Trump quiere jugar a los aranceles

Liars TRUMP

La balanza comercial estadounidense es deficitaria; además, es un país que favorece y ha favorecido los paraísos fiscales y la ingeniería fiscal por parte de las grandes empresas estadounidenses (una lucha constante de la Unión Europea es que determinadas grandes empresas paguen sus impuestos en territorio europeo, aunque sea en los propios cuasiparaísos fiscales que ya tenemos –como Luxemburgo–, pero que al menos paguen algo por estos lares y no se vaya todo a una sede en un paraíso fiscal). Estados Unidos fue el gran promotor de los acuerdos de libre comercio, entre otras cuestiones, porque le favorecían por todos lados.

Trump ha comenzado una batalla arancelaria sin, parece ser, entender que ya no puede imponer sus condiciones como hacía antes. Sacaron una tabla con las relaciones comerciales con medio mundo donde confundían el resultado de la balanza comercial junto con los requisitos para las importaciones y exportaciones con lo que, de forma efectiva, es un arancel. No podemos obviar una gran evidencia: exportar a un país siempre tiene un coste burocrático y hay que superar una serie de requisitos; lo que desde las organizaciones internacionales de comercio lo que se busca es que dichos requisitos no sean un mero proteccionismo a lo patrio, si no la misma vara con la que se mide a los productos locales (y eso es lo que pasa en la Unión Europea con el marcado europeo, por ejemplo; son unos estándares que deben cumplir todos los productos, independientemente de su lugar de origen; sin lugar a dudas, se usa también para limitar la entrada de determinados productos, pero el criterio lo deben cumplir todos, independientemente de dónde se producen, lo que se dice es que dentro del mercado único determinados productos no se quieren).

La idea subyacente de los aranceles por parte del gobierno de Trump es que se impulsará, de esta manera, la producción propia; habla, por ejemplo, de los automóviles y de cómo en el mercado estadounidense hay muchos europeos y en el mercado europeo hay muy pocos estadounidenses… la cuestión es bastante más compleja que un mero tema de aranceles (hasta hace unos días, 10 % para los que se importaban en la UE mientras que para las importaciones en EE. UU. era del 2,5 %, al menos según la administración estadounidense), debemos tener en cuenta que la política automovilística de las empresas de EE. UU. fue de desinveritr en sus posiciones europeas en la anterior crisis (que se llevó por delante a un gigante como General Motors), también que muchas de las grandes marcas europeas también fabrican en Estados Unidos y, sobre todo, porque el modelo de consumo de estos vehículos difiere bastante. De hecho, en Europa es muy habitual ver automóviles asiáticos, no es un tema contra los vehículos extranjeros (aunque hay países con clara preferencia a las marcas nacionales tradicionales, sobre todo en los tres grandes países: Alemania, Italia y Francia), pero sí del tipo de vehículo (los principales automóviles de fábricas estadounidenses que se ven en las calles de ese país no se encuentran en las ciudades europeas casi ni por casualidad, no es un tipo de automóvil que se quiera por nadie, demasiado grande, demasiado consumo, demasiado inadaptado al tamaño de las plazas de los garajes y aparcamientos).

Desde Estados Unidos se defiende que hay dos elementos que ha «creado» su país y de lo que se aprovecha todo el mundo: una paz global y el dólar como moneda refugio. No sé en qué mundo viven para considerar que estamos en una paz global, sobre todo cuando no hay conflicto militar donde la presencia de Estados Unidos sea, de una forma u otra, una de las potencias desestabilizadoras. Imponer dictaduras o cambiar gobiernos no es una forma de «paz», por si acaso. Sobre el dólar como moneda refugio, en realidad, esto ha generado una dependencia económica que políticamente ha usado Estados Unidos dentro del imperialismo financiero que ejerce, esto es, resulta que ese elemento ya se lo cobra con sobra, no es algo que al mundo le salga gratis; y es algo que Estados Unidos, por la fuerza, ha evitado que cambie (ya sea por el Euro o por cualquier otra moneda, así, en los intercambios de petróleo, ha penalizado muy fuerte a cualquier país productos que no usara, para sus transacciones masivas internacionales, el dólar como moneda de cambio).

De todas formas, vemos cómo desde Estados Unidos se insiste en esta balanza comercial como razón para que los países «paguen» los aranceles, para compensar esa balanza comercial y el tema de los aranceles no funciona, para nada, así; o no funciona con esa lógica, al menos. Primero, porque no son los países quienes pagan los aranceles, segundo, porque también se están aplicando contra economías sobre las que hay una balanza comercial a favor de Estados Unidos. Sin ir más lejos, España o Perú tienen los aranceles vinculados a la zona económica y ambos son países con balanza comercial favorable a Estados Unidos. Si la lógica es la de la balanza, sería Estados Unidos quien debería pedir que sus productos tuvieran aranceles en Perú y España. Pero es que no deja de ser una mera «excusa», no es la razón por la que un arancel se pone (o, mejor dicho, no es la razón por la que se fija una cuantía u otra).

Con China, además, siguen poniendo la excusa de los opiáceos. En el comunicado donde buscaron explicar por qué ni siquiera aplicarían, para envíos postales chinos, las excepciones de minimis y que todo pagaría unos aranceles bastante elevados, pasó por explicar que así se evitaría la entrada de opiáceos que son una de las causas de la crisis del fentanilo. Una cosa es imponer un control aduanero sobre el contenido de los paquetes y otra distinta es justificar aranceles elevados. Desde Perú o Colombia se exporta gran cantidad de droga a Estados Unidos y estamos en el 10 % de aranceles. No es que sea una excusa ridícula, porque los aranceles en sí mismos no suponen un mayor control sobre el contenido de los envíos desde China, si no porque las rutas de las drogas no funcionan así ni se combaten de esa manera, y la administración estadounidense lo sabe, pero quiere hacer que «parezca» que está tomando una medida efectiva y determinante cuando no tiene absolutamente nada que ver.

Desde Estados Unidos se insiste en que estos son «aranceles recíprocos» en esa absurda e injustificable tabla, el lenguaje es importante, pero no son recíprocos, incluso los países están contestando con aranceles inferiores a los que impone EE. UU. (la propia China no se atreve a superar el 100 %, como ha hecho EE. UU. con ese 104 %; y se queda 20 puntos por debajo, en el 84 % general) y esta reacción, sorprendentemente, está asombrando a la Casa Blanca, que a su vez saca el pecho de cómo todos los países quieren negociar para que los aranceles se bajen…

No podemos obviar que el problema de producción de Estados Unidos NO viene de malvados países que han camelado a la industria estadounidense, fue el resultado de las políticas estadounidenses impulsadas por las propias empresas interesadas; que Estados Unidos fabrique buena parte de su ropa en México (en Baja California, sobre todo) no viene «gracias» a la «maldad» de los gobiernos mexicanos, prácticamente se lo impuso la propia EE. UU. y quienes más se han aprovechado de esa situación son las marcas estadounidenses (que deslocalizaron su producción desde EE. UU. a su vecino del sur).

Además, EE. UU. es un país fundamentalmente consumista; consume no solo más de lo que puede producir, si no que no tiene la materia prima para sustentar dicho consumo y la producción necesaria para ello.

Pero, aún así, si la idea fuera apoyar una reinstrualización (y por ello son Europa y China las dos potencias económicas más señaladas), los aranceles son una medida inmediata a corto plazo que no sirve para ello; EE. UU. no cuenta con las fábricas para asumir que, ante una subida del coste de producción en el extranjero, las fábricas locales se ponen a la par o más baratas que las extranjeras y, por tanto, serán las que realicen la manufactura; se requiere una gran inversión para poner en marcha las fábricas en los miles de sectores afectados; y la mayoría de maquinaria no se produce en EE. UU., seguirían viéndose afectados los costes estadounidenses por el aumento de los aranceles, sin contar la materia prima que necesitan para fabricar, que en gran medida deberán seguir importándolas. Además, el que EE. UU. ponga aranceles elevados a otros países hace que estos respondan en medida similar, con lo que las empresas de EE. UU. ven cómo la exportación de sus productos tiene mayores trabas, se encarece y se dificulta, reduciendo parcialmente el mercado al que pueden acceder.

Quizá esta es una de las peores medidas para favorecer la reindustrialización, que es lo que prometió en campaña. También es una medida que afecta poco a la balanza comercial, que es lo que usa como justificación. No es una medida que pueda ayudar a la lucha contra la droga, lo que esgrime contra China.

¿Es una medida para qué? ¿Para demostrar su propio poder? Pues, en eso, se ha equivocado, esto está haciendo ver las debilidades de su gobierno y ya parte del apoyo del mundo empresarial lo medio pierde, porque ha sido una medida similar a pegarse un tiro al pie. Es lo que tiene el populismo desatado y con medidas absurdamente justificadas.

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