), pues bien, resulta que sí se puede imponer una ética y moral, siempre y cuando sea la misma que defienden estos señores, esto es, cuando el nacionalcatolicismo campaba a sus anchas había libertad de enseñanza, cuando campa solo en sus colegios no la hay, cuando se quiere aprobar una ley de plazos se impone una moral, cuando se define el Derecho Verdadero como fundado «sobre un razonamiento ético objetivo en torno a lo que es justo e injusto» (absolutos totales, lo justo, lo injusto, y ética objetiva, no se me ocurre nada más subjetivo que la ética) no se impone una moral a todo el colectivo, sino que se descubre la moral natural de las cosas (iusnaturalismo puro y duro como poco; eso y ciscarse finalmente en la democracia representativa), y por último, y de eso va todo este rollo, cuando se hace objeción de conciencia sobre los temas que me interesan, vale, cuando no, pues a la cárcel con el objetor.
Se equivoca el autor cuando retrata la objeción de conciencia, y lo hace de pleno, porque parece que la misma solo existe ante injusticias (por ello el autor desconoce la objeción para las guerras justas -a saber cuáles son- y la defiende la para las injustas -que para muchos lo son todas-), y así tampoco funciona, al menos no lo hace desde que superamos todo el tema del Derecho Natural (aunque al parecer, estamos volviendo a él), la objeción de conciencia funciona, debe funcionar, en situaciones donde la moral propia entra en contradicción con la ley, y así el individuo se enfrenta a la ley.
Dentro de la objeción de conciencia, en realidad, englobamos distintas instituciones que tienen como fin último preservar la ideología particular sobre la del colectivo, así está la objeción de conciencia en sentido estricto (la que se hace al servicio militar -sin sentido desde que ya no es obligatorio, regulado en el artículo 30,2 de la Constitución), la médica (por ejemplo, la que tienen los médicos antiabortistas actualmente), la tributaria (como la fiscal militar -que no es pagar menos, sino reducir la parte que corresponde al ejército e ingresar ese dinero en ONG o similares-), la cláusula de conciencia (esta me gusta bastante, la Ley Orgánica 2/1997, de 19 de junio, reguladora de la cláusula de conciencia de los profesionales de la información establece que si el medio cambia sustancialmente de línea editorial, es trabajador de la información, léase periodista o similar, puede romper el contrato y cobrar la indemnización de despido improcedente o la contractualmente fijada, esta ley también permite que, puntualmente, un periodista se niegue a participar en una redacción de una noticia que vaya contra sus creencias), entre otras formas de objeción.
El de la cláusula de conciencia, además, es el que mejor me sirve para retratar que la concepción (iusnaturalista) de De Prada parte de una base errónea, al menos una base que no es para nada actual (y no lo es desde hace muchísimo tiempo), la ley, en este caso, no juzga la justicia o injusticia del cambio de línea editorial, no es sabedora de la iniquidad de que un medio cambie de línea editorial o que decida realizar una noticia que choque con el parecer de uno de sus periodistas, nada que ver, la ley lo que hace es reconocer la libertad ideológica y enlazarla con la de dar información, para que, juntas, formen un todo en que el individuo puede decirle al patrón que basta, que no es un mero mercenario de las letras que hoy dice azul y mañana negro según quién comande el barco, o que por motivos puramente éticos, morales, no puede participar en la redacción de determinada noticia, sin entrar tampoco a juzgar si el contenido de la noticia es justo o injusto, lo único que importa es que entra en contradicción con la ideología individual del profesional de la información (en otras palabras, la moral del grupo frente a la del individuo en situaciones de jerarquía). Fíjense, además, que en este caso se supera la relación individuo – Estado para entrar en otro campo, que es individuo – individuo, siempre que haya relación de jerarquía.
Así que toda la defensa de la objeción de conciencia no es tal, o mejor dicho, siguen (al menos De Prada) sin entender de qué va eso de la objeción de conciencia (insisto, una vez superado el estadio de que existe una Ley Natural), reclaman derechos de los individuos y conciencias propias mientras exigen ética objetiva, si es que, uno intenta leerlos y comprenderlos y salen con argumentos como que la objeción de conciencia surge de que la ley conoce que es injusta y por ello la permite, por favor, si la objeción es posiblemente uno de los grandes triunfos modernos del individuo sobre el grupo al margen de consideraciones de lo justo o lo injusto para la ley, las mayorías, el Estado, o el patrón del medio periodístico o centro médico, entre otros muchos casos.
Y sé que el artículo no va precisamente de eso, que habla de la institucionalización de un crimen, de que abortar siempre es malo y todo ello, pero de eso ya he hablado antes (del aborto y demás, quiero decir), y es su opinión, ahora, lo que critico es lo otro, la salida de tono con la objeción de conciencia y cómo funcionan las dos varas de medir, cómo se concibe el Derecho por parte de esta gente y cómo, finalmente, ellos se mueren de ganas por imponer una moral a todos, porque para ellos existe una Moral Absoluta, con mayúsculas, que por lo visto no puede entrar en contradicción con la propia de un ciudadano, o mejor, si entra, el ciudadano es el que está equivocado… Y eso lo dicen mientras defienden la objeción, lo que hay que leer.
Hola,
Los argumentos del PP son tan ridículos que no resisten un mínimo análisis. Sin embargo la sociedad actual parece que no está para el análisis, si no para que le sigan qué pensar. Quizá es la sociedad actual, o quizá es este maldito carácter latino, necesitado de guías y personas a quien echarles la culpa.
bueno… llegados a este punto no me aclaro si estas de acuerdo o no en que un medico de turno pueda negarse o no a abortar por razones de conciencia, que si que la derecha puede hacer uso intencionado de este derecho, si, pero tambien la izquierda.
Salud
Puede (vamos, es evidente) que no lo haya dejado (del todo) claro, digámoslo así:
a) Me parece que los médicos y otros facultativos (enfermeros por ejemplo, que se habla de médicos y se olvida de estos otros) deben poder objetar, pero que el centro (si es público o concertado, con los privados no me meto) debe garantizar el que se practiquen los abortos (la objeción de conciencia es del ciudadano, no de una persona jurídica, como con el tema de la «muerte digna»); Ojo, incluso si la ley no articula la fórmula de la objeción, podrán objetar, palabra del niño TC;
b) No es que se haga un uso «intencionado», es que me parece que parte de la derecha no ha entendido qué es actualmente la «objeción de conciencia» (incluso la forma en que se ha conseguido históricamente, no la da el Estado, la reclamamos nosotros), y habla de la «maldad implícita» de una ley y su autoconvencimiento de la misma por lo que abre esa posibilidad, y de eso no va tan importante derecho de defensa para la propia ideología; por eso recurro al ejemplo de la objeción de los profesionales de la información, objeción que no se hace ni siquiera frente a una ley del Estado, sino una decisión empresarial (del medio de comunicación), decisión totalmente legítima, legal, y fuera de cualquier cuestionamiento de «injusticia»; y por eso me «fastidió», por así decirlo, el que De Prada soltara lo de prohibir la objeción al uso de las armas si la «guerra es justa», ya eso es demasiado.
Sin más, pero sin menos. Debo dejar de marear la perdiz :P.
Hasta luego ;)