Hace unos días, en un pódcast con un presentador de extrema derecha, una serie de feministas cuestionaban la forma en que el presentador repetía como loro una serie de frases, algunas de las cuales ni siquiera eran textuales (pero eso es lo secundario), para atacar al feminismo. Lo cierto es que él ponía el énfasis en darle una relevancia y un sentido a unas frases que en realidad tenían otro sentido y otra relevancia. Las feministas presentes en la mesa y alguna otra persona más le llamaron la atención en que tenía que contextualizar las frases. Y él insistió en que no era necesario (con un lenguaje bastante soez, pero ese es otro tema), en que el contexto no importaba. Pero el contexto es clave, y así se lo decía el resto de presentes, no es lo mismo decir el matrimonio es una imposición a la mujer en una sociedad del siglo XIX, donde el matrimonio, literalmente era una imposición y la mujer tenía que aceptar una serie de cosas que la llevaban a la sumisión plena, perdiendo derechos civiles y políticos por el mero hecho de estar casada, que hablar de matrimonio en una sociedad donde se respetan los derechos, incluso dentro del matrimonio. Aún así, la institución del matrimonio se sigue pudiendo cuestionar por el machismo inherente o el patriarcado que la cruza una sociedad que se supone es igualitaria, pero ese es otro tema.
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